Conversaciones con Arthur Schopenhauer

conversaciones-schopenhauerPor primera vez en español, traducidas excelentemente por Luis Fernando Moreno Claros, se recogen en Acantilado las Gespräche (conversaciones) que el llamado “Buda de Fráncfort” mantuvo con multitud de personajes de la época (filósofos, artistas, militares, seguidores y detractores, mujeres y hombres), mostrándose, en juicio unánime de todos ellos, como alguien seguro de sí mismo si bien accesible, en quien todos encontraron alguien de quien aprender, de quien sorprenderse, y sobre todo, alguien a quien recordar.

Quienes hayan oído hablar de Arthur Schopenhauer o hayan leído algunas de sus páginas sabrán que desde su más temprana juventud tuvo a su sistema por la verdad que durante milenios la filosofía anduvo buscando. Este sistema respondería más a las necesidades del ánimo humano, siempre errante tras el evasivo sentido, que al ahínco académico por erigir una enciclopedia de los saberes filosóficos que pudiera dar con una solución al más eminente problema del hombre: la omnipresencia del sufrimiento en el teatro del mundo. En el cuarto volumen del Nachlass editado por Hübscher, entre las líneas del llamado por Schopenhauer Cholerabuch, leemos una confesión que nos confirma lo antedicho: «A mis diecisiete años de edad, sin ninguna educación escolar, me asombraron las miserias de la vida tanto como a Buda en su juventud el descubrimiento de la enfermedad, el dolor, la vejez y la muerte. La verdad que el mundo gritaba de manera tan audible y clara superó pronto los dogmas judíos que me impregnaban, y mi conclusión fue que este mundo no puede ser la creación de un ser lleno de bondad sino, más bien, la de un demonio que se deleita en la visión dolor de las criaturas a las que ha abocado a la existencia».

Le pregunté a Schopenhauer por qué la voluntad en la naturaleza, que va ascendiendo de grado en grado hasta el hombre, deja que persistan los grados más bajos, que ella sobrepasa y que no parecen bastarle. Schopenhauer repuso: «Los deja persistir y los renueva siempre una y otra vez porque los necesita para devorarlos. Puesto que esta voluntad es una voluntad hambrienta que se devora a sí misma».

La primera de las conversaciones que el recopilador y traductor recoge en este imprescindible volumen se refiere al encuentro que el filósofo mantuvo con el ya entrado en años poeta Wieland, uno de los referentes de la literatura alemana de entonces, quien no pudo menos de quedar asombrado ante la clarividencia de un aún adolescente Arthur:

Schopenhauer visitó a Wieland cuando éste tenía setenta y ocho años de edad. Wieland le desaconsejó que se dedicara al estudio de la filosofía aduciendo que era una carrera poco sólida. Respuesta: «La vida es una cosa miserable y yo me he propuesto dedicar la mía a reflexionar sobre ello». Finalmente, Wieland le dijo: «Sí, ahora me parece que ha elegido bien, joven, ahora comprendo su naturaleza; permanezca usted en la filosofía».

Schopenhauer

Es por tanto el pensamiento de Schopenhauer un monumento a las vicisitudes humanas, a los problemas que, en la existencia, nos acechan sin descanso: la muerte, la desesperanza, el amor, la cultura, el desánimo, la guerra, el derecho, la mentira, el arte, etc. Por eso se hace imprescindible conocer no sólo, como él ya apuntó, cada una de las páginas que dejó escritas sin alterar ni una de sus comas, sino también acercarse a la personalidad de quien –a la sombra de los celebrados Hegel, Schelling y Fichte, figuras de relumbrón en aquel XIX tan filosóficamente prolijo pero hoy olvidados más allá de los muros universitarios– no tuvo reparos en manifestarse tal cual era: misógino (algo que suavizó notablemente al final de su vida), cascarrabias, contundente, nada elucubrador, sincero, paranoico, excelente escritor y, quién lo diría, magnífico conversador. Una de las pocas mujeres que visitaron al filósofo, Jeanne Marie von Gayette, recuerda que:

Su conversación era tan agradable debido a que se apasionaba con cualquier tema y se interesaba por él con viveza; a la vez, sabía mantener el buen humor y la cordialidad; había en él algo de esa austeridad antigua lo mismo en la palabra que en la apostura de su persona.

El material de este libro, por tanto, es el recuerdo. El recuerdo de quien a Schopenhauer se acercó y no pudo menos de dejar constancia de la personalidad y carisma de este pensador que a nadie dejó indiferente. Estas Conversaciones son, así, un franco homenaje de quien tuvo la suerte de tomar partido del verbo aguerrido, ágil y enriquecedor del filósofo alemán.

Las piezas aquí reunidas harán las delicias de cualquier lector: Schopenhauer se muestra tan franco y claro en su escritura como en las palabras pronunciadas a viva voz. Este volumen ha de ser celebrado no sólo como una contribución al estudio en español de este filósofo aún poco tratado en el contexto académico, sino también y sobre todo como un elogio de la filosofía, que queda patentizada como el esfuerzo humano por desentrañar los últimos fundamentos de la realidad.

Un promontorio precioso y privilegiado desde el que lanzarse a conocer todos los vértices, tan atractivos como enrevesados, de la personalidad de Schopenhauer, de alguien que puso el valor de la existencia en mostrar la verdad a cualquier precio.

No olvide nunca estas últimas palabras mías: el problema no es el del bien, es el del mal. Desconfíe usted de las metafísicas dulzarronas. Una filosofía a través de cuyas páginas no se oigan los sollozos, los gemidos, el rechinar de dientes y el formidable estruendo de la carnicería recíproca y universal no es una filosofía.

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