¿Fue Platón uno o muchos? Un enigma histórico en el comienzo de la filosofía

Cuando nos preguntamos quién fue Platón no nos estamos refiriendo a aquel noble ateniense llamado Aristocles (que fue apodado «Platón» por sus anchas espaldas) más que de forma secundaria. Nuestra indagación se centra, realmente, en quién es el autor de aquellos diálogos que están firmados bajo el nombre «Platón». Hay una diferencia sustancial entre el autor y la persona concreta, aunque ambos coincidan nominalmente. Efectivamente, sabemos que en la Grecia clásica la noción de individuo no estaba tan desarrollada, sino que la persona era más bien un ejemplar de su sociedad y su familia, algo así como la relación que los chinos tienen con sus ancestros. El sujeto particular es un engranaje de la polis y del cosmos, no un ente significativo por sí mismo, como lo entendemos ahora. Esta ausencia de distinción clara entre el individuo y el grupo se plasma en el concepto que los griegos tenían de la autoría. Numerosos estudiosos, por ejemplo, han puesto en tela de juicio que Homero fuera una persona concreta, y defienden la postura según la cual podría haber sido un grupo de aedos que recogieran de forma escrita la tradición mitológica oral. Lo mismo ocurre con los poemas órficos. Si volvemos al caso de Platón, tenemos bastantes certezas de que sí existió una persona concreta que se llamó de este modo, y que tiene una relación estrecha con los celebérrimos diálogos. Sin embargo, ¿no podrían ser acaso dichos diálogos una obra conjunta de este pensador con sus alumnos? 

Esta hipótesis cobra fuerza si observamos el periodo vital en que son compuestas dichas obras: coinciden, casi en su totalidad, con la fundación y apogeo de la Academia, la escuela del pensamiento fundada por nuestro aristócrata ateniense. En dicha escuela se discutían las diversas ramas del conocimiento de forma oral y se buscaba una conclusión conjunta, no necesariamente original y de una autoría determinada. Así pues, los diálogos platónicos intentan plasmar este ejercicio de discusión y conflicto teórico, y podrían ser una representación de las propias disputas llevadas a cabo en la Academia, aunque presentadas bajo la apariencia de diálogos establecidos por personalidades antiguas de Atenas, como era el propio Sócrates

Es necesario, para observar el problema en su conjunto, que además de la noción de individuo en la Grecia clásica, traigamos a colación la función del texto escrito en esta sociedad. Nuestra sociedad es eminentemente textual: casi todo el lenguaje con que nos encontramos en nuestra cotidianidad está escrito (carteles, redes sociales, libros…), por lo que se nos hace muy difícil separar escritura y oralidad.

Sin embargo, en la época de Platón la situación era radicalmente contraria; la escritura era una herramienta que se había inventado hacía relativamente poco y que se usaba en escasos contextos. La función principal del escrito en esta sociedad era la de apoyar el discurso oral: por ejemplo, solían escribirse los discursos que se iban a recitar de cara al público, o las leyes que debían exponerse en los juicios. Todos estos usos remitían, en última instancia, al acto de habla. No existía una lectura que no implicara a la oralidad. Ni siquiera se practicaba la lectura en silencio, sino que las lecturas se hacían en voz alta y entre varias personas. Así pues, encontrándonos en una sociedad eminentemente oral como era la de Platón, concluimos que el objetivo de los diálogos era que se leyeran en reuniones de aristócratas o personas que pudieran dedicarse al ocio intelectual, pero que no pudieran o no desearan acudir presencialmente a la Academia a presenciar dichas discusiones de primera mano.

Esta oralidad mediada de los diálogos era un tema que preocupaba a Platón, como expresa en el Fedro¸ donde, mediante un mito, defiende que el texto escrito está indefenso frente a las objeciones. Por eso, las obras de Platón son dialógicas y, en la mayoría de casos, no llegan a una conclusión firme: la función de estos textos no es la de exponer una doctrina por sí mismos, sino la de iniciar una actividad dialéctica que continuara entre los múltiples lectores. Para Platón, el texto no es más que el primer escalón, útil para aquellos que no pueden ir a escuchar al pensador, pero totalmente fútil si no dan pie a un conflicto oral. Cabe remarcar que, siempre que nos referimos a Platón, hablamos del nombre que firma la obra, no de la persona concreta, puesto que desconocemos realmente en qué medida el hombre es el único autor del texto.

He afirmado que en los diálogos de Platón no se llega a conclusiones, pero ¿es esto cierto? ¿No son platónicas las doctrinas de una división entre el mundo de las Ideas y el mundo sensible, de la división de la sociedad en clases, de las partes del alma, y etc.? ¿No es el aristócrata ateniense el primer pensador sistemático? La unión de las obras platónicas con doctrinas concretas viene dada por la asunción común de que Platón habla en sus diálogos por boca de Sócrates. Esto parece evidente si nos remitimos a obras como Fedón, El banquete, Timeo u otros textos, donde el maestro de Platón expone una doctrina y sus contrincantes se ven claramente refutados. Pero esta perspectiva del pensamiento platónico no encaja con el conjunto de su obra, y sólo puede producirse si la sesgamos intencionadamente: efectivamente, ¿cómo encajan en ese supuesto socratismo platónico textos como Parménides o Teeteto, en los que no se llega a ninguna conclusión y, aún más, en el primero de ellos la teoría de las Ideas es vapuleada por un muy experimentado Parménides? ¿Ha cambiado Platón de personaje desde el que se expresa, y ahora se decanta por el pensador eleático? Es bastante problemático afirmar esto, y el autor de este artículo se decanta por la hipótesis de que Platón emplea a Sócrates como personaje debido a que ejemplifica adecuadamente el objetivo de la filosofía: buscar, mediante la discusión, una conclusión que no sea cómoda, sino verdadera.

Los textos de Platón son la invitación de la Academia a reflexionar sobre los diferentes problemas de la filosofía, y no afirmaciones contundentes de una concreta teoría. Por ejemplo, si se quiere pensar acerca de los asuntos políticos, se acudirá a la República¸ y si se quiere reflexionar sobre la poesía, al Ion¸ pero estos textos no son un recetario de verdades. El objetivo de estas obras es que nazca la discusión oral, no meramente sofística, sino sincera, usando las herramientas de que dota el diálogo a sus lectores. Si el propio Sócrates no era sino una partera que ayudaba a otros a encontrar por sí mismos la verdad, ¿qué serán dichos diálogos, sino una partera todavía menor que busca el mismo objetivo que el maestro? 

Al afirmar que los diálogos de Platón no son una recopilación de afirmaciones taxativas, como sí lo son la mayoría de obras posteriores de la filosofía, tampoco afirmamos que Platón no tuviera una teoría propia. Si así hubiera sido, Platón no hubiera sido un filósofo, sino un sofista, un Eutidemo (como el personaje del homónimo diálogo) que únicamente busca enrevesar las palabras y crear confusión. El filósofo, en cambio, busca los primeros principios y causas, como dijera Aristóteles, y lo hace, evidentemente, desde una unidad de pensamiento. Llanamente, desde los diálogos y las obras que nos quedan de Platón, no podemos extraer realmente más que retazos de la teoría de este autor. Cabe remarcar, nuevamente, que para Platón su actividad teórica más importante estaba en la Academia, no en sus textos (lo contrario de lo que ocurre con los pensadores actuales). De los diálogos de Platón, su obra exotérica, es decir, dirigida a un público externo a la Academia, podemos inferir frente a quién se sitúa: sus enemigos intelectuales son los sofistas y la turba, porque no buscan la verdad, sino el beneficio particular. Esa es la principal lección de los textos platónicos; una constante lucha contra el interés privado en pos de la universalidad, la negación constante de que «el hombre es la medida de todas las cosas». Sin embargo, situarnos más allá de una oposición y encontrar una teoría determinada y definitiva es algo que, en la mayoría de los casos, depende más de cómo completemos nosotros el texto que de lo que la propia obra nos diga realmente. 

En el primer libro de su Metafísica, Aristóteles nos habla de la teoría platónica del Uno y la díada, expuesta por Platón a sus alumnos, según la cual, el cosmos se compone de dos principios, opuestos y que se necesitan: la Unidad, que confiere esencia a las cosas, y la díada, que permite la multiplicidad. Sin embargo, las referencias a esta teoría son escasas y confusas, y más teniendo en cuenta que Aristóteles la expone con el objetivo de refutarla, por lo que presenta únicamente los aspectos que le interesan de la misma. Si, además de todo lo que hemos expuesto, tenemos en cuenta los diversos avatares históricos que las obras de Platón han experimentado, desde modificaciones a traducciones mal realizadas, pasando por pérdidas irreparables de grandes partes de las mismas, comprobamos que nos es realmente imposible conectar siquiera con el texto íntegro que nos legó el filósofo. Mucho menos, por lo tanto, podremos averiguar el pensamiento de Platón más allá de los textos que nos quedan.

Así pues, si Platón no es más que un nombre vago unido a diversos textos que deambulan por los problemas fundamentales de la filosofía, pero sin proponer soluciones claras, cuyo objetivo es iniciar un diálogo oral que se perdió hace siglos en el tiempo, ¿qué nos queda realmente de Platón? ¿Ha habido una sobrevaloración constante de sus diálogos, debida a las interpretaciones ilegítimas que de las mismas se han hecho? Afirmamos rotundamente que no,  sino que los diálogos de Platón son la piedra angular de toda filosofía. Es precisamente este alejamiento de la afirmación positiva y definitiva lo que hace que sus diálogos sean fundamentales para iniciar todo camino especulativo que verdaderamente tenga valor. Esto es así porque Platón no se detiene de una vez para siempre en ninguna idea, sino que las abarca todas, las recorre en sus consecuencias y las plasma con sus pros y contras. Cada obra de Platón es una pequeña partera, el inicio de un vía que contiene todas las posibilidades, pero no cercadas, sino abiertas al pensador que se enfrenta al texto. 

No podemos saber cuál era la teoría de Aristocles, del apodado Platón, ni si llegó a alguna conclusión en sus discusiones en la Academia; lo que sí podemos ver con claridad es que sus textos nos acompañan hasta el punto en que debemos ser nosotros quienes comiencen a pensar. Del mismo modo que si a un individuo le das peces nunca aprenderá a pescar, si a un pensador le das respuestas nunca aprenderá a preguntar, y los diálogos de Platón (ya sea un hombre o un conjunto de maestros y alumnos) nos dan las preguntas y sólo ofrecen respuestas parciales. 

Podemos concluir, por lo tanto, que el objetivo de Platón al escribir sus diálogos está claramente alejado del que buscan los pensadores actuales cuando escriben sus obras, ya que Platón daba preeminencia a la actividad oral frente a la escrita. Por ello mismo, las obras de Platón dejan espacio para la reflexión del lector, y nos dotan de las herramientas dialécticas mediante las cuales podemos construir nuestra propia teoría. Así pues, Platón es el inicio de toda filosofía, y por ello el pensador más importante de la tradición filosófica occidental.

9 comentarios en “¿Fue Platón uno o muchos? Un enigma histórico en el comienzo de la filosofía

  1. Pensar que un obra puede hacerse con originalidad y sin apoyo de otros es difil de creer o comprender y no necesariamente es un pensar mezquino respecto del éxito de otros, por cuánto a sí mismo se pensaba de la obra de Miguel Angel.
    En la época de los Egipcios no se entendía como se hicieron esas pirámides, así mismo de otras construcciones fabulosas como las líneas de Nazca en mi pais, pudieron ser esos otros, civilizaciones extraterrestres, de verdad son inquietudes del hombre el querer conocer y contestar todas las preguntas…. Miguel Angel Villalobos.

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  2. Una reflexión oral escrita por algún compilador al que conocemos como Platón, tiene el inmenso mérito de constituir la piedra angular de toda reflexión posterior ya sea para adherirla o refutarla, tal como corresponde a la reflexión filosófica en todos los tiempos. Ese es el inmenso mérito de Platón a quien admiramos por su dedicación a este trabajo intelectual, que no era por entonces conocido ni sistematizado.

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  3. Una mirada original, a las obras de Platón.Una oralidad escrita, custionante, abierta , a posibles soluciones que se diluyen en la dialéctica. Un filósofo, clásico, eterno que ha servido de modelo al pensamiento occidental y tambíén de guía en nuestra formación filosófica.

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  4. La filosofía como ninguna actividad reclama siempre de una personalidad individual concreta, y no de un colectivo anónimo o bajo la sombra de una firma. Muchos cocineros arruinan el pure; creo que lo mismo se puede aplicar al arte. Las grandes obras son el resultado de la elaboración insigne de un genio. Intenten construir un escrito entre muchos y veris el bollo que sale de eso, además que resulta fácil darse cuenta de las interpolaciones de diferentes escritores por el estilo y hasta por la preferencia en la utilización de ciertas palabras y giros. Los filólogos más competentes han logrado determinar sin lugar a dudas, que la mayoría de los diálogos platónicos fueron escritos por la misma persona. Los griegos fueron los grandes inventores de la filosofía gracias a que descubrieron el valor de la naturaleza personal única e invaluable. Lean a Schleirmacher, el trata este tema con mayor claridad y profundidad con respecto a Platón!

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