«De cómo tratar con las personas», Adolph F. Knigge

De-cómo-tratar-con-las-personasLa editorial barcelonesa Arpa publica un clásico inédito hasta ahora en español, que hará las delicias de cualquier lector interesado en la antropología, la sociología y la filosofía. O cabría decir: que interesará a cualquier lector, puesto que ningún asunto humano resulta ajeno a este libro. Se trata de todo un best seller del siglo XVIII, traducido a numerosos idiomas, y que hasta este momento no había llegado a nuestra lengua por un incomprensible olvido: De cómo tratar con las personas (Über den Umgang mit Menschen), escrito por Adolph Freiherr Knigge y publicado por vez primera en 1788.

Estamos, por tanto, ante un contemporáneo de Goethe, Schiller, Kant, Hegel, Schleiermacher, Olympe de Gouges, Fichte, los hermanos Schlegel, Madame de Staël, Novalis, Schelling, Tieck, Schopenhauer o Hölderlin, por mencionar sólo un puñado de las egregias personalidades que se dieron cita en aquellos «años salvajes» de la literatura y la filosofía, en acertada expresión de Rüdiger Safranski. Como apunta el introductor y traductor del volumen (que ha realizado una muy elogiosa tarea), José Rafael Hernández Arias, «Del libro de Knigge se quiso hacer un mero manual de buenos modales, con objeto de aumentar sus ventas aprovechándose del nombre del autor», aunque -explica- no debemos tomarlo como tal, sino que ha de ser acogido «como una contribución a la filosofía práctica de la vida, a ese género del pensamiento que se ocupa fundamentalmente de los problemas que resultan de la coexistencia humana». Un asunto que ya en Kant se mostró del todo importante, y que quedó subsumido bajo la nomenclatura de «antropología pragmática»: en nuestro permanente deambular por el mundo topamos con otros seres humanos que, al igual que nosotros, albergan ilusiones y deseos y, además, quieren perseverar en la existencia del mejor modo posible.

Knigge comienza el volumen asegurando que hay quien, de entre los mejores, no consigue destacarse, y ello debido a una peculiar falta: tales individuos no poseen el esprit de conduite, es decir, «el arte de comportarse con la gente, un arte que a menudo el tonto, sin estudiarlo, lo capta antes que el juicioso, el sabio o el ingenioso; es el arte de hacerse notar, de hacerse valer y respetar, sin ser envidiado; de acomodarse a los varios temperamentos, opiniones y pasiones de los hombres, sin caer en la falsedad; de adaptarse fácilmente al tono de cada sociedad sin perder las peculiaridades del propio carácter ni rebajarse a una vil adulación». Knigge compone de esta forma todo un sistema práctico de comportamiento en el que lo más importante consiste en no perder la propia independencia mientras, a la vez, se admite la necesidad de que en nuestra relación con los otros existen algunas convenciones y normas que debemos desarrollar y ejercitar hasta convertirlas en una segunda naturaleza.

Raras veces las sociedades son tan equitativas como para acomodarse a personas particulares y ello tampoco se puede exigir siempre con razón; en consecuencia, es importante para todos aquellos que quieren vivir en el mundo con seres humanos, estudiar el arte de adaptarse a las costumbres, al tono y al estado de ánimo de los demás.

KniggeFue la biografía de Knigge rica en avatares de toda índole. A pesar de nacer en una familia de alta alcurnia, su padre asumió deudas cuantiosas en el desarrollo de sus negocios que, a la larga y tras su muerte, se convirtieron en el funesto legado de nuestro protagonista. A partir de tal momento, y ya desde su juventud, comienza la odisea de este espíritu aristocrático que deseó ascender en la escala social de muy diversos modos, y que, sin embargo, no tuvo más remedio que adaptarse a las amargas vicisitudes a las que su destino hubo de exponerle. Poco después de haberse formado, Knigge se ve, pues, en la necesidad de trabajar para subsistir.

Este libro, como el propio autor sugiere, será de utilidad no sólo para los jóvenes, sino también para los adultos. Precisamente porque Knigge asistió a una pluralidad de acontecimientos que en su vida resultaron aciagos (la constante puja con los poderes establecidos por alcanzar un puesto de importancia, su permanente devaneo con las sociedades secretas -masonería, los Iluminados- o la lucha por reconquistar el estatus aristocrático que en el pasado su familia detentó), pretende que otros no cometan los mismos errores que él: «y el propósito de este libro es aquí facilitar -escribe en las conclusiones- los medios y proporcionar reglas que funcionen», sin perder nunca la compostura ni un sano amor propio, lo que convierte a Knigge en un auténtico hijo de la Ilustración y en un digno interlocutor de Gracián, Kant o Montaigne en asuntos humanos: «Nunca te apartes de tus principios en tanto que los reconozcas como justos. […] Ante todo actúa consecuentemente, hazte un plan para la vida y no te desvíes de él ni un milímetro».

¡Ten siempre una buena conciencia! Que tu corazón no te haga reproches en ninguna de tus acciones sobre la intención y los medios. No vayas nunca por caminos torcidos y cuenta siempre con buenas consecuencias, con la ayuda de Dios y el apoyo humano en la necesidad. Y si durante un tiempo te persigue un destino contrario, te dará serenidad y una fuerza inhabitual la bendita convicción de la inocencia de tu corazón y de la honradez de tus intenciones.

Aunque ya «es demasiado tarde para poner en práctica mi experiencia», confiesa Knigge en los primeros compases del libro, no lo es así «para mostrar a los jóvenes qué camino han de seguir». Si bien la Ilustración, y tampoco Knigge, pierde de vista que el hombre puede convertirse en un auténtico lobo para el hombres, también es cierto que un adecuado trato con nuestros semejantes puede llegar a granjearnos importantes ventajas, siempre que, a la vez, en nuestra aspiración a la perfección, no se mezcle una falsa hipocresía o una aparente infalibilidad. Resulta obligado mostrarse con «cierta conciencia modesta de dignidad interna», dando a conocer nuestros deseos de forma honesta y sensata sin denotar por ello ambición ni pretensiones desmesuradas.

Sobre todo cuida de que nunca pierdas la confianza en ti mismo, en Dios, en los hombres buenos y en el destino. Lo habrás perdido todo en cuanto tu prójimo perciba en tu semblante enojo o desesperación. Además, en la desgracia se suele ser injusto con los hombres. […] Intenta aspirar a que se te honre por ti mismo. Es preferible que seas la pequeña lámpara que ilumina un rincón oscuro con su propia luz, que la gran luna de un sol ajeno, o el satélite de un planeta.

Nos encontramos sin duda ante una joya literaria inexplorada en el contexto hispanohablante. Knigge despliega en este tratado, un ensayo de ensayos, no sólo un arte pragmático que explora y delinea todas las situaciones posibles en las que podemos encontrarnos en nuestra relación con los demás, sino, más allá, un compendio de consejos, circunstancias y vicisitudes que enriquecen el alma de cualquier lector.

Bajo una sincera y libremente asumida conciencia de desvalimiento (la que nos sitúa en el estar con los otros, en sociedad), Knigge aboga empero por una creencia en el sí mismo que puede -y debe- sobreponerse a cualquier suceso inhóspito que nos aceche, en la convicción de que el sufrimiento, la desidia o la envidia son monedas de común tránsito en nuestro mundo. Monedas que, sin embargo, podemos emplear en nuestro beneficio si, aun siendo escasas, las utilizamos convenientemente. Un libro necesario, una traducción magnífica, un volumen maravilloso en los detalles y repleto de anécdotas y variopintos conocimientos que se hace agradable en la lectura, provechoso en lo práctico y fascinante en lo literario. Un imprescindible.

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