Presentamos Nadie es un ángel, y sin embargo Úrsula, una novela de un autor aún poco conocido en España, Rudolf Sloboda, una de las plumas eslovacas más destacadas del siglo XX, así como una de las más controvertidas, en la que encontramos la complicada historia de Úrsula, protagonista de la narración.
Sloboda vivió la etapa más fructífera de su creación literaria en una época en la que el interés por las literaturas de los llamados “países del Este” de Europa era ínfimo. En el postfacio de esta obra, a cargo de Valeria K. Rivera de Rosales, leemos que a lo sumo «se conocía a los disidentes que pudieron abandonar su patria y, de ese modo, exportar también su obra. De otros pocos que conseguían a duras penas hacer circular unas autoediciones con las que incurrían en peligro para sí y para sus lectores, había poca información, si es que llegaba alguna. Existía aún un tercer grupo de autores que, si bien no se acogían a la ideología imperante, conseguían, no obstante, publicar con exigüidad parte de su obra, aunque en realidad se encontraban marginados. Sloboda se contaba entre ellos«.
Sus estudios condujeron a Rudolf a la cercana capital, Bratislava. No fue mal alumno; todo lo contrario, disfrutaba estudiando, aunque si observamos desde fuera su trayectoria vital las cosas pueden parecer diferentes. Su dura situación personal y laboral lo arrastró en el año 1978 al primer intento de suicidio, que desemboca en la necesidad de pasar una temporada en una clínica psiquiátrica. La novela Fidelidad, publicada en 1979, supone la primera incursión literaria del autor en la vida de la mujer.
Respecto al libro que recomendamos, Sloboda idea la historia de Úrsula mucho antes de iniciar su escritura. De hecho, en una novela anterior (La razón) aparece una mujer con el mismo nombre; si bien se trata del mismo personaje, su manera de actuar y su perfil no son del todo idénticos. Por aquel entonces, el autor eslovaco pertenecía a la asociación de escritores y había disfrutado de varias becas, lo cual no fue óbice para que, cuando hubo entregado la primera versión de Úrsula, la agencia literaria le denegase su publicación. Sloboda cargaba a sus espaldas con un año de intenso trabajo, casi 500 páginas de texto, y se quedaba con los bolsillos nuevamente vacíos. Indignado con los censores y triste por la perspectiva poco halagüeña para publicar, entregó, en apenas tres meses, una novela corta, de 120 páginas, que se publicó finalmente en 1987 bajo el mismo título.
En esta nueva versión el escritor se centró en la mujer como símbolo, en su lugar en la sociedad y en la búsqueda del locus femenino en la relación de pareja. La tragedia de Sloboda consiste en sentirse llamado a su oficio de escritor, pero la forma y las condiciones en las que tuvo que trabajar minaron su propia salud mental y física. Es indudable que este drama personal lo transfiere a toda su obra y está presente en la imagen de sus personajes. En Úrsula, Sloboda vuelve a tratar (como en otras obras anteriores) la cuestión de la fe y su creencia en Dios, tema al que retorna sin tregua.
A diferencia de otras creaciones del autor, donde el protagonista era un hombre, Úrsula constituye una novela de y sobre mujeres. Debió de ser un secreto deseo del autor retratar a una mujer fuerte, emancipada, decidida, distinta a muchas de las que le rodeaban en su círculo más íntimo y con las que trataba a diario. La protagonista, Úrsula, prefigura un prototipo de mujer en la cual, como sucede con sus protagonista masculinos, Sloboda deposita sus creencias, inquietudes, dudas y su lucha contra el destino.
Al comienzo de la novela, Úrsula parece alguien perfectamente insertada en la sociedad y en los tiempos que le han tocado vivir, aunque de hecho no es libre respecto a los convencionalismos que le impone el entorno en que vive. Las mujeres que circundan a la protagonista llevan este mismo sello de féminas emancipadas y dispuestas en diferentes momentos de su vida a tomar decisiones por su cuenta. Por otro lado, una particularidad de los héroes masculinos en las obras de Sloboda reside en mostrar sus debilidades o rasgos menos positivos: en Úrsula, por ejemplo, los desmesurados celos y la brutalidad en el trato a la mujer.
A pesar de lo dicho, ninguna de las mujeres que aparece en la narración responde al prototipo de mujer excelsa. El autor quiere retratar la vida en su desnudez, pero no por ello renuncia a la búsqueda de la felicidad. El júbilo depende de cómo se afronten el destino y los azares de la vida con los que nos vamos topando. Y por eso, la existencia siempre se conjuga en un muy determinado tiempo verbal: el de la lucha.