La belleza mística: la lámpara maravillosa de Valle-Inclán

«Fueran como un instante, al pasar, las centurias.
El pecado es el tiempo: las furias y lujurias
son las horas del tiempo que teje nuestra vida
hasta morir. La muerte ya no tiene medida:
es noche, toda noche, o amanecer divino
con aromas de nardo y músicas de trino:
un perfume de gracia y luz ardiente y mística,
eternidad sin horas y ventura eucarística».

«Ave Serafín», Claves líricas

Recientemente, de la mano de la editorial madrileña La felguera, ha aparecido una reedición de La lámpara maravillosa de Ramón María del Valle-Inclán. Se trata de una cuidadosa publicación que reproduce, a modo de un facsímil impecable, la segunda edición de dicho libro, que salió a la luz el 30 de junio de 1922 (siendo la primera de 1916). Con correcciones de Valle-Inclán y magníficas ilustraciones de José Moya del Pino, constituye la versión más fiel y acabada según el propio autor. La reedición actual de La felguera sigue el camino de la belleza inculcado por don Ramón, convirtiéndose en una muestra de fidelidad hacia el criterio del autor, tanto en el ideario y la estética como en lo textual y editorial. Ahora que despedimos el año (2022) del centenario de la edición original y nos acercamos al aniversario de la muerte de Valle-Inclán (5 de enero de 1936), la necesidad de hablar de La lámpara maravillosa y su autor se hace patente. 

Sin lugar a dudas, Ramón María del Valle-Inclán es un escritor ampliamente conocido por su copioso opus, que abarca un sinfín de géneros, estilos y temáticas. Entre sus obras poéticas, narrativas y teatrales se encuentran ejemplos de lírica, sátira y farsa, así como crónicas, relatos y cuentos galantes. Un dandy, un bohemio y excéntrico frecuentador de tertulias literarias en los cafés madrileños, Valle-Inclán fue un afanoso crítico social y un buscador de lo cómico en lo trágico que inauguró el género del Esperpento. En líneas generales, su prolífica obra se encuadra dentro del movimiento modernista, iniciado por Rubén Darío.

En palabras de Octavio Paz, don Ramón María del Valle-Inclán fue el único de su tierra y de su tiempo que fue sensible a lo que constituía la verdadera y secreta originalidad del modernismo: la visión analógica heredada de los románticos y los simbolistas. Sin embargo, aparte de esos movimientos artísticos decimonónicos, esa visión analógica —o teoría de las Correspondencias— que parte del dualismo platónico se manifiesta en numerosas corrientes de pensamiento y arte a lo largo de toda la historia de la cultura, desde el sufismo y el neoplatonismo hasta el misticismo y el ocultismo. Sus ecos se pueden hallar en las obras de Dante Alighieri y Marsilio Ficino, de J.W. Goethe o W.B. Yeats, de Charles Baudelaire y Stéphane Mallarmé, entre muchos otros.

Al plantear la analogía universal como el trasfondo espiritual del modernismo de don Ramón, no es de sorprender que el escritor se interesara por la teosofía de Helena Blavatsky (y Mario Roso de Luna, el traductor de las obras de Blavatsky al castellano), por la teología mística, el ocultismo y el hermetismo, así como por la figura de Ibn Tufail, filósofo sufí y maestro de Averroes. De la misma manera, y ante la evidencia de tales influencias, se vuelve menos insólita la presencia de un título tan singular como La lámpara maravillosa en el elenco de obras de Valle-Inclán. La lámpara, con el subtítulo de «ejercicios espirituales», es el único ensayo presente en el corpus literario de Valle-Inclán, y se trata de una íntima reflexión sobre el acto creativo que desentraña el credo ético-estético del autor. Es un libro único, hondo y espiritual que, a primera vista, desentona con el carácter agudo y crítico del resto de la creación literaria de don Ramón. No obstante, es ahí cuando La lámpara maravillosa nos brinda una nueva visión de ésta.

Si indagamos en el funcionamiento de una linterna mágica, descubriremos que este aparato óptico se compone de una fuente de luz y un espejo cóncavo que refleja y dirige la luz hacia una lámina que, a su vez, crea las proyecciones a través de una lente. Al trazar un símil con la creación literaria de Valle-Inclán, hallaremos los espejos cóncavos del Esperpento que reflejan y deforman la luz primaria (expresada en estado puro en los ejercicios espirituales de la Lámpara) para alumbrar la multiplicidad de las imágenes vitales y manifestarlas en las proyecciones (la totalidad del corpus literario). Así, la sabiduría expresada en La lámpara maravillosa es una síntesis de las ideas sustanciales del autor que, de una manera u otra, se divisan en el resto de su obra.

Todo se halla sometido al círculo de las vidas y de las muertes, todo menos la creación estética, verbo espiritual que se perpetúa en influencias diversas de ella misma. La creación estética es una larva angélica. Fruto de la luz, como la clara entraña del día puede ser comparada a una matriz cristalina, donde cada mirada penetra con distinto rayo y alumbra un mundo distinto. Toda expresión suprema de arte, se resume en una palpitación cordial que engendra infinitos círculos, es un centro y lleva consigo la idea de quietud y de eterno devenir, es la beata aspiración. El alma, cuando desnuda de sí, trueca su deseo egoísta en el universal deseo, se hace extática y se hace centro. Entonces el goce de nosotros mismos se aniquila en el goce de las Divinas Ideas. Solo Dios puede estar en las cosas y amarlas con plenitud, mejor que se aman ellas, porque su mente cifra la conciencia del mundo.

En una época llena de incertidumbre, en ocasiones el mundo llega a convertirse en un perpetuum mobile de mudanzas e impermanencias, donde parece que nuestra frágil existencia sensible y pensante ya no tiene dónde detenerse y recobrar fuerzas. Es ahí cuando vienen al rescate nuestros compañeros más fieles: los libros. En uno de sus poemas, Hermann Hesse  expresó: «los libros no te darán felicidad, pero sí te mostrarán clandestinamente el camino de regreso a ti». Es cierto que los libros  no pueden cambiar el transcurso de las cosas: la moral del arte no tiene una acción directa. Sin embargo, su ánimo y su mensaje puede surtir un efecto duradero y poderoso en nuestro interior.

Ya nuestro gesto no es para el mundo. Volvamos a vivir en nosotros y a crear para nosotros una expresión ardiente, sincera y cordial. El Arte es bello porque suma en las formas actuales evocaciones antiguas, y sacude la cadena de siglos, haciendo palpitar ritmos eternos, de amor y de armonía.

Es por eso que hoy más que nunca necesitamos libros que nos aporten una visión estética y espiritual de la existencia. Al devolvernos la reminiscencia del carácter atemporal de nuestra naturaleza, esos libros también nos brindan paz, significado y confianza en el rumbo de las cosas. En vez de una constatación de la sensación de decadencia, evocan los valores eternos que todavía están en nosotros. En vez de un grito desgarrado contra la inacción, emiten una melodiosa llamada al ahondamiento, a una unión más íntima con la experiencia vital.

La lámpara maravillosa de Ramón María del Valle-Inclán pertenece a esa categoría de libros. Más allá de constituir un ejemplo singular de la mística moderna española, es un ensayo que, a modo de un verdadero ejercicio espiritual, afirma la posibilidad de una postura estética y espiritual ante la vida.

Busquemos la alusión misteriosa y sutil, que nos estremece como un soplo y nos deja entrever, más allá del pensamiento humano, un oculto sentido. […] Hagamos de toda nuestra vida a modo de una estrofa, donde el ritmo interior despierta las sensaciones indefinibles aniquilando el significado ideológico de las palabras.

En ocasiones, su honda y sincera intimidad evoca reminiscencias de las Confesiones de san Agustín y de las memorias de los místicos, pero tampoco es falto de influencias directas: a lo largo de todo el libro se rinde homenaje a la figura de Miguel de Molinos y al movimiento fundado por él, el quietismo.

Valle-Inclán dedica una gran parte de La lámpara maravillosa al tópico de la contemplación y la meditación sobre la experiencia de la belleza como vía de acercamiento a la sabiduría. Bien es sabido que no conocemos sino a través del entusiasmo, y al plantear la belleza como la evocación de lo perfecto que posee la fuerza de emocionarnos, de extasiarnos, ésta se convierte en el camino más directo hacia la sabiduría y la paz. Desde el silencio y la quietud, debemos cultivar en nosotros la capacidad de percibir la belleza y emocionarnos con ella para descubrir un sigiloso mundo de sapiencia detrás de toda realidad.

¡Qué sagrado terror y qué amoroso deleite! Aquella tarde tan llena de angustia aprendí que los caminos de la belleza son místicos caminos por donde nos alejamos de nuestros fines egoístas para transmigrar en el Alma del Mundo. Esta emoción no puede ser cifrada en palabras. Cuando nos asomamos más allá de los sentidos, experimentamos la angustia de ser mudos. Las palabras son engendradas por nuestra vida de todas las horas donde las imágenes cambian como las estrellas en las largas rutas del mar, y nos parece que un estado del alma exento de mudanza, finaría en el acto de ser. Y, sin embargo, esta es la ilusión fundamental del éxtasis, momento único en que las horas no fluyen, y el antes y el después se juntan como las manos para rezar. Beatitud y quietud, donde el goce y el dolor se hermanan, porque todas las cosas al definir su belleza se despojan de la idea del Tiempo.

Un ensayo que asombra por su vastedad de significados, La lámpara maravillosa abarca numerosos tópicos filosóficos esenciales para el ser humano como el tiempo y la eternidad, la expresividad del lenguaje y la búsqueda de la unión con el mundo. Sin embargo, más que un escrito docto y didáctico, el libro de Valle-Inclán es un bello y sencillo ejercicio espiritual que inspira a adoptar una postura místico-estética ante la vida, a instruir la mirada para penetrar hacia el corazón de la existencia y descubrir la belleza de lo eterno en lo transitorio.

5 comentarios en “La belleza mística: la lámpara maravillosa de Valle-Inclán

  1. un texto revelador del alma de Valle a partir de una obra, LA LÁMPARA MARAVILLOSA , que viene a ser principio y fundamento de la poética del autor.

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  2. Maravillosa entrega!
    Gracias por recordarme que existen libros infinitos y eternos. Autores maravillosos que me regresan justo a mí misma. Gracias mil

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  3. Pingback: La belleza mística: la lámpara maravillosa de Valle-Inclán — El vuelo de la lechuza – Gladis Gramajo del Valle

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