Thor. El dios del trueno. Una divinidad nórdica. Hijo legítimo del todopoderoso Odín. Guerrero invencible, generoso con sus compañeros en la batalla. Noble. Honrado. Características que sirvieron para que en The Ultimates (Marvel) Bryan Hitch y Mark Millar convirtieran a este inmortal personaje, en expresión de Julián M. Clemente, en toda una «figura trágica, un Jesucristo de nuestro tiempo, un hombre que se veía abandonado a su suerte por el padre celestial que le había enviado a la Tierra para redimirnos». Y lo más importante: Thor creía en esta audaz misión.
En cualquier caso, tanto en Ultimate Thor como en The Ultimates, el lector encuentra a un Thor reconfigurado en el núcleo de su más pura esencia. Salvo contadas excepciones, a lo largo de su larga andadura en el cómic Marvel, el dios de cabellos dorados siempre se vio reafirmado en su lugar (para bien o para mal). A pesar de las azarosas circunstancias del Destino, Thor ejercía su papel como legítimo heredero del trono de Asgard, aunque sin despotismo, y sabía cuál era su lugar, y lo más importante, qué representaba.
Sin la pretensión de exponer en este breve artículo la mitología nórdica en su conjunto, debemos referirnos –con el objetivo de contextualizar al personaje protagonista de estas líneas, al dios que es Thor– a la guerra que, como nos cuentan antiguos relatos (Eddas), mantuvieron los dioses ases contra los dioses vanes (oposición, respectivamente, entre luz/tinieblas o cielo/tierra).
Aquellos primeros integrarían el elemento celeste, vinculado a un sistema patriarcal, cuya orientación principal sería la político-guerrera. Por su parte, los vanes constituirían el elemento telúrico (asociado a la tierra, al lugar al que se peternece o en el que se nace), y que, por contraste con los ases, estarían organizaciones matriarcalmente con una fuerte orientación comunitaria.
El período «clásico» de esta mitología germánica es situado por los expertos alrededor del siglo X de nuestra era, tratándose de una religión en torno a Odín, «padre de los dioses», dominador del panteón nórdico. Existen, sin embargo, posturas que afirman la preeminencia y superioridad en esta mitología de Thor sobre Odín, al menos en un período tardío. En cualquier caso, ambos representan a la familia de los ases, o como ya se dijo, el ámbito solar, diurno o celeste de la estructura mitológica. En El destino de los dioses (Trotta), Patxi Lanceros explica que, por varias razones, se inclina a pensar «que es Thor la figura divina que mejor encarna los valores del as [pues] tanto la poesía éddica y escáldica […] hablan de Thor como ‘el más fuerte’ y ‘el más distinguido’ de los ases (su nombre ususal Asa-Thor es suficientemente elocuente)».
Thor ejercería así como una suerte de defensor no sólo de los dioses, sino también de los hombres, presidiendo y santificando la asamblea de la tribu y encarnando a la vez los valores de la guerra en su continua lucha, frecuentemente en solitario, contra las fuerzas del inframundo. Lancero escribe que «la presencia de Thor se rastrea ya en la Edad de Bronce, en las pinturas que representan al dios del martillo. Su culto, a diferencia del culto de Odín, se extiende por doquier».

Thor y Sif (Marvel)
De este modo vemos que el respeto hacia Thor ha sido habitual en la historia de la religión nórdica. Incluso aparecerá como prototipo de dios específicamente celeste: dios del valor, de la fuerza en el combate. Las familias nobles reclamaban al dios del trueno como ascendiente; paralelamente, existen frecuentes calificativos que hacen de Thor un amigo en el que se puede confiar, a diferencia de Odín, provocador de miedo, recelo y desconfianza.
Más allá de la conocida imagen que Marvel diseñó del personaje mitológico, cuentan los relatos que Thor portaba una larga barba roja y poseía una fuerte y temible voz. Su inseparable martillo tenía por nombre Miolnir. Thor estaba casado con la bella diosa rubia Sif (evocadora de la fidelidad y de las buenas cosechas, precisamente, por su largo y lustroso cabello rubio, y a la que por cierto en Marvel dibujaron con el pelo moreno). En una ocasión, Loki, el dios traidor por antonomasia, cortó el preciado cabello de Sif, y Thor, enfurecido, obligó a aquél a trenzar con oro puro los nuevos mechones de la esposa de nuestro protagonista (con quien, ya se ve, no convenía andarse con juegos).
En definitiva, Thor ocupó un lugar privilegiado en el panteón de los dioses germanos, llegando a ser el responsable del estado de las cosechas y del tiempo meteorológico (también poseía gran influencia en la navegación, en los viajes a través del mar, de ahí su conocida asociación con los vikingos). Las gentes que tenían como verdad esta mitología no temían fenómenos como los rayos y los truenos: en ellos observaban la mano de Thor que, cumpliendo con su trabajo, daba muerte a aquellos seres denominados vates.
La historia de Ultimate Thor, con guion íntegro de Jonathan Hickman y extraordinarios dibujos de Carlos Pacheco, aparecida por primera vez en diciembre de 2010 (Ultimate Comics Thor #1 USA) narra algunos acontecimientos capitales que tienen lugar antes de los sucesos que Millar presenta en The Ultimates. El volumen se convierte, así, en una ineludible precuela de altos vuelos, necesaria para comprender el desarrollo del personaje asgardiano y en la que, explica Julián M. Clemente, «nos podremos sumergir por primera vez en el Reino Dorado y sus muchos escenarios, en el que podremos conocer a quienes lo pueblan, desde Odín a los Gigantes del Hielo». La cuestión a la que el lector se enfrenta no resulta en absoluto despreciable, pues interroga acerca de la verdadera identidad del dios del trueno.