La Mettrie: «La naturaleza es tan ciega cuando da la vida como inocente cuando la destruye»

Julien-Offray de La Mettrie resulta conocido entre los estudiosos de la historia de la Filosofía como uno de los miembros de la tradición más encarnizadamente materialista (junto a Holbach, Meslier o Helvétius). Una corriente que ve la luz en los albores del pensamiento griego (Leucipo, Demócrito) y que encuentra continuidad en autores latinos posteriores como Lucrecio y su extenso poema De rerum natura. A pesar de haber dado con importantes trabas con la imposición en Europa del aristotelismo, y tras la Escolástica medieval, el materialismo vuelve a cobrar renovadas fuerzas en la época de la llamada Ilustración radical francesa, cuando comienzan a cuestionarse algunos dictados metafísicos heredados de Descartes y de la corriente filosófica más apegada al canon de la religión cristiana. Como escribe Michel Onfray en su Los ultras de las Luces, para La Mettrie…

La materia lo es todo; Dios, en consecuencia, es poco, incluso nada, cuando no nada del todo; no hay otra cosa que múltiples modificaciones de una sustancia una y única; el hombre no reina en la cima de la creación. […] ¿Hay lugar para la moral en la mecánica de un mundo organizado más allá del bien y del mal? La Mettrie, coherente, concluye que en esta famosa naturaleza reina una necesidad absoluta, una total fatalidad: el determinismo es la ley. Semejante filosofía entierra definitivamente las fábulas cristianas del libre albedrío, de la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, del pecado original, de la falta y la responsabilidad colectiva de la humanidad.

Ya el propio Descartes había distinguido muy bien entre «res cogitans» y «res extensa», es decir, entre el componente espiritual (racional) de la realidad y su contrapartida material o corporal. Si bien en el padre de la Modernidad filosófica aquella «res cogitans» sigue rigiendo el mundo (y salvándolo de la más descarnada animalidad, del salvajismo), no puede sin embargo dejar de observar que por doquier encontramos cuerpos que, desde fuera, parecieran moverse como máquinas, alentadas por un mecanismo oculto del que poco podríamos decir si no fuera por nuestra capacidad de autoconocimiento, de introspección. Descartes hará precisamente de esta capacidad el motivo central de sus reflexiones, y será a partir de ella de la que extraiga la superioridad de lo pensante frente a lo físico o corporal.

El que ha considerado al hombre como una planta y no le ha concedido más estima que a una col, no ha hecho mayor daño a esta hermosa especie que quien ha hecho de él una pura máquina. El hombre crece en la matriz por vegetación y su cuerpo se descompone y restablece como un reloj, ya sea por sus propios resortes, cuyo funcionamiento suele ser satisfactorio, ya sea por el arte de quienes los conocen, no como relojeros (los anatomistas) sino como físicos químicos.

El arte de gozar La MettrieA ojos de un autor como La Mettrie, Descartes supone un paso necesario en la historia de la Filosofía, pero del todo insuficiente. Nuestro protagonista se propone pensar del todo y hasta las últimas consecuencias el hecho de que no podamos extraer más consecuencias de nuestro contacto con la naturaleza que las que nos permite sondear nuestra experiencia. En La Mettrie se dan cita los ahíncos de los empiristas ingleses (fieles lectores del Novum Organum de Bacon), de Newton y su intención de fundar una nueva metodología de las ciencias y, por último, la teoría del conocimiento de Locke. Su dictado: no más elucubraciones, no más sesgos metafísicos; la experiencia nos dota de todo cuanto necesitamos saber.

Aunque como comprobamos en las primeras páginas de su Sistema de Epicuro, recogido en la edición que Laetoli ha publicado recientemente (en magnífica traducción de Elena del Amo) bajo el título El arte de gozar, no quiere esto decir que La Mettrie considere que la naturaleza resulte cognoscible por sí y en sí, pues…

Cuando leo en Virgilio Felix qui potuit rerum cognoscere causas! [¡Dichoso el que ha podido conocer las causas de las cosas!], pregunto: quis potuit? [¿quién pudo?]. No, las alas de nuestro genio no pueden elevarnos hasta el conocimiento de las causas. […] Vemos todos los objetos, todo lo que pasa en el universo, como el precioso decorado de una ópera, del que no percibimos ni las cuerdas ni los contrapesos. En todos los cuerpos, como en el nuestro, los primeros resortes nos están ocultos y probablemente lo estarán siempre.

Por eso, explica La Mettrie, nos sentimos tan empujados a emplear la religión y la metafísica en el curso de nuestras investigaciones, para intentar dar con un fundamento último que, desde la experiencia, se nos antoja incognoscible. Debemos tener en cuenta que La Mettrie cursó estudios de Medicina, una práctica que le condujo a sostener su conocida hipótesis del hombre-máquina. No sólo los animales se adaptan a este esquema, como Descartes ya defendió, sino que también el ser humano se guía en sus acciones y pensamientos principalmente a través de sus deseos, que buscan una satisfacción no siempre posible: «no somos más criminales al seguir la impresión de los movimientos primitivos que nos gobiernan que el Nilo lo es de sus inundaciones y el mar de sus destrozos». Y es que, asegura, «los diversos estados del alma son siempre correlativos a los del cuerpo».

Todas las facultades del alma dependen tanto de la propia constitución del cerebro y de todo el cuerpo que no son visiblemente más que esa misma constitución. ¡Se trata de una máquina bien iluminada! […] El alma no es, pues, sino un término vano del que no se tiene la menor idea, y del que una mente inteligente no debe servirse más que para nombrar la parte de nosotros que piensa.

El conocido problema de la relación entre alma y cuerpo, explicitado por Descartes, queda de esta manera sentenciado. Lo racional de nosotros no es sino la manifestación anímica de lo corporal. La materia contiene en sí misma el principio del movimiento, no precisa de una instancia racional o espiritual que la ponga en funcionamiento. No existe ser extraño o ajeno al propio cuerpo que inicie su marcha. Los estados del alma son siempre correlativos a los del cuerpo.

La Mettrie cuadroDesde este balcón epistemológico y antropológico se asoma La Mettrie a la doctrina de la felicidad, fundamental en su pensamiento, de la que la mencionada edición de Letoli se hace cargo, recopilando un conjunto de textos en los que se pone de manifiesto la vertiente eudemonólogica del sistema de este contundente autor: La voluptusoidad, Anti-Séneca o Discurso sobre la felicidad, Sistema de Epicuro y El arte de gozar. Este volumen compila además tres interesantes artículos de André Comte-Sponville, que se ocupan de distintas vertientes del sistema materialista de La Mettrie.

Su tesis principal asegura que «el honor, la razón, todas esas bellas quimeras que respetáis a expensas de nuestros placeres» han de dejar paso a la auténtica motivación de nuestras acciones: la obtención de felicidad, como ya hemos apuntado, a través del placer corporal. «La voluptuosidad gime, los sentimientos del corazón no pueden bastarle, su imperio está basado en los últimos favores: es preciso -sostiene La Mettrie- que todos los placeres de los sentidos estén recíprocamente mezclados y confundidos con nuestras almas para que gocen de los más deliciosos arrebatos». Y ello porque la naturaleza tiene sus derechos y no podemos, como componentes de su reino, negárselos.

¡Qué placeres los del amor, por los dioses! ¡Qué encantos más seductores y arrebatadores! ¿Es posible llamar placer a todo lo que no es el amor? Saboreamos aún sus beneficios incluso después de haberlos recibido. ¡Dichosos aquellos a los que la naturaleza ha dotado de órganos vigorosos! Para ellos todos los días amanecen serenos y voluptuosos, para ellos el goce es una verdadera necesidad constantemente renacida, y la necesidad la madre del placer.

Por eso también es inútil temer a la muerte, como ya sostuviera Montaigne. Cómo nos enfrentamos a ella es la auténtica piedra de toque de la sabiduría: «para ser verdaderamente sabio, no basta con saber vivir feliz en la moderación: hay que saber abandonarlo todo con sangre fría cuando llega la hora». En un giro muy parecido al que empleará Sade, estima La Mettrie que la razón ha hecho de nosotros unos locos: nos ha alejado de nuestras originarias y primigenias inclinaciones, es decir, nos ha vedado la puerta al placer. Un excesivo funcionamiento del espíritu impide el desarrollo de la felicidad. Nadie escapa de las garras del placer y todos nos hallamos condenados al hedonismo, aunque diversos son sus caminos. En opinión de La Mettrie, la doctrina cristiana, así como el estoicismo más acendrado, sólo dificultan la meta para la que la naturaleza nos ha colocado en su reino: alcanzar la felicidad.

En general, cuanto más ingenio se posee, más propenso se es al placer, a la voluptuosidad. Por el contrario, me parece que en el trato con el mundo los necios y los entendimientos limitados son en general los más indiferentes y más reprimidos. Sin duda, el placer, que sienten con poca intensidad, los conduce raramente más allá de los límites de la razón.

Un autor fundamental, fatalmente olvidado de los programas académicos universitarios, que nos invita a tener como únicas armas del ser humano la cultura y la educación, que nos humanizan, que nos ensalzan, y que nos ayudan a situarnos a la altura de nuestra especie.

2 comentarios en “La Mettrie: «La naturaleza es tan ciega cuando da la vida como inocente cuando la destruye»

  1. saludos, interesante concocer los avances expositivos de latinoamerica; afecta el avance de el concepto que te aleja de DIOS, ya que hemos comprobado y con propiedad, que como huellas, dejadas al paso en el camino; descubrimos que, la casualidad, ni el big ban, ni ningun tipo de colisiones, nos creó; basta observar nuestra perfeccion en funcionamiento, en apariencia y armonía de entorno, tanto espacial, como terrenal y teniendo en cuenta que serían materia y tangible, debemos incluir tambien aquello que no vemos, y sentimos.El viento entre otros, la inercia, la relatividad, la friccion, la gravedad.todo tan perfectamente planeado para el servicio de la humanidad, enseñoreandose y regodeandose, hasta el colmo de la estupidez, la autodestrucción, en aras de poder.

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  2. Interesante filosofía,que al ser más difundida encontraría muchos adeptos en este mundo cada vez más materialista y tal vez hedónico.Se agradece compartirlo,al final de todo hay que aprender y saber ,para poder elegir ,comparar .

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