El dulce pesimismo de Omar Jayyam

jayyam-ucmMi primer contacto con Omar Jayyam (hace ya varios años, mientras preparaba la edición del volumen Galería de los invisibles [2012]) no pudo ser más feliz. A través de uno de los capítulos de dicho libro, escrito por el pintor y poeta murciano Damián Serrano Espinosa, encontré en Jayyam el magisterio de un sabio que, despreocupado por los prejuicios socialmente establecidos, no dudaba en hacer frente a los rigores menos dulces de la vida, sin dejar de atender, por otro lado, a los menudos placeres que nos están dados. El afamado escritor Amin Maalouf dedicó una fantástica y muy bien documentada novela a la vida de este egregio persa: Samarcanda (1988), disponible en Alianza, muy recomendable para conocer los avatares de su biografía y su entorno cultural, religioso y social.

Omar Jayyam (ca. 1048-1131), nacido en Nishapur, matemático, astrónomo y escritor, legó a la posteridad numerosos cuartetos (conocidos como robaiyyat, plural de robaí, estrofas de cuatro versos dodecasílabos en las que riman el primero, el segundo y el cuarto, quedando libre el tercero) compuestos durante los siglos XI y XII de la era cristiana en lengua farsí.

En estas creaciones, de tono ameno, sarcástico y siempre ingenioso, descubrimos un pensamiento que quiere enfrentarse a todos y cada uno de los enigmas que envuelven nuestra vida, a sabiendas de que, al fin, no llegaremos a ningún conocimiento auténticamente sustancial. De temple poco dado a la metafísica (aunque nunca desatendió los más hondos problemas filosóficos y religiosos de su época), Jayyam apostó por una sabiduría de raigambre práctica que le permitiese alejarse del dolor para poder, al fin, disfrutar del presente. Tampoco tuvo ningún reparo en arremeter contra las autoridades académicas y religiosas de su tiempo, a las que acusaba de ostentar un saber que sólo escondía una ignorancia no confesada.

Aunque sea tu vida feliz junto a tu amada

y disfrutes de todos los placeres del mundo,

lo cierto es que al final te tendrás que marchar:

todo habrá sido un sueño, duró toda una vida.

Desde su juventud, sujeto a un sincero pero muy vitalista pesimismo, consideró la vida como algo penoso y desagradable. El remedio para su dolor lo buscó a través del vino, el amor y la ciencia, a la que dedicó buena parte de sus esfuerzos (en particular, a la astronomía). Fue hasta el final de sus días un convencido materialista y un declarado escéptico, enfrentado en no pocas ocasiones a diversos imanes musulmanes. Uno de ellos, el célebre Algazel, que llegó a estudiar filosofía junto a Jayyam para, posteriormente, denunciar públicamente sus presuntas herejías. Así, se preguntaba «¿Hasta cuándo mezquitas, ritos, templos del fuego? / ¿Hasta cuándo hablarán de infierno y paraíso? / Mira que en su tablilla el dueño del destino / escribió en un principio cuanto habría de ser».

Tú, corazón, no puedes vislumbrar el enigma

ni enunciarlo como hacen, perspicaces, los sabios;

construye un paraíso con el vino y la copa,

que no sabes si al otro llegarás algún día.

Como explica Sadeq Hedayat en la introducción a la fundamental edición de los Robaiyyat publicados en Hiperión, «la filosofía de Jayyam nunca perderá su frescura porque estos cantos, aparentemente reducidos, aunque medulares, plantean todos los problemas filosóficos importantes y oscuros que a lo largo de la historia han desconcertado al hombre, así como los pensamientos que le han sido impuestos forzosamente y los enigmas que han quedado inexplicados. Jayyam fue intérprete de esos tormentos del alma […]. Tras su sonrisa angustiosa y estremecedora, expone problemas religiosos y filosóficos, después busca la solución perceptible y razonadamente».

Si algo regala el cielo es sólo tristeza,

y no da nunca nada sin quitar otro tanto;

si los que aún no han venido vieran cómo sufrimos

por culpa del destino, no vendrían jamás.

Omar Jayyam

Estatua de Omar Jayyam situada a las puertas de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid

Pasado y futuro son dos nadas y nosotros deambulamos entrambas, somos el límite entre dos mundos. Por eso nos anima Jayyam a valorar el instante presente en que vivimos, aprovecharlo sin esperas. «El pasado –continúa Sadeq Hedayat– no es más que un recuerdo confuso y un ensueño, el futuro nos es desconocido. Apreciemos, entonces, este instante en el que estamos vivos, este pasajero instante que en un cerrar y abrir de ojos se sumerge en el pasado: gocemos de él; cuando se haya ido, ya no nos quedará nada. […] El propósito de la vida es disfrutar y gozar; debemos alejar de nosotros la pena y la tristeza todo lo que podamos; no vendamos lo conocido a lo incógnito ni sacrifiquemos lo contado a lo prometido».

Un instante separa devoción de blasfemia,

un instante divide lo cierto de lo incierto;

disfruta de este instante y tenlo en mucho aprecio,

que el total de la vida suma lo que este instante.

Y es que, como algunos siglos más tarde aseguraría Blaise Pascal en sus Pensamientos: «Jamás nos atenemos al momento presente. […] Casi no pensamos en el presente, y si pensamos es sólo para tomar de él la luz con que disponer el porvenir. El presente nunca es nuestro fin. De este modo nunca vivimos, sino que esperamos vivir, y preparándonos siempre para ser felices resulta inevitable que no lo seamos nunca».

Jayyam, al igual que Pascal, recomienda poner el centro de nuestra existencia en el instante vivido, en lo que experimentamos aquí y ahora: el pasado ya está muerto (y está sujeto a la mentira, a la memoria) y el futuro aún no existe (aunque Jayyam sostuviera su creencia en un inviolable determinismo). Y es que ni siquiera el conocimiento nos asegura una vida más plena:

A un anciano maestro encontré en la taberna

y le pedí noticias de los que ya se fueron;

me dijo: bebe vino; muchos como nosotros

se han marchado, y ninguno ha regresado nunca.

jayyam-bereniceDe vez en cuando, y raramente, uno topa con obras que lee apasionadamente tanto por su contenido como por la manera en que están escritas. El libro que en esta ocasión recomiendo recoge un prolijo testimonio (nada menos que 505 páginas) sobre este personaje aún escasamente conocido para el público español, pero cuya importancia sobrepasa el ámbito meramente erudito.

A través de la magnífica prosa –rigurosa y liviana por partes iguales– de Hazhir Teimourian, uno de los más reconocidos expertos en el desarrollo del pensamiento en Oriente Medio, y de la maravillosa edición de Berenice (que acompaña el texto con material gráfico de mucha utilidad para el lector), podemos conocer los más variados y curiosos entresijos de la existencia de este extraño y peculiar personaje que tanto marcó la época en la que vivió. Como la propia portada del volumen anuncia, se trata sin duda de la «biografía definitiva de un genio universal»: Omar Jayyam. Poeta, astrónomo, rebelde. 

Se suelen atribuir entre 100 y 200 cuartetos a Jayyam, cada uno de ellos con diferente grado de certeza sobre su autoría, “dependiendo de su existencia en los documentos más antiguos y en su contenido filosófico y estilo lingüístico”. La manera en que Hazhir presenta los robaiyyat queda plasmada de esta bella manera: “adoptan la forma del curso de un río, que nace en la ladera de una montaña y comienza su descenso hacia las llanuras que hay más abajo. Empieza siendo un pequeño arroyo, que fluye inquieto y ruidoso saltando por encima de los cantos rodados. A medida que va teniendo más agua, se hace más profundo y ancho, y rebosa de dignidad y de confianza silenciosa en sí mismo. Más adelante, en el otoño de su vida sobre el suelo de un gran valle, serpentea y se oscurece, adquiriendo un carácter sombrío. Finalmente, llega a su máximo esplendor en el estuario, donde parece que no se mueve en absoluto. Se funde con el mar y pierde su identidad individual, su ser”.

Aunque la mayor parte de los ensayos filosóficos que poseemos de Omar Jayyam son de incierta autoría, conservamos una parte muy importante de los deliciosos cuartetos (o robaiyyat) que le sirvieron para delinear su propio pensamiento, así como para llevar a cabo numerosas confesiones íntimas -como si de un diario poético se tratara-. En esta obra, además, se ofrece una nueva traducción de estas inmortales composiciones que tanto han marcado el subconsciente lírico de Oriente y Occidente (a través de la traducción inglesa de Fitzgerald).

La eternidad: misterio que ignoramos tú y yo,

acertijo que nunca tú y yo descifraremos.

Deciden nuestras vidas por detrás del telón;

cuando caiga el telón, ni tú ni yo estaremos.

El libro de Hazhir Teimourian es un imprescindible. Un clásico contemporáneo de la historiografía del pensamiento de Oriente. Una filón de extraordinaria hondura sobre un pensador, “poeta, astrónomo, rebelde”, inigualable, deslumbrante, irreverente y eterno. Un ensayo histórico pero a la vez literario repleto de diversos e innumerables testimonios sobre Jayyam, que guiarán al lector, a hombros de gigante, a través de la apasionante vida del inmortal Omar.

El tiempo se avergüenza de aquel que se entristece

pensando y apenándose por el paso del tiempo;

bebe el vino en la cántara mientras el arpa gime,

antes de que en la piedra la cántara se estrelle.

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