José Manuel Vázquez Díez (Irún, 1971), autor del fundamental Manual de yoga integral para occidentales, presidente de la Asociación Shiva-Shakti de Yoga Integral y artífice del yoga orgánico, repite en Alianza Editorial con un volumen en el que centra su atención en el tratamiento del dolor a través de la práctica yóguica: Los valores terapéuticos del yoga. Cómo comprender y aliviar el dolor a través de las técnicas del yoga. Charlamos con él sobre su nuevo libro y sobre la actualidad del yoga en Occidente.
Comencemos por el principio… ¿Qué es exactamente el yoga? ¿Puede darse una definición definitiva y completa?
El yoga clásico o meditativo es una de las seis escuelas o darshanas (visiones) tradicionales del hinduismo. Su pensamiento hunde sus raíces en una de las más antiguas cosmogonías de la India, el Samkhya, de corte dualista y aspiraciones epistemológicas. Su texto de referencia son los Yoga Sutras de Patánjali (siglo III a.C.).
El yoga reúne una serie de técnicas dirigidas al conocimiento práctico de la “realidad” y de cualquier fenómeno que forme parte de la experiencia humana. En este sentido es una disciplina horizontal que en la actualidad puede formar parte de cualquier área del saber. Cualquier “objeto” de estudio puede ser “observado” a través de las técnicas del yoga. Sus técnicas nos entrenan en el refinamiento y sutileza de la percepción, nos conducen a una conciencia ampliada de los procesos sensoriales y cognitivos, a través de los cuales elaboramos una imagen del mundo y de nuestra identidad en él.
Por otro lado, el yoga asociado a la flexibilidad y a la fuerza que conocemos de forma masiva en Occidente proviene de una línea de pensamiento heterodoxa llamada tantra. Uno de sus textos de referencia es el Hatha Yoga Pradipika (siglos XIV-XV). Sus técnicas evolucionan centradas en los procesos energéticos subyacentes a la existencia y a la propia consciencia.
Si en el yoga clásico el cuerpo es considerado la materialización de nuestras debilidades humanas, en el yoga tántrico el conocimiento experimental del cuerpo es la vía de acceso a estados ampliados de conciencia.
El yoga, aunque utilice elementos externos para su desarrollo, es una disciplina interna de conocimiento universal. Aunque sus orígenes se hayan rastreado a orillas del río Indo hace más de 4.000 años, su eficacia y versatilidad la han convertido en un ente autónomo que evoluciona según el contexto social en el que se introduce. El yoga en la actualidad pertenece al acervo cultural de toda la humanidad.
¿Qué distingue a este libro de cuantos se han escrito hasta ahora sobre yoga?
Uno de los motivos por los que me decidí a escribir este libro es porque en mis estudios sobre el yoga y el tratamiento del dolor no encontré ningún título que explicara de forma cercana el funcionamiento del dolor o su finalidad teniendo en cuenta su dimensión psicológica, social y espiritual. Necesitaba acercarme al dolor para entender de qué manera específica las técnicas del yoga pueden contribuir al bienestar de las personas que vienen a mis sesiones. Este libro es el resultado de mis investigaciones durante los últimos cinco años y de mi experiencia al respecto.
Se centra en los valores terapéuticos del yoga y la manera en que las técnicas del yoga pueden ayudarnos a entender y a aliviar el dolor. Su enfoque es práctico y teórico a la vez. Habla del dolor en primera persona y del aprendizaje que eso conlleva. Trata los aspectos físicos, anímicos, psicológicos y transpersonales que subyacen al dolor y de cómo los diferentes aspectos del yoga pueden contribuir significativamente a mejorar la calidad de vida de las personas que padecen dolor físico o anímico. Ofrece información técnica sobre cómo prevenir, aliviar y tratar dolores concretos y puntuales.
Su lectura puede resultar de interés a practicantes consumados, personas que se inician, estudiosos del tema e incluso a personas que se acercan por primera vez al yoga. Su lenguaje es claro y sencillo. El dolor tiene sus propios códigos, y, por lo que parece, todos necesitamos desentrañar en algún momento de nuestro recorrido vital.
¿Por qué centrarse en el dolor y en esa condición “terapéutica” de cierto tipo de yoga? ¿Toda práctica de yoga es terapéutica?
Si me lo permites, Carlos, voy a contestar a esa pregunta con otras preguntas. ¿Cómo hasta la fecha no hemos tomado en serio el dolor como una vía de aprendizaje y mejora humana? ¿Cómo no darse cuenta de que el dolor está presente en todos los procesos personales de crecimiento personal? ¿Por qué no se nos enseña a tratar el dolor de manera consciente y positiva? ¿Cómo no ver que los alumnos que vienen a mi estudio buscan herramientas que les capaciten para gestionar su dolor?
En la actualidad, los valores terapéuticos del yoga son obvios. Existen muchos estudios realizados en condiciones controladas que indican la eficacia de sus técnicas en campos como los de la salud física y mental, la educación, la acción social y la gestión empresarial. Sus resultados nos animan como colectivo a seguir investigando sus posibles aplicaciones.
En cuanto a si toda práctica de yoga es terapéutica, he de decir que no; si bien en la mayoría de los casos suele ser beneficiosa, o por lo menos inocua, también, dependiendo de cómo ejecutemos sus ejercicios, puede ser lesiva. Esto lo tenemos que tener muy claro. Como en cualquier actividad humana, el cómo es tan importante o más que el qué.
Si obtenemos consecuencias indeseables de nuestra práctica, más que echar la culpa al yoga, o al profesor de turno, hemos de reflexionar sobre nuestra motivación y actitud a la hora de enfrentarnos a una disciplina que es más compleja de lo que parece. Es muy importante que cada persona se responsabilice de su práctica.
Siempre digo a mis alumnos de formación de profesores que la ignorancia es lo más lesivo que existe, aunque a veces nos empeñemos cotidianamente en utilizar la ignorancia como sinónimo de felicidad. El profesor es la principal figura responsable de poner en práctica y transmitir los valores terapéuticos del yoga.
El yoga se ha asentado de manera muy natural en Occidente, como una suerte de puente con la cultura oriental. ¿Cómo, por qué?
Posiblemente se haya limitado a llenar un hueco en el sistema económico capitalista en Occidente. Se ha generado una demanda y los propios representantes indios del yoga se han ocupado de proveernos con un sistema de yoga hecho a imagen y semejanza de nuestras necesidades.
El inicio de la revolución industrial no sólo ha democratizado el uso de los bienes de consumo sino que también nos ha instalado, por la puerta de atrás, en una crisis de valores y de contradicciones éticas que como sociedad y como individuos se nos hace difícil de digerir. El yoga parece darnos todo lo que hemos perdido por el camino: salud física, equilibrio emocional, tranquilidad mental, libertad espiritual…
¿Ha facilitado nuestro modo de vida típicamente occidental (prisas, estrés, contaminación mental) la introducción del yoga en nuestro entorno cotidiano?
Obviamente sí.
¿De qué forma se relacionan yoga y meditación? ¿Es ésta una parte fundamental del yoga, o no es necesaria para culminar una buena práctica?
Sin actitud meditativa no hay yoga. El yoga empieza con la escucha activa. Para escuchar hemos de vaciarnos. Para vaciarnos hemos de estar presentes. Yoga y meditación son sinónimos.
Hay muchas formas de meditar, así como hay muchas formas de practicar yoga. Todas tienen un objetivo común. Llegar a ser parte integral de nuestra forma de entender la vida. De relacionarnos de forma consciente y saludable con nosotros y nuestro mundo. Los motivos por los que una persona se acerca al yoga son personales sin embargo lo que nos encontramos al meditar y practicar yoga nos trasciende como individuos.
¿Hay malas prácticas de yoga? ¿Y malos profesores?
Debe de haber. Como en toda profesión hay buenas y malas prácticas. Hay profesionales que se ocupan de ser mejores cada día, que estudian, se reciclan, se plantean cosas y aprenden de los retos que les va planteando la vida; y hay otros que sólo ven en ello una manera de sacar provecho y salvar el pellejo sin importar las consecuencias. Todos nos hemos encontrado con profesionales de todo tipo que podemos identificar en alguno de estos dos roles.
Al final es una cuestión de honestidad y estar receptivo a las situaciones que nos vamos encontrando. El buen profesional es el que encuentra la mejor solución, la que no conlleva dolor ni malestar a ninguna de las partes implicadas.
Teniendo en cuenta su nexo con textos milenarios como los Vedas y los Upanisads, ¿cómo se relaciona el yoga con la literatura y con el pensamiento?
Esa es una pregunta compleja que no sé si voy a saber responder. De primeras decirte que en estos textos que mencionas, pilares capitales del hinduismo, el yoga es parte intrínseca de ellos, tanto en su contenido como en su forma. Tanto el conocimiento revelado en ellos como en la manera en la que se puede acceder a ese conocimiento van implícitos unos rituales, unos mecanismos de ampliación de conciencia, que luego son interpretados y explicados por las diferentes escuelas de pensamiento indias. A la sistematización de esa práctica particular de ampliación de conciencia la llamamos yoga y al estado mental que facilita, también.
Cuando somos capaces de extraer un conocimiento de nuestras creencias empezamos a hacer filosofía. La manera en la que el pensamiento indio se desarrolla es através de una muy sutil y refinada observación de los contenidos mentales que surgen a la par que se desarrollan determinadas acciones o tienen lugar determinados acontecimientos. Del paso de la palabra al símbolo y de la interiorización de su significado nacen las técnicas del yoga. El yoga acaba siendo una representación idealizada de la realidad al margen de nuestros condicionamientos operantes. Al final el yoga acaba ofreciéndonos un espacio-laboratorio donde analizar los contenidos de la psique, los procesos cognitivos, la propia sustancia mental y el origen de la conciencia.
Esta forma de pensamiento subyace también en los mecanismos de conocimiento utilizados por los primeros filósofos griegos, que aunque parecen muy lejanos en el tiempo, siguen siendo los padres de nuestra cultura moderna. Narramos la vida para darle un sentido. La literatura profundiza, enriquece y da testimonio de las opciones vitales de aprendizaje que la vida nos ofrece; el pensamiento creativo, en cualquiera de sus expresiones, es un milagro de observación, definición y comprensión de los elementos que conforman la vida. El yoga nos permite ser conscientes de nuestra narrativa interna como individuos y como especie.
La historia del pensamiento y el arte occidentales están llenos de ejemplos híbridos de ambas tradiciones. Desde el eterno retorno nietzscheano y sus similitudes con el samsara hindú, hasta la revelación de “la vida es sueño” de Calderón de la Barca y su parecido con el maya advaita Vedanta… la concepción artística del sonido como creador del espacio de John Cage, las performances de Marina Abramovic donde explora los límites de la conciencia, etc. Los ejemplos son interminables.
La práctica del yoga hace hincapié en la distinción entre el “ser humano interior” y el “exterior”. ¿Cómo podemos aunarlos en una sana simbiosis? ¿Es acaso posible la unión entre ambos?
Querido Carlos, he de contestar de nuevo con otras preguntas: ¿es posible hacer lo contrario? ¿Podemos vivir sólo con una conciencia externa, material de la cosas? ¿Podemos vivir sólo siendo conscientes de nuestro sentir interior sin valorar otros factores? La respuesta es no.
Hay personas que viven haciéndose ilusiones sobre la naturaleza de su propia existencia; viven desconectados, en muchos casos por desconocimiento, de aspectos fundamentales para la salud y el equilibrio, como son la gestión emocional o el reconocimiento de la multiplicidad de inteligencias que conviven en nosotros. No somos espíritus puros pero tampoco somos sólo milagrosas máquinas biológicas; somos más que un ordenador de última generación, somos algo más que un conjunto de recuerdos ordenados en el tiempo. Somos eso, todo junto y mucho más. Pero nada de eso nos pertenece, es un préstamo transitorio que tenemos la fortuna de utilizar en nuestra corta existencia.
No tenemos opción. Nuestro sistema nervioso conecta las diferentes realidades de las que se compone la experiencia humana y nos da la posibilidad de, con las técnicas adecuadas, acceder a todas ellas de manera regulada y estable. El yoga, por definición, es la disciplina que nos permite hacer eso. Posiblemente esta visión del yoga evolucionará en el futuro con unos resultados increíbles. Es por eso que las técnicas del yoga se sitúan en el horizonte de lo que está por venir.
En este sentido, ¿cree el yoga en un alma separada del cuerpo, en una entidad espiritual más allá de lo físico?
El yoga no es un sistema de creencias, no es una religión, no es una secta o similar. El yoga es un sistema práctico de conocimiento, es una disciplina orientada a la emancipación de los condicionantes que operan en nuestra percepción del mundo. Como tal, puede ser utilizado por personas de cualquier credo, ateos, gnósticos, budistas, católicos o musulmanes. Todo ello son categorías externas que en nada influyen en la eficacia de sus técnicas.
El yoga no te dice en lo que has de creer y no creer. Eso es cosa tuya, de tu cultura, de tu familia, de la sociedad en la que desenvuelves y de cómo interpretas la realidad en función de todo eso. El yoga lo que sí que hace es invitarte a tomar conciencia de cómo influye todo ello en tu manera de vivirte y de vivir a los demás, de que observes las consecuencias y de que luego hagas las valoraciones que consideres oportunas.
Piensa que nos acercamos al sistema de pensamiento indio utilizando conceptos ajenos a su propia tradición. Conceptos que parecen similares pero que pueden estar desvirtuando el significado original de las palabras. Las palabras definen realidades muy concretas de la experiencia humana. El lenguaje define la cultura, cada cultura tiene su propia lengua. Estamos muy acostumbrados a traducir términos como sinónimos sin serlo del todo; sin embargo, cuando nos acercamos a la metafísica hindú y utilizamos la palabra alma para designar al atman, no estamos siendo muy finos a la hora de entender lo que se nos está queriendo decir. Lo más probable es que nos hagamos una idea equivocada del significado de la esencia humana y de cómo ésta evoluciona o no, en esa tradición.
En tu nuevo libro hablas de numerosas corrientes yóguicas. ¿Con cuál te sientes más identificado? ¿Es conveniente familiarizarse con la historia del yoga para practicarlo de una manera plena?
El yoga que yo practico es un yoga integral de orientación terapéutica. Hace más de quince años que investigo una metodología orgánica de aprendizaje y trabajo psicocorporal. Por eso, llamo al yoga que practico y enseño yoga orgánico. No es un nuevo yoga, es el yoga de siempre visto desde una visión orgánica de los procesos de aprendizaje. Hay una larga tradición “orgánica” en las artes occidentales que yo aplico al mundo del yoga.
Estudiar la historia del yoga nos ayuda a saber en qué punto estamos en la actualidad. Practicar como se practicaba hace cien o mil años tine sentido para muchas personas, pero no para mí. En mi caso estudiar la historia del yoga me ha hecho entender muchas cosas en torno al yoga y su evolución que antes no tenían sentido. Desde ahí comparto mi visión del yoga.
En su obra clásica sobre yoga, el maestro Suami Vishnu Devananda asegura que «El hombre ya no está satisfecho con su intelecto, la máquina de razonar que no aporta respuestas a sus preguntas». ¿Ofrece el yoga tales respuestas?
Antes que dar respuestas, el yoga cuestiona desde dónde haces las preguntas. De esa manera puedes obtener una información diferente a lo que en un principio creías que era importante. El yoga nos entrena en una manera de hacer conocimiento desde la propia experiencia y no exclusivamente desde una parte pequeña de nuestras capacidades «mentales», la racional, que se ha apropiado del resto. A ese agotamiento de recursos creo que es al que se refería Suami Visnhu Devananda.
¿De qué manera ayuda el yoga a contestar a la vieja, socrática y compleja pregunta sobre quiénes somos?
Me parece imposible pensar que Sócrates, a su manera, no hiciera yoga. Partía del reconocimiento de la propia ignorancia para empezar a elaborar algún tipo de conocimiento en torno a la condición humana que mereciese ese nombre. Deconstruía el pensamiento para encontrase con lo esencial. El sistema de conocimiento práctico que representa el yoga hace lo mismo.
Es importante restaurar de forma consciente el vínculo del ser humano con su propia naturaleza porque en ella reside la causa de su propia existencia. Nuestra esencia se expresa y actualiza a través de nuestros actos. El yoga nos proporciona un método de observación sistemático y gradual de los mismos hasta llegar a la causa que los originó.
Según el Samkhya existen tres vías para el conocimiento o pramanas: escuchar una voz autorizada que nos quite el velo de la ignorancia, la percepción directa (revelada de la realidad) y la deducción lógica o inferencia. Cualquiera de las tres nos puede llevar al reconocimiento del ser. El yoga representa el conocimiento del ser derivado de la propia experiencia de ser. En este sentido ya somos, pero no nos damos cuenta, desconocemos quiénes somos aunque no dejemos de serlo. De ahí supongo que Sócrates plantease la ignorancia como previo paso a cualquier conocimiento.
¿Cómo puede ayudar el yoga a vivir sanamente con y a través de nuestro cuerpo? ¿Tiene alguna relación con la práctica sexual?
El hatha yoga practicado en la actualidad, en estudios del mundo entero, procede, como ya hemos dicho, de la tradición tántrica. En estas tradiciones el cuerpo es importante porque forma parte –y nos conecta con la energía– de todo lo que existe. El cuerpo es el vínculo que nos une con el paso del tiempo, con el espacio y con los procesos dinámicos que tienen lugar en nuestro universo. El cuerpo es un reflejo del todo, un microcosmos que utilizado de manera adecuada tiene su efecto, su eco en aquellos otros pequeños y grandes cosmos con los que está conectado y de los cuales es representación.
La sexualidad es uno de estos planos, uno de los más importantes; pues en él descansa nuestro potencial creador, nuestro deseo, el impulso vital que marca nuestro tono anímico, nuestras ganas de vivir y hacer cosas, de acercarnos al otro y poner a prueba los límites de nuestro mundo personal.
En la tradición tántrica el encuentro sexual, el maithuna, se encuentra ritualizado, limitado a una serie de parámetros que ayudan a canalizar la energía genital, no tanto a la satisfacción personal como a la construcción de un vehículo energético de conexión con otros posibles planos de existencia. Es muy similar a nuestra alquimia, que utiliza los recursos básicos de la vida para crear una forma de vida de orden superior. En este sentido podemos hablar de una sexualidad “sagrada” y de una sexualidad “pagana”, una ascendente y otra descendente.
A efectos prácticos, una persona que practique una sexualidad yóguica verá revitalizado no sólo su organismo, sino también sus relaciones. La comunicación con sus compañeros/as sexuales puede mejorar a muchos niveles. Las maneras de llegar al orgasmo se multiplican, así como la calidad y el tipo de sensaciones placenteras que intervienen en la relación sexual. La sexualidad, dentro del yoga, es una vía de reconocimiento de aspectos y fuerzas inconscientes que operan más allá de nuestro control y por lo tanto es una de las vías de conocimiento más profundas y a veces de las más difíciles, pero también de las más gratificantes.
Últimamente ha arraigado en Occidente un gusto peculiar por lo oriental, por lo exótico: ¿tiene el yoga, en este sentido, algún enemigo al que deba combatir?
Que yo sepa, no. El yoga es tan potente que es capaz de sacar lo mejor de cada cultura. Aunque pases el yoga por la centrifugadora del capitalismo, de la masificación y del marketing su calidad es tan óptima que no se ve afectada sino momentáneamente. El yoga es una entidad viva que se adapta allí donde llega. La estética india, oriental o como se quiera llamar, es sólo una moda. No hay que temer. El yoga tiene muchas caras y todas tienen su público. Lo externo cambia, la esencia permanece. El yoga es.
Hay un yoga para cada persona. ¿Por qué debería de ser malo eso? Muchos dirían que el yoga se está desvirtuando; yo prefiero pensar que se está adaptando a las necesidades actuales. Es lógico que aunque practiques yoga no te sientas atraído por todos los estilos de yoga, de la misma manera que si eres un amante de la pintura no necesariamente has de conectar con todo lo que se pinta. Lo importante es encontrar lo que necesitas en cada momento y disfrutarlo.
Reblogueó esto en luispablodetorrescabanillas.
Me gustaMe gusta