La madrileña editorial Fórcola cuenta en su catálogo con una auténtica joya bibliográfica: un documento que servirá para calmar la sed de especialistas en busca de material inédito en español, pero dirigido también a todos aquellos lectores del inmortal Charles Dickens que deseen adentrarse en los enrevesados vericuetos de su intensa biografía: Dickens enamorado.
Nos encontramos ante un volumen editado de manera envidiable (tapa dura forrada por un elegante diseño de cubierta, en la que podemos observar la imagen de un joven Dickens), escrito por la magnífica pluma (dulcemente rigurosa) de Amelia Pérez de Villar, prolífica traductora de autores como Harold Bloom, Edith Warthon o Gabriele d’Annunzio.
En el prólogo de la obra adivinamos las intenciones de la autora y los editores:
En 1908 George Pierce Baker, catedrático de Literatura Inglesa en la Universidad de Harvard, editó para los miembros de la Sociedad Bibliófila de Boston un maravilloso volumen que contenía la correspondencia privada entre Charles Dickens y Maria Beadnell.
Palabras repletas de un cierto misterio hermético, dado el contexto casi familiar en el que la mencionada correspondencia se publicó, pues, como se dice, iba dirigida en exclusiva a «los miembros» de tan distinguida Sociedad. Por otro lado, resulta curioso que, a pesar de la -a veces- hermandad literaria que se da entre estadounidenses y británicos, esta relación epistolar entre Dickens y la tal Maria Beadnell viera la luz tan lejos de la tierra natal del escritor. ¿Responde este último dato a alguna razón de peso?
Como también leemos en el prólogo, según Henry H. Harper, autor a su vez de la nota introductoria de la edición de Boston, las cartas que Charles y Maria intercambiaron…
… se guardaron como algo sagrado tras su descubrimiento y adquisición, hasta tal punto que el propietario únicamente permitió que se copiara una de ellas, sólo para consulta privada y omitiendo nombres. Al darse cuenta de que su publicación era inviable en Inglaterra esa persona las llevó a Estados Unidos, donde vendió toda la colección.
Todo un periplo que, en el caso de la edición española, termina nada menos que en 2012, con la magnífica publicación de Fórcola que tanto recomiendo. Pero ¿a qué se debe este halo, enigmático a todas luces, que rodea al epistolario? ¿Qué extraña reserva produjo la ocultación de la relación entre Dickens y Beadnell? Lo cierto es que en la edición de Boston se indica que, «aunque de índole privada, la correspondencia entre Dickens y Beadnell no contiene nada que pueda sacudir la moral más sensible. […] No hay nada en las cartas que pudiera perjudicar su reputación o diezmar la reverencia que inspira su memoria».
Aunque, me perdonará el compilador estadounidense por la enmienda, sí es cierto que el documento que tenemos entre manos de seguro facilitará al lector de Dickens, y más allá, al conocedor de su biografía, nuevos aspectos de la vida del escritor que -digámoslo- tantas veces ha sido llevada casi al extremo de la hagiografía.
Dickens vivió hasta el final inmerso en una vorágine de trabajo, relaciones sociales y desplazamientos: la misma que había marcado sus días desde la cuna, en un lugar no muy lejano a aquel desde el que ahora se marchaba para emprender su último viaje. Entró en la vida adulta rechazado por un amor imposible; la abandonó ocultándose de otro, pero, en los dos casos, persiguiendo: siempre persiguió algo. Un sueño, una ilusión, lo que él consideraba su destino.
Amelia Pérez de Villar, Dickens enamorado, p. 180
Dos son, a mi juicio, los grandes aciertos de este magnífico ensayo de Pérez de Villar. En primer lugar, por lo que toca a la editorial, haber escogido un epistolario que tantos datos nos ofrece para complementar los que ya conocíamos sobre la vida de Charles Dickens. La correspondencia entre Charles y Maria -reitero- es un texto inédito en español, que ahora Fórcola nos presenta en impecable traducción. En segundo lugar: haber publicado las cartas, sin más, ya hubiera supuesto todo un mérito editorial, pero no contenta con eso, Amelia Pérez de Villar lleva a cabo una nada fácil tarea de acompañamiento (a través de casi 200 páginas) con la que el lector se siente arropado de manera constante, y en cuyo desarrollo se dan por igual dos cualidades difíciles de aunar en un ensayo de estas características: la amenidad (que nos hace leer la obra como si se tratase de una novela dickensiana) y una justa severidad (que se deja notar en el rigor de los datos presentados y en el conocimiento de la autora sobre la vida de Dickens).
Y si aún no se ha echado en falta, quizás ahora caiga el lector en la cuenta de que en esta nota sobre Dickens enamorado no he dicho aún ni una palabra sobre la corresponsal del literato, quizás la auténtica protagonista de este fantástico y documentado ensayo biográfico: Maria Beadnell (de casada Winter). Y me parece que así ha de ser: corresponde al lector averiguar, bajo la elocuente pista que ya da el título de la obra, qué tipo de nexo une al escritor y a Maria. Y lo más interesante: qué consecuencias tuvo en la vida de Dickens haber conocido a tan enigmática señorita cuando Charles comenzaba, tras una penosa infancia, a ver algo de luz en su más temprana juventud.
Sólo añadir, como aliciente a la lectura -si lo anterior no ha sido suficiente-, que parece bastante probable que la Dora de David Copperfield esté inspirada en la relación que Dickens mantuvo con Marie. Por otro lado, y acaso más importante, veremos cómo un Charles casi inédito se nos aparece en el transcurso de estas misivas (¡que duran toda una vida!), en las que el compasivo, cercano y en ocasiones excéntrico y nervioso escritor se nos presenta en su juventud como un airado amante, y más tarde, en su madurez, como un hombre al que la condena de una memoria agridulce no le permite plantear una sana relación con su pasado. Aunque… ¿a quién le está permitido esto último?
Gracias, querido Carlos, por tu entusiasta reseña del libro de Amelia Pérez de Villar. Una biografía atípica del gran Dickens, que va logrando cada vez mayor reconocimiento por parte de lectores entregados como tú.
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Es una auténtica maravilla
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