La dicotomía entre metafísica, por un lado, y técnica, por otro, parece dominar sobre muchas de las discusiones actuales en torno al destino de la humanidad, principalmente en aquellas que conciernen a la decisión sobre el lugar de su esencia. Así, las posibilidades parecen barajarse entre dos extremos: una posición a favor de una defensa rígida de la tradición, alejada de los vicios de la progresiva mecanización del mundo, en la que el hombre sólo puede concebirse bajo la sombra de una esfera mayor, sea Dios o la Naturaleza; y otra, en oposición, que podría resultar más familiar a nuestra época: aquella que asume la centralidad del individuo y su libertad como punto de partida esencial para el progreso y el desarrollo. De esta manera, en el clamor del debate, ambas posturas aparecen como irreductibles y lo suficientemente excluyentes como para que no haya posibilidad para perspectivas intermedias.
No obstante, como se va volviendo hábito en nuestros días, el olvido de los presupuestos histórico-filosóficos resulta ser el verdadero garante de la existencia de estas falsas dicotomías, ocultando así la íntima solidaridad que existe entre posturas enfrentadas. Quizá sobre este asunto nos advierte Martin Heidegger, quien, a su vez, deja como legado modos de sustracción ante ello, precisamente mediante la elaboración de una previa reflexión destructiva que dé cuenta de los modos de fundamentación e interpretación de lo ente (de lo fenoménico, de lo que aparece) que subyacen en las filosofías de Occidente y que, a su modo de ver, definen el campo de saberes que posteriormente influyen sobre la praxis. Un caso paradigmático lo encontramos en la crítica que efectúa a la modernidad el filósofo alemán en La época de la imagen del mundo (contamos con una traducción al español gracias a Helena Cortés y Arturo Leyte, publicada por Alianza Editorial en la célebre antología Caminos de bosque), una época de la cual no sólo es imposible negar su influjo e impronta, sino que, debido al contexto del debate con lo que se conoce como «posmodernismo», no ha hecho sino aumentar su presencia.
En la lectura de Heidegger, se pueden rastrear distintos elementos a este respecto, los cuales conservan una estrecha relación y que marcan esencialmente a la modernidad; no obstante, resulta evidente señalar el empuje de la ciencia y la técnica (que se relacionan y se mantienen unidas a costa de respetar el espacio autónomo de cada una) como uno de los más destacados. La ciencia, por su parte, adquiere una mayor relevancia en cuanto se encuentra determinada por la investigación, es decir, por aquella actividad concebida como un proyecto que abre una región de lo ente (sea natural o histórico) anticipadamente y que establece un vínculo entre el conocimiento y la región óntica de la que se trate. Ello explica, por ejemplo, que la exactitud y la calculabilidad sean virtudes y criterios que todo saber necesita para ser apreciado como tal.
A ello cabe sumarles otros factores no menos importantes, como la puesta en marcha de la investigación mediante un método, el cual, como es sabido gracias a la epistemología básica de nuestros días, necesita de una ley que la sostenga y que sea la que se ponga a prueba (o «criterio de verificabilidad», como lo denominaron los miembros del Círculo de Viena). Por otro lado, acota Heidegger, no debe olvidarse la aparición de la empresa en la investigación de corte moderno: prescindiendo de la figura del sabio o del erudito, ahora las investigaciones se organizan en torno a institutos especializados, se construye toda una red estructurada de distintos saberes distribuidos en distintos ámbitos a los cuales cada investigador tendrá que adecuarse. Todo lo mencionado, que hoy nos resulta un fenómeno fácilmente visible (e incluso para algunos natural y necesario), no es sino el cumplimiento de la esencia de la ciencia moderna, un cumplimiento a cuyos fundamentos metafísicos cabe volver la mirada para poder hacer frente a sus excesos.
Como hemos mencionado, una característica esencial de la ciencia moderna es su proceder anticipador, acompañado del rigor. En otras palabras, para que la investigación pueda acontecer resulta necesaria la previa constitución de un objeto por investigar: es precisamente en esa objetividad por la que todo ámbito de lo ente queda signado. De esta manera, el papel que cumple la representación en el campo filosófico moderno resulta fundamental: el representar asegura la aprehensión y comprensión de los entes objetivos ante un «sujeto» que actúa como sustrato. De ello dan testimonio tanto el ego cartesiano como el sujeto trascendental kantiano: el primero resulta fuente de verdad; el otro, posibilitador de la experiencia. No obstante, señala Heidegger, la modernidad inaugura la subjetividad (movimiento que hace posible hablar tanto de un subjetivismo como de un objetivismo) como lugar fundamental que ocupa un ente rector, un lugar que puede ser llenado tanto por un Yo absolutizado como también por un Nosotros, una Raza o una Nación. En síntesis, la metafísica moderna es aquella que presupone una subjetividad como punto de referencia necesario y que ocupa el papel de garante de la certeza, objetiva el resto de entes y construye ante y para sí su imagen o representación.
Por otro lado, esta metafísica influye también en la comprensión de las actividades cotidianas de los individuos. Si en el universo griego existía una división entre bíos y zoé para referirse a la distinción entre una vida cualificada (la polis, el lenguaje, etc.) y una vida natural (compartida entre hombres, animales y dioses), a partir de la modernidad este ámbito de la cotidianidad se traduce en «cultura»: todo aquello de lo cual no pueda haber certeza, que no puede ser interpretado por la investigación como objeto natural, queda dentro del ámbito de lo histórico. En otras palabras, tanto lo relativo como lo absoluto, lo contingente y lo necesario (dicotomía que produce dolores de cabeza a más de uno), son oposiciones que surgen bajo la comprensión de la actividad humana como mera representación cultural. Heidegger señala, no sin cierta ironía, que, al producirse un alejamiento del ser mediante la representación, la cultura sólo puede adquirir cierta relevancia mediante el valor: de esta forma, un mismo fenómeno puede devenir distintas representaciones de acuerdo a las diversas valorizaciones que efectúen distintos individuos; que ellos decidan su elección ante la confusión mediante el cálculo de valores como si fuesen objetos no es sino el cumplimiento de aquello que de una u otra forma ya está latente.
Para hacer frente a todo ello, Heidegger no recomienda una huida a la tradición, principalmente por no ser sino un vendaje frente al correspondiente momento histórico. Es decir, en el mero oponerse por oponerse no puede haber un movimiento eficaz de resistencia porque, en la figura de la oposición, se concede a la subjetividad moderna la posibilidad de absorción y adaptación bajo una nueva representación. Antes bien, para el autor de Ser y tiempo, la tarea que debe ocupar prioridad es la meditación en torno a las posibilidades del ser histórico, concluir que él no se agota en la realización del sueño moderno, que, mediante esta meditación –que supone un «cuestionamiento y configuración creadores» de lo que se nos muestra como actual–, podremos situarnos en un nuevo suelo para la comprensión de aquello que siempre y cada vez será in-calculable.
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Muy oportuno ha sido . Gracias
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Qué feliz esa expresión, «la representación se aleja del ser». El Zen lo decía con esa expresión clásica de no confundir el dedo que señala a la luna con ella misma. Los conceptos representacionales se vuelven la unidad básica de intercambio entre intelectuales desde los tiempos en que ellos eran los únicos que conocian una escritura empleada en textos sagrados y, ya secularizados, y lejos de los referentes, usan y abusan como moneda para hacer circular, invertir, ahorrar, acumular e inflar, en tiempos de carencia y esterilidad, saberes.
Al final de este artículo, el autor, claro de lo que quiso expresar Heidegger, no logra ver cómo vuelve a repetir el dualismo que cree superar. En efecto, lo que une técnica a metafísica es la calculabilidad, pero su antagónico superador no es la «incalculabilidad», sino la reunión de los opuestos que habita cada suceso («ereignis»), como encontrará Heidegger en su último período.
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La pareja y el corazon de el tiempo.
Sentimiento y razon, no van siempre unidos. Y, comprendemos esto, por Freud, por un estudio de la histeria… de que el tiempo, y su paso, no se antecedan al ser y al vacio, de la nada, existencial… Y la Odisea, terminó.
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Y, concluye, asi, la extincion de la especialidad humana… en esto, de el devenir, cosmico. E universal. Es cierto, tan verdad, como el vuelo, de la lechuza, de Heidegger. Su, ocaso, y su renacer… posiblemente. Parado. Y, terminado. En, este instante… de placer.
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El traidor avance de la ciencia y la tecnologia.
Si la dicotomia, entre tecno y libertad, lo lleva a contemplar, un mundo sobremanera poderoso en avance hacia el verdadero lugar que le debe ser tocado al el hombre en la actualidad, como postmodernista, la siatematica onteologia de la libertad, y el eco varado de los pomposos giros de la mecanicidad, en busqueda de un ideario postmodernista que no cabe en un tonel de barbaridades puesto que va mas alla de la libertad de el mismo hombre en presente y pasado, asi el Dios oscuro penetra oscuridades en el alma humana obsceno tal vez de la escena, en un ambito abarcable, dentro de la propia avance seguido en esta obra de su peermanecia. Y no cabe, que a pesar, de esta distancia, el hombre a progresado tanto, que la mirada a los tiempos pasados endurecen el alma y el recuerdo, de un tiempo mejor, a expensas de que el tiempo sea devenir, mas lejos de el razonamiento humano. Pudiera ser o no, que algun dia entre partidas de cartas y parchis, el niño interior narcisista en freud saliera a la luz y dijera, la mecanicidad es plastico de basura, no me interesa, esta mañana he visto en la noche, lo mismo que en el anteayer, de el vuento colorario, a un hombre suerior vestido en aras clasistas en.pos de una razon cada dia menos verdadera. Y asi, el narcisismo , se convertirá en devenir, cosmico, e universal, de nuevo, con un varemo, de lo casual y lo aparecido en la postmodernidad, la mecano y la ciencia donde Dios esta en el centro posiblemente dador de todos a expensas, de mayores libertades.
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El progreso en aras de la razon.Lejos queda el tiempo de la posmodernidad pero tan lejano, como punto de partida para dejar entre esta dicotomia entre meca y ciencia la libertad de el hombre en su progreso. Lo uno no lleva a lo otro, en su maldad. De sobrecultura, epica, tal a una vez, presunción cultural, no hay, ni habriá entonces. Por debate. Por medio de las guerras, en aras de el conocimiento.
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Martin heidegger. Y el sentimiento contrario a los resentimientos, de una nacion.
Fundo, la teoria del solipsismo y se baso en Copernico para su base nasal, de lo que estipulo, el nacimiento anterior de Mahoma, en Cristo. Muchos han tenido la fe, y pocos han dicho la verdad. Fundaron la teoria, de el bien universal, y lo escribieron en letra de imprenta. Por valores, en cadena. Desprecio, de mundos, sutiles, de algodon. La ñiña, permanece, queda. Soplada. En los, cinco primeros libros de la Biblia. Y, fundaron, el escolastico. La edad mismo, da, que no, das, tanto…
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Y, concluye asi, la especialidad, temeraria, de la mente humana.
Heidegger supuso una tradicional reaccion en el tiempo unido al valor del solipsismo de un nuevo calir que el creo en el tiempo que fue el vacio material de la nada existencial. Y, nadie, mas, su razon talón de aquiles, no ando por veredas humedas, y cometió el error, falaz, de el temerario, de la especie, humana.
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La cadena, de Heideger.
Es vacuidad . Es trampa . Es vacio, que desestima, su propio mundo, y su propia cadena. Es vacio, y vacuidad… en el ser.
Desatar la cadena, de el mundo, de la cadena de el solipsismo. A, mundo, y forma.
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Aviones de papel.
Los cristianos vieron en heidegger a un superhombre moral. Que buscó, en la realidad, la parte oscura, de lo simiesco, en busca de una razon oscura… Freud lo intento comprender, como un recuerdo reprimido de lo siniestro, de el ego reprimido, de la niñez, obligatoriamente, arquetipivizada, por el sindrome de los Titanes y los Antiguos cuadros, patologicos de la histeria, de la epoca romana, en la que los dioses, eran temidos, pero no muy respetados, por el vicio, de las clases altas. Fin. Y, esto, demuestra, un psicoanalisis psicopatico, destacó sobre todo su sensibilidad, y su pensamiento abstracto sobre lo oculto, y los miedos interiores, de el pensamiento de su inteligencia, y superioridad sobre la gente, de la gripe aviar, aviones, ya, no sobrevuelan de papel, sus cuadros, y sus estados… Fin.
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Una forma ideal de politizar, las ideas… viendolas, llegar, como vienen, se van.
Las impresiones vagas. Del desarrollo de el cielo visto bajo la cupula dorada preexistemente, ha dejado en el olvido caer, a la realidad a los curas, en la certeza de la palabra creadora de Amortización, de gastos. Y, ha venido trayendose en el traje, de los de Trapero, la venida de la murga que no es otra cosa que la valija de cobre de los Helenos, y la corteza terrestre primaria, de los años primeros de la tierra. Por que, observando todo, se logra : conquistar el paraiso. Visto y Listas, negras, son los ojos cerrados que te ven, desnudos, como los soles y los astros, menores en el infierno de el sé y el te quiero, de nuevo. Perdido, el angel, sigfrido no encuentra el camino , de regreso a casa. Fin. Por una política asegurada, en la montaña de el SABIO, SAN FERMIN DESDE que, la tierra es tierra, hace muchos miles de millones de años. Por lo que, en el cielo, prima la paloma, mensajería desdeñable de temores y el te quiero mucho tiempo, es todo lo que se alcanza cuando, se prima, la primera vez, el camino de el canto rodando por la mañana: humilde opinión, esto, es una vara costumbrista de pequeñas y medianas vanidades y el tumulto y el indulto de un completo compromiso con lo que es una forma plateada de sonora claridad y el indulto de el pensamiento crítico es y a perdido de lo social, su nombre y su entramado, socialista.
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« ¡ Memoria… viene a mi!. Envuelta, en llamas, arduas, de pensamiento».
Visitas a la izquierda. Y, mientras duermen, entras, a el portal … fin. Etc, etc… , y te conozco perfectamente, de el alma de tu pueblo, disponemos, de tiempo, ¿No?… quizas. Heiddeger y el pensamiento, de el filosofo.
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