Christa Wolf: «El cielo dividido» (Der geteilte Himmel), entre el wir y el ich

wolf-christa_foto_1994-01-0371.jpgDe sobra conocido es que, en Alemania, a partir de 1961, se dejó de hablar de una unidad cultural y literaria. Tras la Segunda Guerra Mundial, las grandes potencias (Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Rusia) se hicieron con el mando del país germánico e instauraron un estricto régimen al que no sólo se tuvieron que aclimatar los ciudadanos, sino también los intelectuales. De este modo, la cultura tenía la obligación de concienciar al pueblo con las normas dictaminadas por el Gobierno, produciéndose en consecuencia una división entre temas y motivos.

Mientras que en la RDA se trataba de ensalzar el gobierno socialista y la importancia del ciudadano obrero, glorificando la idea de igualdad de derechos, en la RFA surgía otra vertiente más diferente y, desde luego, mucho menos radical. Esta disímil concepción de la realidad favoreció la creación de la conocida frontera que no sólo separó a miles de personas físicamente, sino también psicológicamente. Centrándonos especialmente en la literatura, la confrontación entre los dos lados del muro dio finalmente comienzo a una batalla entre lenguaje y cultura. La violencia verbal y la defensa de las ideas propias se manifestaban a través de canciones, poemas y libros que trataban de marcar la diferencia entre ambos extremos. Era el lenguaje, entonces, la verdadera clave para los artistas socialistas. El vocabulario empleado en sus obras se reducía a conceptos políticos y la temática a asuntos de colectividad y defensa de gobierno. Los artistas socialistas siempre intentaron establecer una relación entre el tema de sus obras y los lectores. No se trataba de una literatura de entretenimiento, sino de instrucción. Para el intelectual no existían temas triviales, sino el objetivo de transmitir los ideales que había asumido como un estilo de vida y hacer que el lector reflexionara e interiorizara asimismo dichos conceptos.

El caso de Christa Wolf (1929-2011), una de las mujeres más entregadas a su causa política, propugnó el arquetipo del artista ideal de la RDA. Con su primera novela Der geteilte Himmel (El cielo dividido) (1963), consiguió plasmar el objetivo socialista, algo que le permitió posicionarse como una de las figuras femeninas más emblemáticas de la llamada Literaturstreit y ocupar un puesto importante en la cámara cultural de la SED en la Alemania oriental.

La RDA subrayaba la importancia del colectivismo, algo que parecía chocar con el individualismo político de la RFA. Este colectivismo, frente al individualismo, diferenciaba de forma trágica a las dos Alemanias, siendo el «wir» («nosotros») un Leitmotiv para el socialismo (RDA) y el «ich» («yo») para el capitalismo (RFA). Esto fue algo que supo transmitir muy bien Wolf en Der geteilte Himmel. La novela es considerada como un llamamiento al socialismo moderno desde el punto de vista femenino, puesto que Wolf, como escritora, como bien defiende Katharina von Ankum en el artículo «The Difficulty of Saying ‘I’: Translation and Censorship of Christa Wolf’s Der geteilte Himmel«, exploró específicamente las formas femeninas de la construcción ficcional, algo que no sólo le procuró conflictos con los defensores del socialismo realista, sino también con los partidarios occidentales de un modernismo rigurosamente definido por los hombres. Además, Katharina von Ankum explica que Wolf supo actuar con precisión y complejidad a la hora de investigar el comportamiento humano en circunstancias históricas adversas. Por eso, Der geteilte Himmel se lee como un voto político para el experimento socialista en la RDA, así como también se considera un apoyo del escritor a la división de Alemania, aludiendo a la oposición binaria de Oriente/Occidente, ellos/nosotros que los críticos han usado para categorizar el trabajo de Wolf. La sinceridad de Wolf como escritora es lo que evidencia su integridad personal, así como su incansable compromiso con la alternativa social.

Bajo el título de la novela se interpone una separación que no sólo atañe a las dos Alemanias, sino también a los dos personajes principales: Rita (quien trabaja como profesora) y Manfred (quien trabaja como químico), dos amantes cuya diferencia ideológica termina por separarles social y ontológicamente. La narración se centra en Rita y cuenta su evolución sociopolítica a partir de la relación sentimental con Manfred y otros compañeros de la universidad. No se trata, ni mucho menos, de una novela romántica, aunque así lo pueda parecer si se lee de forma semántica. El propósito de Wolf podría decirse que es metafórico: a través de una relación sentimental entre dos jóvenes, se procede a concienciar al lector de la importancia del socialismo con un registro discursivo de instrucción. La ruptura de la pareja al final de la novela no es sino una apología metafórica del «wir» y el «ich», que también alude a la división de los individuos. Por tanto, el propósito de Wolf en Der geteilte Himmel puede considerarse como el cuestionamiento crítico del nuevo desarrollo de la Alemania de la posguerra.

Wolf

La lucha entre el «wir» y «ich» se desarrolla de forma constante en una batalla cuyo descontento parece comenzar por la incompatibilidad de los contraargumentos de los protagonistas, así como también a partir de la influencia de otros personajes secundarios. Son estas relaciones simbólicas y motívicas las que permiten a Wolf hacer una referencia amplia sin difuminar la individualización de los héroes y el lenguaje de su narración. Pero asimismo, sin embargo, provocan confusión, algo que parece estar también relacionado con el hecho de que la función narrativa se difumina en el mundo de la experiencia de Rita, produciendo una limitación de la objetivación de los personajes (Schlenstedt, Motive und Symbole in Christa Wolfs Erzählung «Der geteilte Himmel»).

A Christa Wolf realmente le interesaba en Der geteilte Himmel insistir en el proceso de división y separación del pueblo alemán, ya que, como Rita expresa: «las dos mitades de la tierra encajan perfectamente, y en el punto de encuentro, caminan como si no fuera nada». Este «punto de encuentro» se refiere al muro, por lo que se nos regala no sólo una visión pesimista de la situación, sino también de los individuos. Al transcurrir la historia desde la experiencia de Rita, se observa el doble perspectivismo trabajado por la Literaturstreit: toda crítica recae sobre la actitud individualista de Manfred, lo que parece, al mismo tiempo, dificultar en consecuencia la inclinación ideológica socialista de Rita. Es aquí donde se observa la explotada Sympathie Lenkungstrategie (manipular al lector y convencerlo del idealismo socialista) de la literatura socialista, que intenta posicionar al lector a favor del «wir» que defiende Rita y no del «ich» que ampara Manfred.

Además, en el mismo prólogo se observa ya el primer cambio: la narración pasa de jugar con el «sie» («ellos») a jugar con el «wir»; de esta forma, la intencionalidad del texto llega a cumplir su objetivo, que no es otro que acercarse al lector aludiendo a una experiencia común compartida tanto por la autora como por el lector y la protagonista, animando al mismo tiempo al lector a establecer sus propias asociaciones personales con los eventos históricos representados en el texto.

La evolución del «wir» se intensifica cada vez más en las descripciones y los diálogos; es un «wir» que vota por una sociedad igualitaria. Pero esto no sólo se aprecia en el lenguaje, sino también en los pequeños gestos que tanto Manfred y Rita, junto a otros personajes importantes como es el caso de Wendland, realizan. Existe un pasaje muy interesante en la novela en el que se aprecia esta dicotomía social: ocurre cuando Rita quiere estar con todos, bailar con todos, y Manfred sólo pretende hacerlo si es con ella. Una ironía literaria que habla de un proyecto común frente, desde luego, a uno particular. Pero los ejemplos no acaban aquí: Manfred siempre queda excluido de cualquier escena, incluso de las discusiones, porque todos consideran que su discurso es pobre y su ideal carece de estructura concisa. El lector empírico sabe que en realidad no es así, que en realidad Manfred tiene una autonomía filosófica que no acaba de concordar con el estricto pensamiento de la Alemania oriental. Manfred es juzgado en todo momento por preferir el otro lado, ya que según el hilo narrativo, gustarte lo que no es «nuestro» es una traición. Además, el «wir» parece romperse incluso desde el punto de vista de la pareja, acentuando la pretensión individual de cada uno: mientras que para Manfred el «wir haben» se compone de carácter dual, para Rita significa el todo por el colectivismo que tanto defiende la RDA:

Estamos en un momento difícil, dijo ella sin ninguna conexión con la conversación. / ¿Quién: nosotros?, preguntó Manfred. / Todos, dijo ella. La presión aumenta. Especialmente lo hemos notado en las fábricas: Meternagel, Hänschen, Ermisch…

El «ich» que representa Manfred corresponde en realidad al derecho como individuo libre. Sin embargo, Rita piensa que Manfred opta siempre por sus propios intereses, que ese «ich» suyo desempeña la función egoísta y ejemplificada que no permite el crecimiento de la nación. Rita está tan absorta por su creencia que no es consciente de que Manfred ve esa misma colectividad como una represión.

No obstante, Manfred opta por arriesgarse su relación con Rita, y le ofrece irse con él al otro lado para comenzar una vida juntos, lejos de cualquier idiosincrasia, donde puedan ser felices, donde puedan hallar esa Alemania que alguna vez fue una sola y cuyo gobierno sólo afectaba a los ciudadanos en cuestiones cívicas:

Alemania siempre ha sido líder en química. […] Pregúntate tan sólo: ¿qué Alemania continúa con esta tradición? ¿La occidental? ¿La del este? Depende de las realidades, no de la política, por cierto. Tal realidad sólo está en nuestras cabezas (Wolf).

Christa-Wolf-Foto-1983-Wolf-Christa.jpg

La obra termina con una doble separación porque Rita ha crecido, ha madurado, ha sabido decidir por sí misma, ha descubierto que lo que realmente quería era una sociedad conjunta, no una soledad y un oportunismo efímero, por lo que no se va con Manfred. Es lo suficientemente independiente como para elegir, sin saber que esta decisión la posiciona asimismo en una actitud individualista. Ella, además, siente la necesidad de seguir impartiendo clases, de enseñar a otros, de trabajar en el conjunto que ya se había creado, en ese «wir» utópico.

Afirmar que Christa Wolf pretendía ser bastante directa en Der geteilte Himmel es un hecho: no trataba de defender un gobierno y desmontar el otro, simplemente trataba de hacer creer, de considerar algo como certero y verdadero, de definir al mismo tiempo su condición como mujer y ciudadana. Der geteilte Himmel simboliza una ruptura por partida doble, una ruptura que no pretende establecer estereotipos entre un lado y otro, simplemente resaltar las diferencias de los dos lados del muro. El experimento narrativo de Wolf podría considerarse una historia de iniciación. El interés de Wolf por la subjetividad, su enfoque en el proceso más que en la teoría, se acerca en cierto modo a la estructura del Bildungsroman, según Katharina von Akum. El objetivo de Wolf tal vez fuera mostrar la verdad a la que ella misma se aferraba: la esperanza y la convicción por una sociedad mejor, por una Alemania colectiva, aunque dicha utopía finalmente no llegara a hacerse realidad.

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