Filosofías. La multiplicidad de sus caminos

Owl Friedrich.jpgLas concepciones monolíticas de la filosofía hacen que se tenga de ella una idea lo suficientemente limitada como para estrechar las rutas por donde transita. Esta afirmación se desprende de los caminos, de la experiencia, del atributo más explícito de los variados matices del pensamiento, cuando, a la hora de establecer sus alcances, se constituye principalmente su inconmensurabilidad. La filosofía es irreductible a una definición, a una ideología, a una escuela. La verdad es el patrimonio de la ignorancia.

Sentirse pleno dentro de un sistema, de una estructura, de una ideología, es la condición de quien se siente libre en medio de una estrechez que aminora cualquier concepción de vida. Los rótulos, los títulos, los calificativos, las cuadrículas que tanto pueden satisfacer a quien se inscribe en esas especificaciones, son los accesos a la constricción del pensamiento y sus aperturas.

Por supuesto, hay un régimen común y cómodo en la aceptación de un principio, de una definición en la cual inscribirse. Nunca dejará de ser seductora la pertenencia a una facción, por eso, aun con ciertas reservas, el ser humano permite etiquetarse en una determinada orientación. Sin embargo, es justamente la desorientación uno de los rasgos que más se instituyen dentro de las esferas movidas por las historias de los pensamientos filosóficos. El «milagro griego», la proliferación de corrientes y visiones distintas que dialogaron y también rivalizaron en un espacio reducido y en un tiempo tan limitado, si bien puede aludir a una especificidad idiosincrática de un pueblo, es también factible pensarlo como el proceso característico de un movimiento en el que el ser humano encuentra su mayor sentido: el pluralismo.

La configuración centrípeta de las ideas, la convergencia en una única vía, el anquilosamiento ideológico en una concepción cualquiera precisa de la negación del movimiento desde el que se desenvuelve el pensamiento. Negar este último es contradecir la manifestación más clara de un ámbito que sólo en el inquirir, en el preguntar, en el dudar, tiene su principio y también su finalidad. Si líneas atrás se hizo alusión a la inconmensurabilidad como aspecto en el que se registran los alcances del pensamiento, explícitamente se intentan concretar las carencias a que se ve expuesto quien quiere dar una imagen coherente y total de lo que lo rodea. Sólo un absolutismo ideológico como el que se desprende de muchas facetas humanas puede concebirlo así.

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Pero no sólo de esta manera puede estrecharse nuestra visión en cuanto a lo que representa la filosofía. Una simplificación mayor puede darse al considerar que con ella se juzga solamente la exterioridad, el mundo. En tal sentido, la crítica, entendida en su dimensión moderna y simplificada, puede resolver lánguidamente el cometido del pensamiento. Si la crítica emerge como función problematizante del posicionamiento de quien la realiza, se establece entonces como juicio constante sobre sí, es decir, de auto-crítica, cumpliendo así con la exigencia de desplegarse en un nivel desde el cual puede pretender una complejidad mayor. Lejos por ello, quizá en las antípodas, está el atributo de una crítica como la que se asimila dentro del objetivo pedagógico actual, en el que tanta confianza adquiere el sujeto que juzga la exterioridad con tanta fastuosidad e integridad, sin que sea capaz de escudriñar su propias carencias.

Los avatares de los caminos por los que conduce el filosofar –este verbo dice más que el sustantivo filosofía– implican una travesía peligrosa. ¡La luz del sol platónico se nos aparece ahora tan opaca! Ese sol en realidad nubla. Pero hay todavía quienes puedan legitimarlo, inoculan evangelización filosófica, misión sacerdotal, esas categorías salvíficas, al alcance de quien quiera redimirse. Pero el filosofar no redime; por el contrario, profundiza el malestar, violenta el equilibrio, constriñe la comodidad.

Si cumple con alguna utilidad, aunque esta distinción es inocua, el filosofar manifiesta principalmente la misión de punzar las certezas. Si algo meritorio hay que evocar del daimon socrático es el hecho de recordarnos cuánta necesidad hay de dar un paso atrás, (un paso adentro deberíamos decir) para establecer otras perspectivas y socavar la seguridad en la que solemos habituarnos. Sólo afirma con suficiencia quien ignora inquirir, sólo asegura con envanecimiento quien abandona el camino y ha optado ya por una filosofía en vez de filosofar…

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2 comentarios en “Filosofías. La multiplicidad de sus caminos

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