Roger-Pol Droit aborda en este intrépido libro un acercamiento a los diversos destinos que a la figura del sabio le ha correspondido interpretar a lo largo de la historia en Europa y Asia. Su cometido consiste en discernir claramente cómo se ha llegado a la formación del ideal del sabio antiguo, destacando en paralelo la posibilidad de su regreso a nuestros días.
No se trata de trazar un acercamiento erudito, complejo o repleto de tecnicismos, sino de elaborar, a través de una mirada vital que desea indagar en los caracteres comunes de la singularidad del sabio, un retrato fidedigno de éste: sus actos, y no tanto sus teorías, cobran una importancia extraordinaria en la obra de Droit, que –puede decirse– dibuja sus rostros antes de caer en un análisis aséptico y carente de significación para el lector actual.
Por ello El Ideal de la Sabiduría es un libro intrépido e incluso entrañable desde un punto de vista histórico: en él se recogen, al modo en que lo hace una fotografía, los momentos más característicos que a Buddha, Zhuang-Zi, Epicuro, Confucio, Montaigne, Schopenhauer, Nietzsche o Spinoza les valieron para entrar en el Panteón Universal de la Sabiduría, y a la vez, en iniciadores de corrientes que muchos de nosotros nos hemos visto empujados a seguir incondicionalmente, aunque en ningún caso bajo el estandarte de la obligación o la urgencia del momento: estas figuras ejercen más bien la función de un faro luminoso, bajo cuyo auspicio somos capaces de arriar las velas del barco que lleva una única –aunque nada ligera– carga: nuestra existencia.
¿Quiénes son los héroes de la sabiduría? ¿Qué han aportado al conjunto del conocimiento y progreso humanos? Roger-Pol Droit se propone en esta obra, redactada en un lenguaje accesible a todos los públicos, desentrañar el término sabio.
El autor afirma que los personajes así denominados son grandes figuras que han marcado la evolución de la humanidad, una serie de seres excepcionales, iniciadores de caminos que los demás nos vemos incitados –tarde o temprano– a seguir. Para cumplir con su tarea histórica hubieron de atravesar avatares, combates y pruebas de muy diversa índole, cuyo único adversario no era otro que su propia vida.
Droit se pregunta, inmerso en una reflexión de gran actualidad, si aquellos sabios no son más que sueños o personajes de ficción que han permanecido anclados en nuestra memoria, y lo que es más, si sería posible la formación de uno de ellos en nuestros días. No sólo el pasado ha de constituir materia de estudio para el filósofo, sino también –y quizás con mayor prioridad– los sucesos contemporáneos a los que nos enfrentamos, pues, como explica Droit, hemos acabado por resignarnos a no comprender nada en absoluto, a dejar pasar el tiempo y los sucesos que en él se dan como parte necesaria de un devenir que no siempre se adecua a lo que entendemos por desarrollo fértil de la humanidad.
Sin embargo, aquel que se enfrenta al intento de desvelar los entresijos de su época, aun cuando el desenlace de tal conocimiento suponga la obligación de la desobediencia, son llamados héroes. A tales figuras pretende acercarse el autor a través de un apasionante recorrido que atraviesa toda la historia de la humanidad, como si se tratara de un sueño que no queremos confesarnos a nosotros mismos.
La verdad es que no he echado un vistazo al libro, pero por comentar algo: en Kant se dice ya aquello de que el «ideal del filósofo» (como conceptus cosmicus) es una relación de todos los conocimientos con la razón, y por tanto implica algo así como arrogancia el llamarse a uno mismo filósofo. Esto de Kant está en la Arquitectónica. ¿Podría aproximarse esta figura de filósofo ideal a la figura de sabio que se detalla en el libro? Si ello fuera así, la figura de sabio sería un cierto «ideal» de la razón, en cuanto que ésta aspira a la unidad sistemática de todos sus conocimientos, y no una mera idea nostálgica o un vago anhelo.
Me gustaMe gusta
Si te interesa puedo buscar la cita exacta del texto kantiano.
Un saludo.
Me gustaMe gusta