Simona Forti: sobre «Los nuevos demonios» o el crimen de la obediencia

El libro de Simona Forti Los nuevos demonios. Repensar hoy el mal y el poder, aparecido en Italia en 2012, es un hito en la reflexión sobre el mal, el poder y el papel del individuo. La obra de la filósofa italiana intenta ahondar en lo que otros textos también han hecho en los últimos años, como por ejemplo la excelente obra de Susan Neiman titulada Evil and Modern Thought: repensar el tema del mal a partir del horror del siglo XX. Estudiosa de la obra de Hannah Arendt, así como del totalitarismo, en la mencionada obra Forti enfoca el tema del mal poniendo el foco en los individuos corrientes, abundando en una línea ya abierta por la pensadora alemana en su estudio sobre Eichmann. De ahí el significativo título de la obra y su subtítulo.

El tema del mal es tan antiguo como el ser humano. En la Modernidad, para Leibniz, el problema fue: ¿por qué hay el ser y no la nada? El filósofo podía plantear esta pregunta porque para él “todo estaba bien”. Todo contribuye al bien, incluyendo el mal. Pero si nos alejamos de este optimismo ilustrado, la pregunta es: “¿por qué el mal y no el  bien?”. El propio Voltaire, optimista en sus comienzos, tras el terremoto de Lisboa de 1755, se impregna de una visión más pesimista y rechaza que “todo esté bien”. Pero si Lisboa marca un punto de inflexión en el optimismo ilustrado así como en las preguntas sobre el mal, Auschwitz marca un lugar de no retorno que motiva que la pregunta sobre el origen del mal se desplace a la cuestión: “¿por qué cometemos el mal?”. 

Esta es una pregunta que, de hecho, ya tuvo en mente Kant al relacionar el mal y la libertad del ser humano. El mal tiene su origen en dejarse llevar por la inclinación sensible que busca el amor de sí frente al mandato de la razón. Esta tendencia a desviarse es una tendencia innata del ser humano, junto con la posibilidad del bien. Por ello, como afirma en La religión dentro de los límites de la razón, el mal es radical. El mal para Kant pertenece a la constitución humana, al fuste torcido de la humanidad. Pero el filósofo de Königsberg no podía concebir un mal por el mal, un mal diabólico. Dostoyevski superó este planteamiento en su obra Los demonios, donde aborda los movimientos revolucionarios en la Rusia del siglo XIX. Según Forti, Dostoyevski liga el nihilismo con el poder y el mal. El nihilismo no tiene otra meta que la ausencia de todo valor, ni siquiera el disfrute que proporciona la inclinación sensible propia del amor de sí explica la voluntad de destrucción; no hay motivos “humanos” que se amparen en una debilidad demasiado humana. Este nihilismo es el que anticipa los totalitarismos del siglo XX, como apuntó la lectura de Dostoyevski por parte de Berdiaev o la de Camus en El hombre rebelde.

Esta concepción del mal es la que Forti denomina como “paradigma Dostoyevski”. La filósofa afirma que se trata del mal por el mal, pero de un mal por el mal asociado también a una dimensión vertical de éste; es decir, estamos hablando del poder soberano y despótico. De ahí que el ejemplo perfecto de ese paradigma donde habría verdugos y víctimas absolutas sea el de la muerte de un niño, tema desarrollado por Dostoyevski y Camus.

Forti no niega el valor de este paradigma, pero considera que es insuficiente para explicar el mal en el siglo XX. Hay que ir más allá del escritor ruso, aunque, paradójicamente, es en el mismo Dostoyevski donde encontramos ese “más allá de Dostoyevski”. En concreto, ese paso se encuentra en “La leyenda del gran Inquisidor”, el sensacional capítulo de Los hermanos Karamázovúltima gran novela del escritor ruso. El relato cuenta que Jesús vuelve a la tierra en la Sevilla del siglo XVI, en la época de la Inquisición. Un gran inquisidor, nonagenario, que está realizando autos de fe, decide apresar a Cristo, porque quiere ofrecer a los hombres la libertad en lugar del pan y la seguridad material, y ello es una pesada carga que los seres humanos no pueden soportar. El ser humano prefiere someterse al poder y optar por los ídolos que le liberen del peso de la libertad y de la consecuente responsabilidad.

Esta lectura del relato del escritor ruso nos indica que el poder no sólo es el poder soberano que puede dar muerte a los súbditos, sino también el poder que se ejerce sobre la vida. Tan determinante es el poder de dar muerte como el de hacer vivir o sobrevivir. Y por ello Forti recurre a los análisis de la biopolítica de Foucault. Recordemos que, para el filósofo francés, lo novedoso del poder moderno es que, además de ser soberano con el derecho de dar muerte al súbdito (como sostenía Hobbes), se ejerce también sobre la vida de la población. Ambas perspectivas coinciden en el nazismo, en el que la raza aria es una forma de vida sostenida sobre la muerte de otras. Pero más allá de este ejemplo concreto, en general el poder se mantiene en buena medida porque los ciudadanos colaboran con su deseo de vivir a toda costa, como en el relato del novelista ruso.

Un ejemplo prístino de obediencia es el de Adolf Eichmann, el personaje real que dio origen al célebre lema de la “banalidad del mal” en Hannah Arendt. Eichmann era un sujeto que no pensaba y que «sólo» obedecía órdenes. Para él, el mal había dejado de ser una tentación, era simple obediencia a lo que consideraba que era la ley, que en su época era la voluntad del gobierno de Hitler. Eichmann simboliza la sumisión y la obediencia ciega a las exigencias del Führer.

Experimentos de psicología social como los de Stanley Milgram y Philip Zimbardo intentaron mostrar la plausibilidad de la tesis arendtiana: que la obediencia de la población a la autoridad podía posibilitar un sistema totalitario en países democráticos. Milgram observó en su experimento que, bajo la guía de una autoridad y el mimetismo de grupo, muchos sujetos fueron capaces de actuar pensando que estaban infringiendo daño a otros. Se trataba de un experimento en el que, en un supuesto programa de aprendizaje, los participantes, de manera progresiva, obedeciendo a la autoridad científica y siguiendo lo que hacía la mayoría, creían dar descargas eléctricas a los aparentes estudiantes que erraban sus respuestas, pudiendo llegar a fingidas descargas de más de 400 voltios. Dos terceras partes llegaron hasta el final. En el caso de Philip Zimbardo, con su experimento en la prisión de Stanford, explicado ampliamente décadas después en su obra El efecto Lucifer (2007), llegó a la conclusión de que cuando nos dan un rol que oculta nuestra personalidad somos capaces de cometer actos que jamás hubiéramos esperado de nosotros mismos. En un experimento voluntario, los guardias, que debían vigilar a los participantes con rol de prisioneros, eran capaces de llegar a extremos insospechados de violencia y deshumanización. El experimento duró unos pocos días. 

Bajo la autoridad y la conformidad al grupo, el mal es algo a lo que uno puede acostumbrarse a base de pequeños pasos que acaban con la piedad instintiva, como le sucedió a Eichmann. Zygmunt Bauman, centrándose sobre todo en Milgram, sostuvo que la crueldad que hombres corrientes no ejecutarían en sus vidas “normales” es posible gracias al proceso descrito de burocratización. Es más:

La noticia más aterradora que produjo el Holocausto, y lo que sabemos de los que lo llevaron a cabo, no fue la probabilidad de que nos pudieran hacer “esto” sino la idea de que también nosotros podíamos hacerlo (Modernidad y Holocausto).

Este es el gran descubrimiento sobre el poder en el siglo XX: el crimen de la obediencia. Los totalitarismos del siglo XX no sólo se explican por las figuras carismáticas que subieron al poder, sino también por lo que Forti denomina los “demonios mediocres”: los que se conformaron o fueron pasivos y obedientes, los que tal vez por arribismo o indiferencia pavimentaron el camino para que surgieran los líderes que les guiaron. Forti pone como ejemplo de nuevo paradigma la “zona gris” de Primo Levi, tema desarrollado en su última obra Los hundidos y los salvados (1986). Levi se refería con el término “zona gris” a la colaboración de las víctimas en su propia destrucción dentro del Lager. El caso extremo fue el de los Sonderkommandos, los presos encargados de ayudar en las tareas relacionadas con las cámaras de gas, que así prolongaban su vida un poco más, hasta que ellos mismos acababan muriendo igualmente en esas mismas cámaras. La zona gris era una microfísica del poder, donde éste no sólo se ejercía de arriba abajo, sino también de manera horizontal, entre los sometidos. Forti quiere mostrar así que el mal no es sólo algo que podemos circunscribir al sujeto, algo sustancial, fruto de una voluntad soberana, sino que también es difuso, relacional, y que más que surgir del sujeto lo atraviesa.

Ahora bien, conviene tener presente que, para Levi, la zona gris no tiene tanto que ver con la obediencia como con la opresión, ya que esa colaboración y obediencia es también fruto del poder. Su carácter relacional es fruto del poder soberano en su ejercicio, al buscar la complicidad de la víctima que busca sobrevivir. La dimensión vertical del poder crea su dimensión horizontal. Es cierto que el escritor italiano defendió que uno de los factores que propiciaron la posibilidad del ascenso de los fascismos es la voluntad de “obsequio”, de ser amables con el poder; pero conviene no olvidar  que el imperativo de vivir a toda costa no puede entenderse de la misma manera en el Lager que fuera de él. Forti parece usar el Lager como una lupa para analizar nuestras sociedades modernas. Es decir, el mal es también algo cotidiano, que se ejerce día a día en pequeñas violencias, pudiendo a veces eclosionar en males de gran envergadura.

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4 comentarios en “Simona Forti: sobre «Los nuevos demonios» o el crimen de la obediencia

  1. Es un excelente artículo que nos dibuja la obsesiva normalidad del mal, en el que la obediencia ciega es el mejor vehículo para desarrollar y expandir los orígenes de los totalitarismos del S. XX. Una advertencia, que sin duda, nos lleva a repensar el mal como lo sugiere Forti, en el recobra absoluta vigencia la banalidad del mal de Arendt.

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  2. Interesante. Leer en el Google La voluntad de Hannah Arendt en la banalidad del Mal. A propósito del mal en la justicia.
    Miguel Angel Villalobos profesor de filosofía del Derecho.

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  3. Excelente texto!!!!! Quedo con ganas de seguir investigando los temas planteados, que siempre me apasionaron. De todas maneras, creo que la naturaleza humana no es buena. Lamentablemente hay demasiados ejemplos de la maldad humana a lo largo de la historia. Los libros de Baumann y Primo Levi son sólo algunos de esos textos que esclarecen sobre el tema, y que nos hacen preguntarnos sobre la condición humana, en mi caso me deja con una posición muy negativa. Gracias por estos textos.

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  4. Como siempre sus artículos muy interesa ntes. Su exposición sobre el mal con un recorrido por diferentes filósofos y escritores, me enseñó mucho.

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