Hace unos meses el catálogo de Trotta nos sorprendía gratamente con una publicación de gran calado en el año en que se conmemoraba el bicentenario del nacimiento del polifacético y siempre inescrutable Richard Wagner (1813-1883). Lo cierto es que la industria editorial ha publicado desde 2013, con ocasión de la mencionada efeméride, un aluvión de volúmenes sobre la efigie del compositor germano, mientras que se han dejado -criminalmente- de lado a otras figuras que permitieron que el músico se convirtiese, casi, en un personaje mítico.

Richard Wagner, su esposa Cosima y Nietzsche
Los grandes y laudables proyectos editoriales se nutren de obras que otras empresas no se atreven a publicar, ya sea por criterios comerciales o estrictamente literarios. En este caso, Trotta presenta un epistolario de importancia sumaria, en el que se dan cita Cosima Wagner (hija ilegítima del también compositor Franz Liszt, con el que mantendrá una distante y problemática relación) y el mismísimo Friedrich Nietzsche. Un filósofo, dos músicos y una mujer culta como epicentro de tan singular catálogo de personalidades: un elenco irrenunciable.
Y es que, como explica Luis Enrique de Santiago Guervós en las primeras líneas del magnífico estudio introductorio de estas Cartas a Friedrich Nietzsche (Diarios y otros testimonios), uno de los “episodios más enigmáticos” de la vida del autor de Así habló Zaratustra estuvo protagonizado por su “intensa” relación con Cosima Wagner.
Fiel reflejo -y testigo- de tan particular vínculo es la correspondencia que Trotta presenta, en impecable traducción de L. E. de Santiago Guervós, que recoge, además, el rastro que Nietzsche dejó en los diarios de la que fuera mujer del augusto compositor alemán. “Es indiscutible -leemos en la Introducción- la importancia de Cosima en la vida de Nietzsche por muchas razones. […] No cabe duda de que fue una de sus mejores interlocutoras en la fase inicial de su pensamiento. En ella no vio sólo a la mujer de su pater seraficus [Richard Wagner], del genio, algo que tuvo un peso especial, sino a su musa, a la que dedicaba sus primeros escritos […] y con la que hablaba en sus largos encuentros sobre sus proyectos”.
La tan denostada -a causa de sus abiertos escarceos con el nazismo- hermana de Nietzsche, Elisabeth, dejaba constancia de esta extraña ligazón en la primera biografía que redactó sobre Friedrich:
Wagner, Cosima y mi hermano comenzaron a hablar de la tragedia de la vida humana, de los griegos, de los alemanes, de planes y aspiraciones. Nunca, ni antes ni después, he vuelto a encontrar en la conversación de tres personas tan diferentes una armonía tan maravillosa como esta; cada uno tenía sus propias notas, su propio tema, y lo acentuaba con todas sus fuerzas, y ¡qué armonía tan maravillosa! Cada una de estas naturalezas singulares estaba en las alturas, iluminaba en su propio resplandor, y ¡ninguno hacía sombra al otro!
Lamentablemente, se ha perdido la mayor parte de las misivas que Nietzsche dirigió a Cosima (destruidas, nos informa el traductor, probablemente por la hija de ésta), aunque este amplio volumen (311 páginas) permite imaginar con cierta solvencia el cariz de las cartas que aquél dirigió a tan distinguida señora. Los documentos que encontramos en este epistolario dan cuenta, con palpable elocuencia (propia de los documentos epistolares decimonónicos), de la complicidad (el lector tendrá que adivinar si sincera o fingida) que mostraron Nietzsche y Cosima.
Numerosos especialistas ven en este nexo un conjunto de intereses que -explican- no deben ser obviados. Por su parte, Nietzsche veneraba la producción de Richard Wagner (para quien no pasaron desapercibidos los diversos talentos del por entonces incipiente pensador), y hay quien no duda en afirmar que Cosima supuso una puerta de entrada privilegiada a la casa del compositor. Por otro lado, como asegura R. G. Hollingdate, Cosima podría haberse interesado por Nietzsche a causa de su potencial utilidad para el proyecto wagneriano. Un proyecto que, como es sabido, no terminaba en la música -sino que, más bien, comenzaba con ella.
Lo que personalmente me ha conmovido de un modo muy especial en su escrito es la certeza, que se me ha hecho todavía más clara con él, de que para usted se han llegado a iluminar en nuestro mundo todas las situaciones en el sufrimiento del genio, y que no sólo ve con los ojos de la inteligencia, sino con la mirada más profunda del corazón. (Carta de Cosima a Friedrich Nietzsche del 20 de marzo de 1874)
En paralelo, no parece haber dudas del amor que Cosima y Wagner sentían entre sí. Hay que tener en cuenta que la hija de Liszt estuvo casada anteriormente con el compositor -a su vez ínclito discípulo del propio Liszt y célebre en aquellos días- Hans von Bülow, y que el abandono de esta relación, de forma un tanto abrupta, acarreó un cierto escándalo. En una anotación del diario de Cosima, fechada en las navidades de 1877, confiesa que “Al anochecer cuando nos separamos [Richard] me pronuncia las profundas y santas palabras del amor, me siento morir y me pregunto cómo he podido merecer esta dicha”. Por otro lado, Cosima no tenía reparos en expresarse en estos términos con el joven Friedrich (a quien escribía desde Bayreuth el 20 de abril de 1874):
No me gusta saber que está deprimido. Gracias a Dios la jovialidad se ha mantenido en nuestro rincón, sin que yo sepa verdaderamente cómo. Se trata seguramente de un efecto sin causa. Es posible que la acumulación de las obligaciones diarias contribuya a a hacer olvidar las eternas pesadillas. […] Los buenos amigos y los buenos libros harán entonces su trabajo, y quizás se sienta liberado de la opresión de la no pertenencia a nuestro mundo.
Como apunta de Santiago Guervós, “Nietzsche se convierte casi desde el principio en un miembro más de aquella familia”, y la propia Cosima no duda en asegurar que Nietzsche es sin duda “el más significativo de nuestros amigos”. Tras la redacción de la monumental obra El nacimiento de la tragedia, el joven Friedrich confesaba casi extasiado a Wagner:
Ojalá que mi escrito corresponda al menos en algún grado a la simpatía que, desde su génesis hasta ahora, para mi sonrojo, ha tenido por mí. Y si yo mismo pienso tener razón en las cuestiones principales, eso significa sólo que usted con su arte debe tener razón por toda la eternidad. En cada página encontrará que sólo intento agradecerle todo lo que me ha dado.
El único temor de Nietzsche es no haber ofrecido en este libro una correcta interpretación de las tesis más importantes del compositor: “sólo me atemoriza -escribía el filósofo- la duda de si he recibido siempre adecuadamente lo que usted me dio”. Y lanza una advertencia final: “Que Dios tenga compasión por los filólogos [sus supuestos compañeros de profesión] si no quieren aprender ahora”. Un magisterio que, como vemos, es puesto en palabras por Nietzsche pero, en apariencia, transmitido previamente por el que consideraba por entonces su auténtico maestro -con permiso de Schopenhauer, sobre quien Cosima escribía las siguientes en sus diarios (1 de febrero de 1870):
Por la tarde carta del profesor Nietzsche, que nos alegra, puesto que su estado de ánimo nos había preocupado. Respecto a esto dice R. que teme que la filosofía de Schopenhauer pueda a la larga ser una mala influencia para la gente joven de esta clase, porque aplican su pesimismo, que es una forma de pensamiento y de contemplación, a su propia vida, y de ello se deriva una forma activa de desesperación.
Un volumen de extraordinaria importancia, editado con el rigor y la calidad propios de Trotta, en el que asistiremos como espectadores privilegiados a los tambaleantes -pero decididos- primeros pasos de una de las figuras más egregias de la historia de la Filosofía (Nietzsche), en su relación con un matrimonio de lo más particular (los Wagner). Un magnífico documento que permite trazar la evolución que unió -y progresivamente separó- a sendos genios, y en cuyo desarrollo tuvo mucho que ver quien suscribe las cartas del epistolario que tanto os recomiendo: Cosima Wagner.
Como apunte curioso, plasmamos las últimas palabras que Nietzsche pronunció sobre Cosima, y que así constan en el cuaderno de enfermos del sanatorio de Jena, con fecha de 27 de marzo de 1889: «Mi mujer Cosima Wagner me ha traído aquí». Y es que no existen hechos, sólo interpretaciones…
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Diriamos que el amor carnal por Cósima fue sobrellevado y derivado en el intercambio de su talento y pensamiento de Nietzsche.
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«El nacimiento de la tragedia» es la mejor obra de Nietzsche.
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