La maldad ha sido, sin duda, una de las constantes filosóficas que, a lo largo de la historia del pensamiento, han encontrado un lugar preeminente en la reflexión de los más importantes autores. Ya sea desde una vertiente social, antropológica, propiamente filosófica, política e incluso científica, diversos y muy distintos pensadores se han preguntado por qué existe el mal en el mundo, ofreciendo tan numerosas como diferentes soluciones a un problema que parece inabarcable e inacabable.
Cátedra publica un imprescindible y plural volumen, editado por Enrique Bonete Perales (catedrático de Filosofía Moral en la Universidad de Salamanca), en el que se dan cita las más egregias mentes del pasado y del presente, y donde se intenta abordar, desde un punto de vista genealógico, la razón de ser del mal y la maldad. Su elocuente título: La maldad. Raíces antropológicas, implicaciones filosóficas y efectos sociales. Este libro encierra una auténtica enciclopedia del mal, un compendio de las tesis más relevantes que se han esgrimido para justificar y examinar la ominosa existencia –y acaso dominio– del mal en el mundo. En este sentido, se trata de un libro maldito (y por eso necesario), de una obra en la que se reúnen, en imprescindible diálogo, Platón, Séneca, Erasmo de Rotterdam, J. L. Vives, Spinoza, Hobbes, Locke, Leibniz, Hume, Rousseau, Kant, Nietzsche, Russell, Sartre, Hannah Arendt, Dietrich von Hildebrand, Ágnes Heller, Hans Jonas o Norberto Bobbio (por mencionar una muestra representativa). El volumen se inicia con una inolvidable cita de Arthur Schopenhauer, uno de los pensadores que más profunda y extensamente se ocupó de tan peliaguda temática:
La índole del asombro que impulsa a filosofar nace obviamente del espectáculo del mal físico y el mal moral en el mundo, los cuales no deberían existir en absoluto aun cuando guardaran mutuamente una justa relación e incluso fueran superados por el bien. El mal moral, el mal físico y la muerte son lo que cualifican y enderezan el asombro filosófico.
En la extensa y enjundiosa introducción de Bonete Perales se abordan todos los asuntos relacionados con el mal: la libertad, la moral, los atroces sucesos acontecidos a lo largo de la historia humana (genocidios, guerras, imperialismos), la sociología del mal, la dignidad o las pasiones desbocadas. Como apunta justamente, «La contemplación de tanto dolor y sufrimiento, además de conmover, ha originado agudos interrogantes en torno al origen, causas y efectos del mal en la vida humana. Estamos, seguramente, ante uno de los problemas morales con mayores obstáculos para ser esclarecido por parte de la filosofía». Ya Aristóteles se desmarcaba del intelectualismo socrático, cuando el maestro de Platón aseguraba que nadie hace el mal a sabiendas, a lo que el estagirita contestó contundentemente:
Sócrates, siendo anciano, eliminaba por completo la incontinencia y negaba su existencia, argumentando que nadie escogería el mal a sabiendas de que es malo. Pero el incontinente, a sabiendas de que es un mal, lo escoge de todos modos dejándose arrastrar por la pasión. Y por esta razón no creía Sócrates que existiese la incontinencia. Sin embargo, estaba equivocado. Pues sería absurdo que, convencidos por este razonamiento, rechazáramos un hecho que salta a la vista; pues los hombres son incontinentes, claro que sí, y hacen el mal a sabiendas.
Tal es el asunto más urgente y, por otro lado, más complejo de resolver: por qué, a la vista del bien, el ser humano escoge actuar mal. Si acudimos al Antiguo Testamento, en particular al relato de Job, veremos cómo incluso Dios es herido por la tentación de Satán, que hace sembrar en el seno de Aquél serias dudas sobre la lealtad del paciente santo. También los dioses griegos y romanos actuaban de manera plenamente humana, al enojarse y caer bajo el dominio de todo tipo de pasiones que les conducía a actuar con maldad de manera deliberada. Si los propios dioses son susceptibles de ejercer el mal, ¿cómo podría el hombre alejarse de sus omnímodas garras? Célebres son las palabras de Epicuro a este respecto: «¿Quiere Dios prevenir el mal, pero no puede? Entonces es impotente. ¿Puede, pero no quiere? Entonces es malévolo. ¿Puede y quiere? Entonces, ¿de dónde sale el mal?».
El volumen publicado por Cátedra hace frente a tres problemas fundamentales, en cuya respuesta, ofrecida por numerosos y relevantes autores, se saciará la curiosidad de los lectores, aunque a la vez les abrirá a nuevos interrogantes y a una vasta bibliografía. Tales problemas, tan acuciantes como apasionantes, son: las raíces antropológicas de la maldad, el impacto filosófico-teológico que ha provocado el hecho de la perversidad humana sobre temas clásicos como la libertad o la existencia de Dios (entre muchos otros), y los efectos sociopolíticos que ha desencadenado el mal moral en la historia (cuyo símbolo y realización más representativos podemos observar en Auschwitz).
Pues como sucede que el mal se extiende indefinidamente, e, intensificándose el mal, disminuye el bien, parece que el bien disminuirá indefinidamente a causa del mal (Tomás de Aquino).
El libro se convierte, además, en un perfecto manual, tan enciclopédico como pedagógico, para estudiantes de Bachillerato y primeros años de carreras de Humanidades, pues el editor se ha preocupado por plantear, al final de cada texto, un vocabulario sobre el que reflexionar y una serie de interrogantes fundamentales a los que hacer frente. Una obra clave para afrontar histórica, social, política y filosóficamente el más perenne de nuestros interrogantes: ¿por qué existe el mal?
Yo pienso que como toda concepción dualista, el mal y el bien son creencias albergadas en nuestra mente en una perspectiva que pierde de vista las consecuencias de los actos y se conforma con los juicios que han surgido condicionados por las creencias devenidas de las influencias culturales, greco latinas y judeo cristianas. Las filosofías occidentales, discuten necedades mientras omiten otras nociones que a fin de cuentas son una idea existente en la mente de cada quien. Lo demás es para la convivencia humana, simple convencionalismo interesado en el poder.
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Sostener que el bien y el mal son simples creencias me parece un poco ligero, ¿ porqué tienen entonces tanto efecto sobre nuestras vidas ? Que no existieran mas que en nosotros y que muchas veces se trate de convencionalismos o maniqueismos no reduce la contundencia de sus efectos. Si bien estoy de acuerdo con que <> esto no es exclusivo de occidente; en todo el mundo y en todas las culturas sobran los bizantinismos. Demasiadas palabras que muy pocas veces llegan a buen puerto.
Saludos
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con que <>
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Curiosamente hace poco he utilizado el mismo Goya para ilustrar la última entrada de mi bolg : http://lasindrome777.blogspot.com.es/2017/11/the-worst-angels-of-our-nature-los.html. Sin profundizar, planteo el delicado asunto de la maldad desde la perspectiva o intentando identificarlo con la agresividad y la violencia humanas. Si bien no creo que sea lo más acertado decir tajantemente que son ‘innatas’ o inevitables en nuestra naturaleza, sí que creo oportuno recordar que, siguiendo a Schopenhauer, están casi igual de vivas que hace varios siglos, pero domesticadas bajo convenciones más o menos punitivas o leyes sociales que no consiguen desplazarlas o eliminarlas. Saludos.
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Interesante artículo. Alegóricamente, la maldad es tener un «corazón de acero inexorable»
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