Dr. Jekyll y Mr. Hyde: una reflexión literaria sobre el capitalismo

jekyll-and-hydePlantear el posible retrato de una sociedad no siempre es tarea fácil cuando formamos parte de ella como uno de sus elementos activos. A pesar de este inconveniente generacional, circunstancial pero inevitable, que sin duda presenta difíciles cuestiones hermenéuticas, no ha de suponer sin embargo una razón suficiente para desentendernos del debate que puede surgir sobre importantes asuntos de nuestro presente.

En este sentido, la revisión de algunos de los clásicos de la literatura universal puede ofrecernos, en una lectura no literal y por tanto interpretativa, un adecuado marco desde el que acercarnos a algunos de los interrogantes que se nos presentan en los albores de este siglo XXI. En esta ocasión pondremos la atención sobre una de las inmortales obras de Robert Louis Stevenson: El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde (1886).

Aunque el hilo argumental es bien conocido y pertenece al acervo cultural europeo (si bien pueden encontrarse historias similares en relatos propios de otras latitudes), las razones por las que Mr. Hyde acaba ganando la batalla al doctor Jekyll no parecen estar, sin embargo, tan claras. Cuando Henry Jekyll explica, en el último de los capítulos del libro, todo cuanto ha ocurrido en apenas unos días, expone lo siguiente: «pero a pesar de mi profunda dualidad, no era en sentido alguno hipócrita, pues mis dos caras eran igualmente sinceras«.

Cuando Hyde se entrega sin ninguna clase de límite a la vergüenza y deshonor públicos, lo hace con el mismo desparpajo y dedicación que cuando su alter ego, el doctor Jekyll, se aplica «a profundizar en el conocimiento y a aliviar la tristeza y el sufrimiento» del mundo. Pero reparemos en la expresión alter ego, que puede conducir a equívocos: ambos personajes encarnan a una misma persona, y lo que es más importante, forman parte de un mismo individuo, que en ocasiones tiende a hacer el bien y otras el mal. Más allá de examinar estas categorías morales, asunto por lo demás muy interesante, es de reseñar la impotencia de Jekyll cuando intenta desterrar de sí las argucias de Hyde a la hora de llevar a cabo todo tipo de fechorías, siempre de manera bastante descarada y sin temor al escarnio público.

Jekyll y Hyde

Es incluso esa impotencia la que le hace reflexionar a Jekyll en los siguientes términos: «Era una maldición para la humanidad que esas dos ramas opuestas estuvieran unidas así para siempre en las entrañas agonizantes de la conciencia, que esos dos gemelos enemigos lucharan sin descanso. ¿Cómo, pues, podían disociarse?». Los lectores de Hermann Hesse ya habrán entrevisto aquí el mismo dilema que sobrevuela, como continua amenaza, El lobo estepario (1927), donde el autor escribía estas palabras:

En Harry […] no corrían el hombre y el lobo paralelamente, y mucho menos se prestaban mutua ayuda, sino que estaban en odio constante y mortal, y cada uno vivía exclusivamente para martirio del otro, y cuando dos son enemigos mortales y están dentro de una misma sangre y de una misma alma, entonces resulta una vida imposible.

Si con este mismo patrón de dos personalidades antagónicas y en perpetuo conflicto, pero cohabitantes de una misma alma, acudimos a la actual situación económica que atraviesa Europa (y muy en particular su parte Sur, con España, Grecia e Italia a la cabeza), observamos cómo el capitalismo se vale de ciertas añagazas y enredos para mostrar al mundo su mejor cara (la del crecimiento y producción continuos que permiten forjar el estado de bienestar, fomento de la creatividad, intercambio libre de bienes y servicios, etc.), mientras que en muchas ocasiones queda soterrado su lado más perverso (generación de pobreza, desigualdades sociales, competencia feroz de mercado, etc.).

Pero si valoramos la evolución del capitalismo globalizado desde el comienzo de la década de los años ochenta, lo cierto es que, por ejemplo, la tónica general ha sido la bajada de la parte salarial, o lo que es lo mismo, de la parte del PIB correspondiente a los asalariados. Ian Dew-Becker y Robert Gordon, dos eminentes economistas, ya se preguntaron a qué se destinaba entonces el saldo arrojado por la productividad: su respuesta fue que tales ganancias han sido en gran parte captadas por una delgada capa de beneficiarios de muy altos salarios.

Las conclusiones que se desprenden de vivir en un planeta con una economía globalizada es que ésta se encuentra anclada a los desplazamientos de dos grandes capas, la de los capitales y la de las formaciones sociales, que a su vez desencadenan profundas líneas de fractura y división. Los capitales son atraídos por las zonas con fuerte rentabilidad y huyen, en cambio, de aquellas otras en las que el coste del trabajo (de la mano de obra) es demasiado elevado. De este modo, la mundialización económica funciona como una suerte de proceso excluyente que selecciona permanentemente aquellos sectores considerados «dignos» de insertarse en el mercado mundial.

Dr Jekyll and Mr Hyde Barrymore

Al contrario que en el caso de Jekyll y Hyde, en el que el primero acaba siendo poseído enteramente por el segundo, provocando funestas consecuencias para el destino del doctor, el capitalismo se cuida muy bien de salvaguardar y hacer primar la cara amigable de su funcionamiento, de tal forma que su lado más negativo queda absorbido e integrado en su vertiente positiva, todo lo contrario que en el caso de Henry Jekyll, quien confesaba: «todo parecía apuntar a lo siguiente: que iba perdiendo poco a poco el control sobre mi personalidad primera y original, la mejor, para incorporarme lentamente a la segunda, la peor».

Pero el capitalismo necesita un equilibrio para funcionar de manera armoniosa –de tal forma que el Hyde que lleva dentro no acabe por hacerse con el control, al menos, de cara al público–, pues alberga la necesidad de una tasa de ganancia suficiente para seguir produciendo, así como dar salida constante a los productos. Y para ello se precisa de dinero… Un dinero ofrecido por los bancos. Numerosos Estados se encuentran en pleno proceso de nacionalización de diversas entidades bancarias, lo que no se trata, sin embargo (a juicio de Michel Husson), de más que de pseudonacionalizaciones parciales, provisionales y apenas sin condiciones, pues su objetivo mismo es el de restablecer la rentabilidad del sistema bancario y volver a proporcionarle los medios adecuados para su reestructuración. Mientras, las garantías sociales y los sueldos de la clase media no cesan de sufrir fuertes ajustes a la baja.

Quizás el Hyde del capitalismo no sea otro que la sociedad a la que él mismo maltrata (aunque esto de personalizar a un sistema económico tiene sus riesgos, pues, al fin y al cabo, son gobernantes y empresarios, es decir, personas, agentes, los que andan detrás de todo), que en un momento desesperado, termine por matar al «bueno» de Jekyll…

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