El universo lunar de Mina Loy

Loy, MinaBehind God’s eyes / there might / be other lights

[Tras los ojos de Dios / puede haber / otras luces]

(Cantos a Joannes, VIII –traducciones propias–)

La obra de Mina Loy (1882-1966) fue una búsqueda constante, tanto en la poesía como en la propia vida. Nació en Londres, de madre inglesa y padre judío. Desde su infancia tuvo que batirse entre dos opuestos muy diferenciados: por un lado, no había otro remedio que lidiar con la estricta moral victoriana y ya algo desfasada que mantenía con empeño su madre y, por otro, el impulso artístico y el creciente sentimiento de desarraigo que invadía diariamente a su padre, mientras el antisemitismo cobraba cada vez más importancia en la Europa de finales del siglo XIX.

En 1900, tras estudiar en Londres y Múnich, se instaló en París, donde conoció al fotógrafo Stephen Haweis. Tuvieron una hija que falleció con apenas unos meses. Siete años después de llegar a París, junto a su marido, se marchó a Florencia. La ciudad italiana supo reconocer su genio; se codeaba con los grandes artistas expatriados que vagaban por las calles florentinas –Gertrude Stein, Mabel Dodge…– y se contagió de todo aquel florecimiento vanguardista que comenzaba a erguirse con una fuerza impresionante desde los círculos de artistas e intelectuales de la época. Fue allí donde conoció al precursor del Futurismo, Tommaso Marinetti, y a Giovanni Papini, a quien dedicó sus Cantos a Joannes (1917).

Los casi diez años que pasó en Florencia (1907-1916) fueron los de mayor crecimiento personal, al mismo tiempo que para las Vanguardias: el fascismo comenzaba a abrirse paso en la política y la Primera Guerra Mundial arrasaría Europa. El arte, y en especial la poesía, se alejaban de aquella concepción victoriana tan subjetiva e incluso inocente que no había soportado el cambio de siglo. A comienzos del siglo XX, la poesía no se vivía como una representación de las emociones o la subjetividad del poeta. Ahora, en cambio, ante un Mundo antiguo que se tambaleaba y estaba a punto de caer, la poesía necesitaba una fuerza –una violencia incluso– a la que no se había prestado hasta entonces. Era la época de los manifiestos, donde la palabra tenía el propósito de mover, de incitar y remover los órdenes: Marinetti publicó en 1909 su Manifiesto futurista, donde ensalzaba el dinamismo, la potencia, apoyaba la guerra y desdeñaba a las mujeres.

A éste respondió Loy en 1914 con su Manifiesto feminista, un texto que no llegó a publicar en vida y que sin embargo fue la base y voz de las mujeres dentro del movimiento vanguardista. En este manifiesto, Loy reivindica con extrema sinceridad y convicción la situación y la sexualidad de las mujeres, algo que por entonces se consideraba tabú, y desde luego no pasó desapercibido:

Mujeres, si queréis realizaros, [….] todas vuestras concepciones han de ser desenmascaradas –las mentiras soportadas durante siglos tienen que desaparecer– ¿estáis preparadas para el Esfuerzo?

Loy Mina

Por aquel entonces la línea poética e ideológica de Loy ya estaba definida: formaba parte de toda aquella subversión vanguardista que se estaba gestando y propugnaba con vehemencia el cambio en una moral y un mundo en ruinas. El papel de la mujer, sin embargo, y a pesar de los numerosos nombres femeninos que llenaban las listas de las Vanguardias, se limitaba por entonces a una inspiración para el artista masculino, a un objeto del que poder echar mano de vez en cuando y que se mantenía sólo a la sombra de los grandes nombres masculinos.

Desde Italia envió trabajos para numerosas publicaciones vanguardistas tanto europeas como estadounidenses –Camera work, editada por Stieglitz; Trend, en la que publicó junto a Djuna Barnes…–. En la neoyorquina Trend publicó uno de sus poemas más definitorios y controvertidos: «Parturition» [Alumbramiento] (1914), donde reivindicaba la sexualidad femenina mediante la descripción de un parto. Es un poema, como toda su obra y vida, fluctuante, ambiguo, lleno de convicción e inseguridad, en el que trata por primera vez un tema que nunca se había presentado en poesía, reivindicando unas ideas rompedoras en ese momento y tremendamente actuales si se leen hoy:

I am the centre / of a circle of pain / exceeding its boundaries in every direction // The bussines of the bland sun / has no affair with me

Soy el centro / de un círculo de dolor / que sobrepasa sus límites en todas direcciones // Los asuntos del tierno sol / no tienen nada que ver conmigo

Loy formaba parte de una –paradójica– vanguardia tremendamente conservadora, que acabó politizándose y que prometió romper moldes cuando solamente los mantuvo, y ni siquiera los asuntos del tierno sol se interesaban por aquella situación sofocante en la que vivía.

Tras el estallido de la guerra, Loy se dirige a Nueva York, donde ya había conseguido suficientes contactos por sus diversas publicaciones en revistas. En Nueva York floreció del todo: la ciudad era un vaso a punto de colmar. Las exposiciones vanguardistas ganaban cada vez más terreno. En 1917, el mismo año en que Loy llegó a la ciudad, la Society of Independent Artists rechazó el famoso urinario que Duchamp presentaría con un R. Mutt escrito en el lateral y que Mina Loy elogiaría más tarde en el segundo número de The blind man; William Carlos Williams, Ezra Pound y T. S. Eliot guiaban el rumbo de la literatura norteamericana modernista y elogiaban la obra de Loy desde sus primeros trabajos; la Modern School, fundada en 1911 por una asociación anarquista de la que formaba parte la activista Emma Goldman, llevaba más de seis años funcionando en un local de Harlem antes de la llegada de Loy. Aquella escuela, donde se impartían clases gratuitas de pintura, filosofía, literatura, educación sexual y entre cuyos profesores se encontraban nombres como los de Jack London, la ya mencionada Emma Goldman, Lola Ridge o Louise Bryand, ayudó a que todo un movimiento librepensador y cultural se alzara frente a las estrictas reglas morales de la época. De allí salieron nombres como Man Ray o Edward Hooper, que solían reunirse con Duchamp en la cafetería de la escuela. El ambiente cultural era un hervidero, y toda la grandeza y la potencia de aquella vida supieron abrirse camino ante sus ojos.

Mina Loy escritosEl mismo año de su llegada conoció a Arthur Cravan, un excéntrico poeta-boxeador que se autoproclamaba sobrino de Oscar Wilde, medía casi dos metros y destilaba la misma agresividad que delicadeza, al que Loy más tarde caracterizaría de «monstruo tan adorable como Venus». En poco tiempo se conocieron y decidieron huir en barco para recorrer toda Sudámerica. Loy estaba embarazada por entonces y marcharía en tren. Cravan, por su parte, alquilaría un viejo barco y llegaría hasta Chile, donde se iban a encontrar. El extraño poeta-boxeador zarpó de un pequeño puerto del Pacífico y nunca más volvió, cerrando su disparatada vida de la única forma en que podía cerrarla. Sin embargo, lo que para él fue un broche dorado, para Loy supuso un tremendo golpe del que jamás se recuperaría del todo y que, junto a la antigua pérdida de su hija en Europa, marcó el rumbo de toda su vida.

Durante los años veinte seguiría publicando en las revistas más controvertidas de Nueva York, como The Little Review, que pronto sería censurada por la publicación del Ulysses de Joyce. Los movimientos vanguardistas seguían construyéndose y el círculo de Loy también: Tritan Tzara y el dadaísmo elogiaban a su marido desaparecido, algo que no provocó nada bueno en Loy. El ambiente neoyorquino tras la guerra se le presentaba extraño y decidió volver a Europa.

Loy se instalaría en uno de los principales focos culturales de la postguerra: la vibrante París. Allí publicó en las revistas de mayor renombre y prestigio de la época. Conoció a Freud en Viena, entrevistó a Djuna Barnes y entabló una amistad duradera con Peggy Guggenheim. Su nombre aparecía junto a los de E. E. Cummings, Eliot o Joyce. En 1923 publicó su primer poemario: Lunar Baedeker. Las Baedeker eran guías de viaje muy utilizadas a principio de siglo en el mundo anglosajón, donde se presentaban actividades interesantes y recomendaciones.

Lunar Baedeker es la publicación más vertebral de Mina Loy, es un manifiesto surrealista sin el nombre, complejísimo y ambiguo, lleno de simbolismo, donde se arrastran los conceptos hasta el absurdo. En esta guía lunar Loy realiza un recorrido por un paisaje nocturno, lleno de luces, donde todo es posible y las direcciones no existen –apenas utiliza preposiciones y cuando las emplea parece que lo hace de forma casi aleatoria–, inventa palabras –stellectric [esteléctrico] surge de la unión entre stellar y electric–, mezcla conceptos de la literatura clásica con los avances tecnológicos de su época…

Loy realiza la descripción de un lugar tranquilo, con posibilidades, y sobre todo desconocido por el lector. Sin embargo aquella Luna que presenta Loy va mucho más allá: la Luna, símbolo continuo de la feminidad, aparece aquí como el motivo principal del poemario, cuyo título no es otro que el de una guía de viajes; Mina Loy realizó una guía de viajes presentando las características y lugares de un mundo hasta entonces desconocido y evitado, del que ella misma formaba parte y que no era otro que el de la feminidad.

A comienzos de los años treinta dejó de escribir y se dedicó a la decoración de lámparas, apoyada y protegida por su amiga Peggy Guggenheim. Ante el corcoveo del tiempo Loy era una fuerza batiéndose continuamente entre dos polos. Una fuerza ambigua y excéntrica, fluctuante, que pudo analizar y descifrar el rumbo que seguían su vida y su obra –pues no diferenciaba una de otra–. Asumía y contemplaba una realidad que se desmoronaba ante ella, de la que muchas veces no se le hacía partícipe, y supo plasmarlo en su poesía. Supo detenerse ante todo aquello que se le presentaba y concederle vida. Supo despegarse y enfrentarse a toda aquella moral decimonónica que vivía como una carga en todos los círculos en que se encontraba. Nunca se separó de la Luna, del ondular constante en que estaba inserta y mediante el cual encontró una vía para retratar todas aquellas luces que había Tras los ojos de Dios.

A continuación incluyo mi traducción del poema que da título a la colección Lunar Baedeker:

Un lucifer de plata

ofrece

cocaína en cornucopia

a unos sonámbulos

de adolescentes muslos

envueltos

en satíricos ropajes

Peris en uniforme

preparan

el Leteo

para advenedizos póstumos

Avenidas delirantes

se iluminan

con lámparas

de infusorios

de la tumba del Faraón

llevan

a últimos días de mercurio

odioso oasis

en fruncido Fósforo

la luz blanca del cielo

del barrio de color blanco

de lunares lujurias

señales esteléctricas

«alado espectáculo en la Escalera»

«carrusel zodíaco»

ciclones

de polvo extático

y cenizas levantan

cruzados

desde ciudadelas alucinatorias

de cristal roto

a cráteres evacuados

un rebaño de sueños

pace sobre la Necrópolis

desde las orillas

de ovalados océanos

al Oriente oxidado

odaliscas con ojos de ónice

y ornitólogos

contemplan

el vuelo

de un Eros obsoleto

y la «Inmortalidad»

enmohece

en los museos lunares

«cíclope nocturno»

«concubina de cristal»

cicatrizada en personificación

el fósil virgen de los cielos

crece y mengua–

4 comentarios en “El universo lunar de Mina Loy

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