Filosofía samurái

Samurái1La cultura japonesa está de moda. Quizás debido a la terrible y desoladora crisis económica y social que vive con especial virulencia Occidente, el interés de numerosos lectores se ha volcado últimamente hacia las culturas más orientales, plagadas de historias apasionantes que nos proporcionan, a la vez, un rico material mitológico e histórico con el que dar un sentido a la existencia.

El libro que en esta ocasión os recomiendo, escrito por el célebre divulgador Jonathan Clements (autor de varias obras, todas interesantes, en las que estudia diversas facetas del Extremo Oriente), y publicado por Crítica, nos acerca a la casta guerrera por antonomasia del Japón medieval, alrededor de la cual giran tantos relatos y leyendas: los samuráis.

De lectura emocionante, excitante incluso, el volumen de Clements aborda con un sobresaliente rigor la figura del samurái, pero sin perder nunca de vista la perspectiva mítica y legendaria que rodea a estos poderosos soldados montados que, en un principio, ascendieron al poder como servidores de los señores feudales, aunque más tarde alcanzarían la denominación de “brazo militar” de la corte imperial.

En un tono cercano y casi apacible -carente de la severidad y adustez de los manuales de historia-, que permite al lector leer Los samuráis como si de un entretenido discurso hablado se tratara, Clements explica que

Al igual que los vikingos escandinavos, los samuráis empezaron siendo hombres sin nada que perder, que conquistaban tierras a golpe de espada. Al igual que los cruzados europeos, también exportaron sus habilidades marciales en numerosas expediciones en el extranjero. Pero en contra de una idea falsa muy extendida en la actualidad, los samuráis no son una creación exclusivamente “japonesa”. A lo largo de toda la historia de Japón, China y su reino vasallo de Corea actúan como poderosas influencias de las que apenas se hace mención.

Samurái

Característica indumentaria samurái

A pesar de que el término “samurái” pueda traducirse, literalmente, como “servidor” o “criado”, esas menciones a las que se refiere Clements aportan algunas de las formas en que estos guerreros fueron observados por diferentes culturas, ópticas siempre dependientes de las distintas coyunturas y vicisitudes políticas y sociales de turno: “como amenaza a la que combatir, como fuente de cultura y tradición, como lugar de aristócratas refugiados y riqueza, como espacio de comercio”.

Al margen de tales interpretaciones, más o menos históricas y más o menos anecdóticas (si las consideramos desde un punto de vista estrictamente histórico), es indiscutible, por otro lado, el carácter fabuloso, maravilloso y desde luego proverbial que con el tiempo han adquirido los samuráis. Pero, ¿de dónde proviene esta casi quimérica aura que se les adscribe?

Clements asegura que, ya desde el principio, los samuráis adquirieron un “código de valores que primaba el arrojo y la constancia suicidas”, lo que creó un culto que rozaba lo religioso… hacia todo cuanto estuviera relacionado con la batalla y el combate. Y no sólo eso:

Las primeras batallas samuráis poseían un carácter ritual y teatral: los paladines avanzaban sobre su cabalgadura para anunciar en alta voz sus nombres y su linaje; era importante hacer recuento de las presas y dejar constancia de la propia actuación.

Hasta tal punto era así que, nos cuenta Clements, no era raro en absoluto que cada guerrero portara banderas y estandartes personales “para dejar claro quién iba cortando cabezas en el campo de batalla”, e incluso personalizaban sus armaduras con elementos que han pasado a formar parte de la iconografía samurái: su característico yelmo, en el que en ocasiones situaban cuernos de demonio, una media luna o la cabeza de un diablo para, así, amedrentar más fácilmente al rival.

Otro de los datos que merece la pena tener en cuenta es que los samuráis provienen de una clase guerrera que, muy poco a poco y no sin los dolores de parto propios de una casta que quiere ganarse un puesto reconocido en su sociedad, en sus comienzos se encontró absolutamente sometida al designio de sus señores. En palabras de Clements, tuvieron su origen en una auténtica “chusma violenta” a principios de la Edad Media. Sin embargo, “a medida que un guerrero victorioso iba acumulando botines y riqueza, los elementos ornamentales de estos militares eran cada vez más ostentosos”, y de esta manera algunos de ellos comenzaron incluso a alcanzar algo de poder.

Con el paso del tiempo, ciertos samuráis terminaron dominando a los emperadores a los que se suponía que servían. […] Desde la Edad Media hasta finales del siglo XIX, Japón estuvo bajo el control efectivo de la clase samurái y los decretos imperiales no eran más que la simple ratificación de las decisiones tomadas por el caudillo dominante. […] Esta actitud convirtió a los emperadores en peones de los jefes militares que tenían un acceso más directo a ellos.

SamuráisEste poder, sin embargo, sólo podía ser expresado y encauzado a través del Bushido, traducido como “el camino del guerrero”, una suerte de código filosófico en el que la vida, el honor, la valentía y la destreza en el campo de batalla eran tomados como los máximos valores.

Pero si por algo destacaba un samurái era por la defensa a ultranza del honor: la muerte era escogida antes que llegar a quebrantarlo. Conocida es la práctica, divulgada en Occidente como haraquiri, que adquiere el nombre japonés de seppuku, consistente en rajarse el vientre y desentrañarse. “Se consideraba la forma de morir más insoportable y desagradable conocida por el hombre y, por eso mismo, era un tipo de tortura voluntaria llevada a cabo por el samurái decidido a demostrar la pureza de sus objetivos”, apunta Jonathan Clements.

No perdáis la ocasión de investigar el apasionante universo de los samuráis (que ocupa cerca de mil años en la historia de Japón), de la mano de este libro de Jonathan Clements, quien nos guía de manera brillante y a veces conmovedora. De lo mejor que he leído últimamente sobre ensayo histórico.

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