El colapso del capitalismo tecnológico

Alfredo Macías Vázquez publica en Escolar y Mayo una obra fundamental para entender nuestro presente, para analizar y comprender las estructuras sociales y económicas que imperan y se esconden bajo el manto de una realidad cada vez más dominada, o acaso domeñada definitivamente, por una serie de mecanismos cuyo funcionamiento quizás haya escapado para siempre de las manos humanas.

Ya en las primeras líneas de este sugerente y necesario volumen, intitulado de forma tan atractiva como rotunda, El colapso del capitalismo tecnológico, Macías Vázquez (profesor en el Departamento de Economía de la Universidad de León) se muestra contundente e incluso razonadamente descorazonado: «este conjunto de ensayos intenta explicar por qué a medida que el progreso tecnológico se acelera vivimos cada vez peor, por qué a medida que los avances científicos y técnicos se multiplican las crisis económicas se hacen más intensas y recurrentes, el desempleo estructural no deja de incrementarse y las sociedades se vuelven más desiguales».

Colapso capitalismo tecnológico

Lejos de plantear una polarizada y a menudo sesgada visión de buenos y malos, que a juicio del autor no puede redundar en un auténtico cambio del estado de cosas actual, el comienzo de la solución se encontraría en una deliberada y premeditada comprensión de las «manifestaciones más salvajes a las que nos tiene acostumbrado el capitalismo contemporáneo». El objetivo de Macías, que cumple sobradamente, es el de llevar a cabo un análisis profundo de «por qué hemos llegado a esta situación crítica y de por qué, si no se evita, el actual sistema económico nos conducirá a un colapso definitivo». Y concluye:

No hay término medio: o superamos categorialmente este sistema, o el sistema acabará con nuestra especie y nuestro planeta. El dilema «socialismo o barbarie», formulado por Rosa Luxemburgo durante la Primera Guerra Mundial, se ha vuelto completamente actual.

Este libro se muestra radical desde su introducción en una doble vertiente: por un lado, ahonda sin tapujos en las bases, causas y efectos de la desazón social, económica, institucional y política hacia la que un desaforado y voraz capitalismo nos ha conducido en los últimos años; por otro, Macías Vázquez se revela inteligentemente drástico –radical– al asegurar que no caben vías templadas, soluciones medianeras que intenten hacer del sistema actual un sistema más amable, más suave, incluso más humano, lo que ha conducido, incluso, a una suerte de desmantelamiento de la izquierda política, que corre el riesgo de perder su más inherente idiosincrasia:

En la izquierda hay una incomprensión preocupante de la dinámica del capitalismo. […] Por desgracia, la izquierda se ha convertido en una poderosa industria de generación de falsas ilusiones, imbuida de la lógica fetichista del sistema, incapaz de superar sus categorías, alejada de un verdadero debate sobre los contenidos reales de la dominación capitalista, contagiada lamentablemente por las influencias formalistas del pensamiento posmoderno.

En este sentido, y más que nunca, se hace indispensable repensar algunos de los elementos fundamentales de la teoría marxista del valor. Como sugiere muy certeramente Macías Vázquez, Marx ya nos puso sobre la pista de que la puesta en marcha y el funcionamiento capitalistas, que se traducen en un constructo abstracto, llegan a adquirir «vida propia» llegando a autonomizarse de su contenido, «haciendo que las cosas dominen a las personas». Y es que, ya en las primeras líneas de El Capital, leemos que «la riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un enorme cúmulo de mercancías». De ahí que el autor de El colapso del capitalismo tecnológico asevere que:

La crítica marxista de la economía política está orientada a demostrar dos cosas. Por un lado, que toda plusvalía, tenga la forma que tenga (beneficio, interés, renta…), proviene de la explotación del trabajo humano. Por otro, Marx intenta poner de relieve que el desarrollo del modo de producción capitalista presenta un límite interno absoluto, que posee una caducidad histórica.

Colapso chevrolet.jpg

Tanto los Estados occidentales como el mundo de la empresa nos seducen permanentemente con diversas bicocas con las que desean realzar la imagen del en ocasiones agreste, brusco y cruel capitalismo, como en el caso del fomento del emprendimiento o las ayudas para la inversión empresarial (que, por cierto, siempre encierran prescripciones y acuerdos provenientes del universo bursátil, de la banca). Como escribe Macías Vázquez, «los rasgos depredadores y parasitarios del capitalismo se agudizan, mientras las ideologías sobre el emprendimiento y la innovación intentan generar un manto superficial de dinamismo y confianza que nos distraiga de los problemas de fondo».

El capital necesita reducir a la mayoría de la población mundial a la condición de proletarios, es decir, a una situación de desposesión material donde la persona sólo dispone de la capacidad de vender su fuerza de trabajo para poder sobrevivir. Necesita hacerlo para avanzar en la acumulación ilimitada de riqueza abstracta, que es la razón de ser del capital. En consecuencia, la generación de escasez es una condición estructural de la producción capitalista como un todo (Macías Vázquez, p. 216).

La convicción y el ahínco que mueven al autor son tan socráticas como gramscianas: debemos elaborar, responsable y urgentemente, un análisis del mundo en que vivimos para conocer cómo funciona, en tanto que, de ese conocimiento, pueda surgir la fuerza liberadora de un socialismo de acción que tome en serio la vida de las personas, su trabajo, sus esfuerzos por (sobre)vivir, su implicación en la política, etc. Al decir de Macías Vázquez, «la crisis está impactando duramente sobre las condiciones de vida de la población. Y aunque cada vez vivimos peor, rebrotan una y otra vez las ilusiones neorreformistas. […] Digámoslo claro: no hay ninguna posibilidad de introducir ni siquiera unas mínimas reformas en este capitalismo en descomposición«.

Un libro incisivo, riguroso y documentado (que levantará no pocas ampollas en los entornos de izquierda así como en los contextos académicos marxianos), ácido y realista por sus conclusiones, provocador por las evidencias que pone sobre la mesa, indispensable para cerciorarnos de que, si no tomamos en serio nuestro esfuerzo (nuestra responsabilidad) por pensar y actuar en nuestro presente, «todo lo que nos espera son retrocesos en las condiciones de vida».

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