Gertrudis Gómez de Avellaneda: literatura en defensa de la libertad

gertrudis-gc3b3mez-de-avellaneda-joven.jpgGertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873) ha sido considerada tradicionalmente una de las figuras clave del Romanticismo español. Un acto, quizás, de indebida apropiación, pues su figura no puede entenderse sin las costumbres y continuas referencias a su Cuba natal (Camagüey). Se ha llegado a decir, no sin razón, que es ella quien inaugura una larga tradición de «grandes poetisas apasionadas» en Hispanoamérica, introduciendo algunos temas y motivos nuevos, así como ricos efectos rítmicos, que la posteridad siguió y leyó con gusto.

Sin duda, el lugar más seguro para conocer la mayor parte de sus avatares biográficos y su recorrido tanto personal como literario son sus poemas y epistolarios, conservados en gran medida y disponibles para cualquier lector interesado. Es en estos documentos donde la pluma de Gertrudis, a salvo de la mirada inquisitiva de la época (fundamentalmente masculina), podía dar rienda suelta a su temprana vocación literaria, mediante la que se manifestaron sus sentimientos y su pasión, en muchas ocasiones maniatada a causa de los convencionalismos sociales.

Contra mi sexo te ensañas / y de inconstante lo acusas; / quizá porque  así te excusas / de recibir carga igual / mejor obrarás si emprendes / analizar en ti mismo / del alma humana el abismo / buscando el foco del mal.

Aunque fue Gertrudis mujer de armas tomar: de fuerte espíritu, comprensiva pero, a la vez, rebelde y contundente. Fue educada felizmente en la ciudad de Puerto Príncipe (hoy Camagüey), en un ambiente agradable propio de una familia acomodada. Es importante señalar que su infancia se desarrolló, como era costumbre en aquellos días en entornos similares al suyo, entre criados de raza negra que, incluso, llegaban a ser considerados como esclavos.

Sab Gómez de AvellanedaUn dato fundamental para entender una de sus mejores y más reivindicativas novelas, Sab, cuya historia emplea Gertrudis para denunciar la situación de tales esclavos y, más interesante aún, para comparar a los propios esclavos con las condiciones en las que vivían las mujeres. Éstas, incluso, saldrán malparadas en el balance final. Es Sab una novela franca y decididamente feminista y antiesclavista, que sitúa a Gertrudis, en pleno meollo del siglo XIX, en el centro de una incipiente y honrosa actividad subversiva. En uno de los variados fragmentos en los que se palpa la más fuerte denuncia social, la autora escribe: «Es que a veces es noble y libre el alma, aunque el cuerpo sea esclavo y villano».

La joven tuvo la suerte de recibir una formación muy superior a la habitual para las niñas de su época, que por entonces quedaban al margen de lecturas literarias y más o menos sesudas, y sólo tenían acceso a obras de signo religioso y piadoso. Estaba mal visto que se dedicaran profesionalmente al desarrollo de las llamadas artes liberales, y que dieran rienda suelta a su disposición más creativa se consideraba perjudicial para la «naturaleza» de la mujer. En sus escritos autobiográficos damos con numerosos fragmentos que dan fe de esta heredada preocupación, frente a la que finalmente se rebeló: «se dijo que yo era una mala cabeza, que mi talento me perdía, y que lo que entonces hacía [se refiere a la lectura] anunciaba lo que haría más tarde, y cuánto haría arrepentir a mamá de la educación novelesca que me había dado». Desde muy pronto se siente distinta, y así lo declara:

Mostré desde mis primeros años afición al estudio y una tendencia a la melancolía. No hallaba simpatías en las niñas de mi edad; tres solamente, vecinas mías, hijas de un emigrante de Santo Domingo, merecieron mi amistad. Eran tres lindas criaturas de un talento natural despejadísimo. Las Carmonas (que así era su apellido) se conformaban fácilmente con mis gustos y los participaban. Nuestros juegos eran a representar comedias, hacer cuentos rivalizando a quién los hacía más bonitos…

No sólo mantuvo una actitud liberal y progresista respecto a la condición de las mujeres; también se mostró crítica con la clase pudiente de la que ella misma provenía. Si todos somos hijos de Dios e iguales ante sus ojos, y tras la proclamación de los principios de la Revolución francesa, acontecida en 1789, Gertrudis enarbola la necesidad de acabar con la injusticia social, propiciada por una incomprensible desigualdad entre capas ciudadanas.

Al cumplir Gertrudis los veintidós, la familia se traslada a Galicia (España), donde tiene lugar un duro desencuentro entre la nueva realidad y la joven: a ella le trastorna la situación de pobreza y atraso que allí experimenta, y Gertrudis es tenida como una chica de costumbres escandalosas y reprobables. Ella lo relata de este modo en sus memorias:

A todo americano debe chocarle de una manera muy desagradable la pobreza de Galicia. En los días primeros de mi llegada a La Coruña me melancolizaba ver por las calles una tropa de mendigos cubiertos de trapos asquerosos, sitiar al forastero, importunar, y hacer mil bajezas para obtener una moneda de cobre. Yo aún no había visto tal exceso de miseria y de degradación humana.

Gertrudis G. de Avellaneda.jpgContamos con un testimonio de Elena Catena sobre la apariencia física de Gertrudis en aquel momento de desembarco en tierras españolas: «cuando a los veintidós años de su edad llega a España causa una verdadera conmoción entre los hombres que se encuentran con la hermosa cubana»; o la de Figarola-Caneda: «La Avellaneda era alta de cuerpo, esbelta y bien formada, […] el cabello oscuro, largo y abundoso, los ojos negros, grandes y rasgados y sus demás facciones regulares y expresivas».

Fue Gertrudis muy consciente de su atractivo, que por un lado supo explotar y por otro le dio la suficiente independencia para no tener que depender de negativos juicios externos, si bien levantó la envidia de no pocas mujeres que la catalogaron de desvergonzada, así como de hombres que intentaron desprestigiar su imagen. Sin embargo, era Gertrudis mujer autosuficiente y fue una constante en su vida luchar por su completa emancipación.

Ella misma explicó que «mi posición es indudablemente la más libre y desembarazada que puede tener un individuo de mi sexo en nuestra actual sociedad», y se proclamaba «independiente por carácter, sin necesitar de nadie, ni nadie de mí», y concluía: «sin más responsabilidad que la de dar cuenta a Dios y a mi conciencia». Rasgos que se tenían, en la época, por masculinos, y así lo confirman numerosos testimonios peyorativos de la época sobre Gertrudis. Por ejemplo, «era una mujer; pero lo era, sin duda, por error de la naturaleza, que había metido por distracción un alma de hombre en aquella envoltura de carne femenina». Estas palabras pertenecen al afamado José Zorrilla, y aunque, desde luego, resultan ofensivas, no querían ser sino elogiosas. De hecho, Zorrilla fue clave para que Gómez de Avellaneda accediera a ciertos círculos literarios de postín en Madrid, donde llega en 1840 con veintiséis años.

¡Oh, desdichado quien -de juicio escaso- / hallar la dicha en lo finito intente / quien en turbio licor y estrecho vaso / quiera apagar la sed que interna siente!

Al año siguiente publica un volumen de Poesías y la mencionada Sab. Es el comienzo de su fulgurante y exitosa carrera literaria, que no estuvo exenta de dificultades y sinsabores (provocados, en su mayor parte, por la envidia de ellos y de ellas). El tema central de su obra en general, si bien siempre coqueteó con el amor (Gertrudis fue una excelente escritora a la hora de describir los más hondos sentimientos), la libertad y el paso del tiempo, tuvo mucho que ver con la reparación de alguna injusticia. Casi ninguno de sus relatos, leyendas y novelas acaban con final feliz, y sus poemas encierran un carácter agridulce que los hace tan atractivos como auténticos, apegados a la realidad de un ser humano que se sabe siempre deseoso, siempre en camino.

¿Hay una mano de bronce, / fuerza, poder, o destino, / que nos impele al camino / que a nuestra tumba trazó? // ¿Dónde van, dónde, esas nubes / por el viento compelidas?… / ¿Dónde esas hojas perdidas / que del árbol arrancó? // Vuelan, vuelan resignadas, / y no saben dónde van, / pero siguen el camino / que les traza el huracán. // Vuelan, vuelan en sus alas / nubes y hojas a la par, / ya los cielos las levante / ya las sumerja en el mar. // ¡Pobres nubes!, ¡pobres hojas / que no saben dónde van!… / pero siguen el camino / que les traza el huracán.

Una mujer irrepetible, valiente, intelectual y literariamente brillante, a la que debemos seguir leyendo mientras corremos tras una libertad que, aunque vedada, sí puede ser practicada, paradójicamente, mientras vamos en su busca.

Lo que se cambia y envejece y pasa, / lo que se estrecha en límites mezquinos, / no es nada para el alma -que se abrasa / anhelando de amor goces divinos.-

4 comentarios en “Gertrudis Gómez de Avellaneda: literatura en defensa de la libertad

  1. Me ha parecido un artículo estupendo para las personas que quieran acercarse a la vida y a la obra de Gertrudis. Podríamos incluso hablar de «protofeminismo». Una figura excepcional. Gracias por la lectura.

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  2. Hola, Carlos, disculpa la extensión de mi comentario, pero pensé que te gustaría leerlo. Lo escribí en Octubre del 2010, después de leer una reseña que publicó en Voces Cubanas un periodista y escritor cubano, Miguel Iturria Savón. Me fascinó tanto esta extraordinaria mujer que indagué un poco sobre su vida.
    Excelente tu texto. Desde q te descubri en twitter hace tres meses, cuando abrí mi cuenta, te admiro por la diversificación de tus escritos, a veces, pequeños ensayos. Gracias. Espero que mi aportación sea de tu agrado.
    Abrazos.
    Ángela.

    Gracias Miguel por obsequiarnos en un tedioso Domingo con mujer tan deslumbrante y de tremenda personalidad. De tal modo me ha fascinado y avivado mi curiosidad intelectual esta “transgresora de la jerarquía y el ideario patriarcal…” que he saltado a la red en busca de más información. Y ha sido navegando por el vasto universo del ciberespacio que me he deleitado con sus poemas, Diario de Amor etc. Se la puede considerar una precursora del feminismo moderno. Constituía todo un reto en aquellos ambientes intelectuales poblados por hombres, aunar vida y literatura, liberando al Yo individual y femenino para expresar el sentimiento del Amor. Susan Kirkpatrick, autora de “Las Románticas” ed. Cátedra se refiere a la Avellaneda y otras poetas del XIX como aquellas que se enfrentaron a la “masculinización de la pasión”. Durante mi inmersión en la vida y obra de Gómez de Avellaneda me encontré con el siguiente comentario de vuestro José Martí: “No hay mujer en Gertrudis Gómez de Avellaneda; todo anunciaba en ella un ánimo potente y varonil; era su cuerpo alto y robusto como su poesía ruda y enérgica; no tuvieron las ternuras miradas para sus ojos, llenos siempre de extraño fulgor y de dominio; era algo así como una nube amenazante. La Avellaneda no sintió el dolor humano; era más alta y potente que él, su pesar era una roca”. Enmudecí tras la lectura de este comentario. Tal desconcierto me produjo que quise averiguar la veracidad de tales palabras: Apareció publicado en 1875 – Gertrudis falleció dos años antes- en la sección mexicana de la revista Universal. ¿Tan intolerable le resultaba al Apóstol el espíritu apasionado e independiente y la extraordinaria capacidad de esta mujer para sobrellevar el sufrimiento de una vida azarosa e intensa? ¿No sintió el dolor humano esta mujer a la cual la inexorable y tenebrosa Dama le arrancó de sus brazos a algunos de los seres que más amó?: una hija no reconocida por su amante a la temprana edad de un año; el primer marido antes de cumplir el año de casados y finalmente el oficial Domingo Verdugo. Me pregunto: ¿Tal vez para el joven Martí, hombre de hábitos y moral conservadora, fuera este perfil de mujer demasiado revolucionario, provocador y de poca elegancia verbal?
    Sin embargo, el crítico Marcelino Menéndez y Pelayo, quien paradógicamente se opuso al ingreso de la escritora en la Real Academia, habló de ella en estos términos: “La Avellaneda era mujer y muy mujer, y precisamente lo mejor que hay en su poesía son sentimientos de mujer, así en las efusiones del amor humano como en las del amor divino.(…), es la expresión, ya indómita y soberbia, ya mansa y resignada, ya ardiente e impetuosa, ya mística y profunda, de todos los anhelos, tristezas, pasiones, desencantos, tormentos y naufragios del alma femenina. Lo femenino eterno es lo que ella ha expresado y es lo característico de su arte.”
    Gracias de nuevo Miguel, ya extrañaba tu periodismo literario.Siento que sea tan extenso el comentario, pero he creído importante incluir las citas y mi opinión Un abrazo y unos versos de esta “verdadera y auténtica poetisa”
    Vedme cual soy en mí, no en vuestra mente,
    bien que el retrato destrocéis con ira;
    que, aunque cual creación brille eminente,
    vale más la verdad que la mentira.

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