Gianni Vattimo: la función edificante de la filosofía

Estoy convencido de lo que dice Gadamer: la filosofía es un discurso del lenguaje de todos los días, del lenguaje natural (Gianni Vattimo).

Gianni Vattimo publica Vocación y responsabilidad del filósofo en Italia en el año 2000, mientras pasaba en Bruselas su primera aventura como eurodiputado (1999-2004, Grupo Parlamentario del Partido Socialista Europeo). Esta pequeña obra, en la que se pueden rastrear sus principales ideas, trata de responder a una pregunta a la que se vería confrontado en no pocas ocasiones durante el mencionado periodo: ¿qué hace un tipo como Vattimo, un filósofo, en un lugar como aquél?

Vattimo comienza confrontando la filosofía con la ciencia. La filosofía no tiene una función subsidiaria respecto a la ciencia, no es su auxiliar ni tampoco hay una relación de servidumbre (ancilla). Es más, la filosofía y la ciencia no tienen un vínculo privilegiado. Si la ciencia es un «saber dotado de métodos prefijados, con resultados acumulables y experimentos repetibles», la filosofía no es una ciencia. La filosofía no es un saber progresivo, experimental y objetivo como sí lo es la ciencia.

Vattimo

En general, la producción filosófica del turinés no es en absoluto un ataque directo contra las ciencias y su metodología, pero sí una llamada de atención a aquellas filosofías que tratan de emular a la ciencia, como si sólo se alcanzara la respetabilidad académica a través de las funciones imitativas.

Para la filosofía no existe la posibilidad de la verificación o falsación experimental puesto que no existen elementos incuestionables y definitivos. Si añadimos a la filosofía la nota del saber acumulativo, lo hacemos con cierta reserva. La filosofía acumula a lo largo de su historia un conjunto de textos, esto es evidente. Pero tal tradición textual no supone que los resultados alcanzados «antes» sean indiscutibles, y que todo lo de «después» tiene que ceñirse estrictamente a lo ya dicho. La filosofía no es universal en el sentido de que lo que se dijo antaño esté dado de una vez por todas, para siempre, pues «continuamente estamos reconstruyéndola». La experiencia –la vida, el mundo, la realidad, como queramos llamarla– está tan culturalmente mediada que no es posible hablar de ella una «conquista» objetiva o definitiva.

La filosofía es más un discurso edificante que un discurso demostrativo, se orienta más a la edificación de la humanidad que al desarrollo del saber y al progreso de los conocimientos. Edificante no significa antiteorética, esto es, no significa que no se produzca progreso de conocimientos en la edificación (de sí mismo y de la humanidad), significa más bien que no es este el único o el principal objetivo.

Cuando Vattimo dice edificante, lo hace en su doble sentido: el de exhortación o incitación a la virtud y el de construcción. Al debolista le interesa, filosóficamente, el segundo sentido. Veamos:

La verdad no es un problema de ciencia política, y no es tampoco una cuestión de demostración científica, sino de persuasión. […] Los argumentos filosóficos son argumentos ad homines, no ad hominem; la verdad de la que se trata es persuasión, pero con relación y junto con una colectividad, no la persuasión de la que uno se sirve.

La verdad en filosofía es retórica, es fruto de una forma de persuasión ad homines (para los seres humanos, no contra ellos) fundada en una cierta confianza en la tradición. Uno no se pone a sí mismo en la vida, ni biológica, ni cultural, ni filosóficamente. Aquí nos han puesto otros. Somos criaturas que creamos otras criaturas. Recibimos un pack genético, una herencia cultural y un legado filosófico. Sea como fuere, uno no nace solo, lo hace en una tradición. Con el apelativo de «edificante» Vattimo quiere decir que la filosofía, pues, hace bien en centrarse en el pasado no como en posesión de una base inamovible, sino como un conjunto de posibilidades en disposición de ser construidas nueva y constantemente.

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En el modus operandi de la hermenéutica, el comienzo es algo fundamental. Se trata de poner en claro lo que ya sabemos del asunto sobre el que se va a pensar y, luego, clarificar las motivaciones que hacen que nos ocupemos de esa reflexión. ¿Qué empuja a Vattimo, qué es lo que hace que escriba su filosofía en primera persona, por qué lo biográfico está tan arraigado en su reflexión? El autor italiano expresa cuáles fueron los motivos de su implicación en la filosofía: que era un «proyecto de transformación del ser humano, un programa de emancipación» y «encontrar una vía alternativa a la modernidad liberal-individualista».

Me parece en todo caso que la vocación filosófica está muy profundamente unida a la polis, y justamente por esto la filosofía nace propiamente en el contexto «político» abierto por Grecia.

Y a la vocación política de hacer política como filósofo va adherida la vocación educativa del filósofo:

En la opción de hacer política como filósofo interviene mucho la pedagogía, la idea de educar a la humanidad, de promover la transformación del hombre antes de la transformación de las estructuras.

En la vocación filosófica, como en todas las demás, influyen también la casualidad y las afinidades personales. La vida del filósofo, como la de cualquier otro, está llena de contingencias y necesidades imperiosas que hay que satisfacer.

Termina Vattimo compartiendo con el lector una preocupación. El problema de circunscribir la filosofía únicamente al ámbito profesional y académico. Vattimo no concuerda con Husserl en que los filósofos sean los funcionarios de la Humanidad. La especialización y la institucionalización pueden hacerle bien al filósofo pero no a la filosofía.

Me pregunto en qué piensan quienes no se dedican a esta labor cuando no están haciendo su trabajo. ¿Qué hace el comerciante de pollos cuando no comercia con pollos?

Hay filosofía en el pensamiento inespecífico de las personas. Es filosofía lo que llena los huecos vacíos de la vida espiritual del ser humano.

2 comentarios en “Gianni Vattimo: la función edificante de la filosofía

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