La promesa de una revolución silenciosa: la neurodidáctica

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William James

«El gran tema en toda nuestra educación es convertir el sistema nervioso en nuestro aliado y no en nuestro enemigo», aseguraba William James. Lamentablemente, en el siglo XIX no existían medios suficientes para poder hacerlo. Años más tarde esto fue precisamente lo que propuso Gerhard Preiss (1988), catedrático de Didáctica de la Universidad de Friburgo. Una nueva disciplina que integrase la didáctica y el conocimiento que se tenía por aquel entonces del cerebro. En 2003 en la revista Mente y cerebro (nº 4) Gerhard Preiss y Gerhard Friederich utilizaron por primera vez el término neurodidáctica para explicar la necesidad de conocer el cerebro a nivel neurológico como fundamento científico que acompañase a la formación de las teorías didácticas. En dicho artículo ambos autores muestran, a través de distintas investigaciones, descubrimientos del todo importantes sobre el desarrollo y funcionamiento del cerebro, como la plasticidad cerebral (capacidad del sistema nervioso para cambiar en función de la experiencia) o las etapas críticas del desarrollo, determinantes para la adquisición de ciertas habilidades. Así, se postula que si todo cambio en el aprendizaje es un cambio en el cerebro, resulta necesario estudiar cómo funciona el cerebro para poder ser más eficientes en la enseñanza de los contenidos escolares.

La neurodidáctica ha avanzado mucho hasta la actualidad, y se sirve del conocimiento que se ha ido gestando desde las neurociencias, la psicología cognitiva y la didáctica. A partir de investigaciones realizadas mediante técnicas neurocientíficas en el campo de la neurobiología y la psicología cognitiva, se han desarrollado nuevas estrategias de enseñanza con el objetivo de mejorar el sistema educativo. Desde esta disciplina se realiza un giro copernicano sobre la figura del profesor, pues deja de considerarse representante del saber de un modo egocéntrico para transformarse en un guía o mediador de la información que sirva para construir el conocimiento de manera grupal, interactiva y dinámica. Se desmitifica la posición de autoridad que se le ha concedido por miedo al castigo para convertirse en un modelo a seguir, con quien se interacciona en muchas ocasiones, siendo su principal labor proponer prácticas educativas que resulten estimulantes desde la comprensión de la psique infantil. Principalmente de esto trata la neurodidáctica, de plantear la enseñanza no sólo como una muestra de información que hay que adquirir mediante el aprendizaje por repetición, sino que además, y sobre todo, se plantea como principal objetivo despertar el interés en los alumnos, intentar sorprenderlos, favorecer las habilidades de pensamiento, razonamiento y reflexión desde las propias experiencias individuales.

Una gran cantidad de investigadores neurocientíficos se encuentran contribuyendo de forma activa al desarrollo de la neurodidáctica, desde Stanislas Dehaene, quien investiga las bases neurobiológicas que subyacen al aprendizaje de la lectura y el conocimiento matemático, entre otros, hasta neurocientíficas de la talla de Uta-Frith y Sara-Jane Blakemore. Igualmente, podemos encontrar magníficos divulgadores científicos que han sabido sintetizar hallazgos importantes, proponiendo a través de éstos estrategias psicopedagógicas prácticas, como David Sousa, Eric Jensen y Judy Willis. También encontramos autores españoles muy conocidos como Anna Forés, Marta Ligioiz, Francisco Mora y José Antonio Marina, todos ellos en pleno ejercicio de la materia.

Libros

Resulta imposible citar siquiera la tercera parte de los autores que han contribuido al desarrollo de la neurodidáctica, más todos aquellos que hoy siguen haciéndolo. Por ello aludimos aquí a la Sociedad Internacional de Neuroeducación (MBI, Mind, Brain and Education), la cual edité un libro en el que se han revisado más de dos mil artículos de investigación. Esta Sociedad puede servir como punto de encuentro cultural para investigadores, profesores, estudiantes y curiosos que se encuentren profundamente interesados en la neurodidáctica.

Desde la neurociencia merece una mención especial el neurocientífico Antonio Damasio, investigador sobre la neurobiología de la emoción y los sentimientos. A raíz del estudio del sistema límbico y la corteza prefrontal, propone la «hipótesis del marcador somático» por primera vez en la historia de las neurociencias, en la que se presentan las emociones como protagonistas en la toma de decisiones. Se ha comprobado que, al tomar una decisión, no barajamos todas las opciones de manera lógica, sino que más bien nos inclinamos a representarnos ciertas opciones o consecuencias posibles en función de una determinada marca o huella en el cuerpo (sensaciones, emociones y sentimientos) que nos han generado experiencias anteriores, es decir, nos encontramos emocionalmente determinados a la hora de tomar decisiones. Por tanto, la emoción con la que se graban las experiencias resulta determinante para nuestras elecciones futuras. Esto quiere decir que si un alumno se encuentra aprendiendo en un contexto que le genera continuamente aburrimiento, frustración e indiferencia, esto le llevará, incluso a nivel biológico, a teñir negativamente todas las experiencias de aprendizaje posteriores.

Si resultan primordiales las emociones y sensaciones en la toma de decisiones, podemos deducir no sólo por lógica sino también porque así lo demuestran las investigaciones que se han realizado al respecto, que las estrategias de enseñanza más efectivas son aquellas que se proponen principalmente crear una atmósfera cálida en la que se pueda compartir libremente las opiniones, donde se generen sensaciones agradables y se evoquen emociones, como la sorpresa que conlleva la presentación de un contenido inesperado, o el humor, que permite descargar la tensión promoviendo un entorno de aprendizaje más relajado. En definitiva, puede decirse que generando contenidos emotivos la experiencia cala con mayor fuerza, ayudando a mantener el recuerdo a largo plazo y dando lugar a sentimientos y actitudes favorables hacia el aprendizaje.

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Los alumnos necesitan estimulación para continuar motivados, refuerzo afectivo para confirmar sus logros, tanto como interacciones e intercambios con sus iguales. Para ello, el juego supone una pieza clave en todo este asunto, definiéndolo como cualquier actividad que consigue absorber nuestra atención por completo, canalizándola hacia la consecución de un objetivo mediante el cual se nos pone a prueba, de modo que casi sin querer, con confianza en uno mismo y afán de superación, aprendemos y ejercitamos habilidades sin ser conscientes de ello. Como quienes aprenden inglés «sin querer» debido a su temprano contacto con videojuegos, o quien se convierte en ilustrador porque siempre tuvo la tendencia y el gusto por dibujar. Este es uno de los objetivos de la neurodidáctica: desarrollar talentos favoreciendo el proceso de enseñanza mediante la recreación de uno mismo en cada actividad de aprendizaje.

Gracias al desarrollo explosivo de las nuevas tecnologías, hoy disponemos de nuevos medios de enseñanza, como videojuegos, pizarras digitales, sistemas operativos con programas pedagógicos específicos, así como el desarrollo de las TIC y multitud de aplicaciones educativas que permiten convertir contenidos curriculares en juegos didácticos. Todo ello también necesita mediarse por estrategias de enseñanza, pues pueden utilizarse de distintas formas, y si algo importa desde esta nueva disciplina es el modo en el que se trasmite la información.

Gran parte del conocimiento neurológico se ha generado mediante casos de pacientes con daño cerebral, lo que ha dado lugar al desarrollo de aplicaciones educativas con el objetivo de mejorar dificultades que surgen en pacientes con discalculia o dislexia, como el programa desarrollado en open source «The Number Race», que trata de desarrollar el sentido numérico, o el programa «Fast ForWord», que pretende mejorar las habilidades fonéticas y fonológicas deterioradas en pacientes con dislexia.

Las cifras de fracaso escolar en España son apullantes, tanto como en otros países europeos, lo que pone al descubierto una realidad que se hace patente: «los alumnos se aburren», y en la medida en que se aburren no aprenden. Por esta razón les será difícil acceder al mercado laboral, o quizás lo consigan en pobres condiciones. A la larga se generan problemas sociales, falta de formación de los jóvenes, rechazo a la escuela producto de experiencias frustrantes asociadas a ella o delincuencia a distintos niveles. En la medida en que el sistema educativo vigente no sirve a los objetivos que se propone, el cambio del modelo de enseñanza no supone una opción, sino una necesidad.

La neurodidáctica propone soluciones no sólo a nivel educativo, sino también a nivel social, mediante un análisis científico de las condiciones tanto físicas como psicológicas necesarias para mejorar la enseñanza, generando así un nuevo paradigma, pues si se realizasen tales cambios a nivel educativo, se aprendería un nuevo modelo de relaciones que podría extrapolarse desde el contexto escolar al familiar y al laboral. Si conseguimos educar desde la comprensión de los niveles de desarrollo, el aprendizaje cooperativo y la creación de una capacidad crítica se puede llegar a conseguir un modelo de relaciones completamente opuesto al modelo individualista que surge desde el sistema socioeconómico capitalista, pues se sustituiría la rentabilidad económica por la rentabilidad social, haciendo uso de la comprensión psicológica del ser humano en todos los contextos sociales, para conseguir objetivos de manera eficaz desde la afectividad.

El sistema educativo basado en un modelo de enseñanza tradicional no se ha modernizado en relación a los conocimientos a nivel neurobiológico y cognitivo de los que actualmente disponemos, facilitados por las múltiples herramientas que nos brindan las nuevas tecnologías. Tampoco ha desarrollado la sensibilidad de manera intuitiva en el trato con los alumnos. Resulta necesario un cambio, un cambio que transforme la mirada de los alumnos en las clases, que movilice al profesor y le permita mostrar su pasión por enseñar, donde pueda renacer un nuevo tipo de relaciones basadas en la comprensión de las diferencias y el respeto entre iguales. Ya lo decía Goethe: «Sólo llegará un corazón a los corazones». La ciencia puede guiarnos a confirmar nuestras corazonadas, y es este el cambio que deseamos aquellos que trabajamos desde la neurodidáctica: un cambio intelectual y emocional, pues hoy resulta imposible comprender lo uno sin lo otro.

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