A las mujeres se nos castiga por ser egoístas. Cuando una mujer aborta, antepone su proyecto personal al social: dar vida. Es entonces cuando las mujeres se dividen en dos grupos: las que abortan y las que no.
Las que no lo hacen, deciden conscientemente no hacerlo, por lo que, de alguna manera, firman una especie de contrato de “lo aguanto todo sin quejarme”, porque lo primero son los hijos. «Y si no, no haberlo tenido, que para eso tenías la opción».
Ser madre hoy en día resulta complejo, igual que ser hombre hetero. Probablemente no haya nada más pasado de moda que ser hombre-hetero-padre de familia. Probablemente no haya nadie que esté más jodido que una madre.
Las solteras, a su lado, parecen libres y llenas de vida. Ellas han podido escalar profesionalmente, conocer gente interesante, comprarse ropa bonita y tener planes de ocio siempre que no estén trabajando. No hay familia que marque horarios, hay tiempo para detener el tiempo y dinero para comprar cosméticos que puedan disimularlo.
Las madres, por lo menos, viven al frenético tempo de los hijos. Ellas no envejecen, entregadas como están a verlos crecer y vigilar que lo hagan sin corromperse en esta sociedad enferma, llena de trabas y molestos solteros individualistas en sus hoteles sin hijos («¿Por qué se quejan tanto? Tienen sus vidas y las gastan así.. cuánto tiempo libre»).
Un día, digo, se despiertan y han pasado quince años desde que tuvieron el primer hijo. Ellas han cambiado, también, pero el parapeto de los hijos puede seguir funcionando por lo menos diez años más… ¡O veinte! Los treinta son los nuevos veinte.
¿Hasta cuándo podremos aguantar este ritmo?
La perspectiva de vida es distinta para una soltera. Ella sí nota el paso del tiempo. Cada día es una lucha contra el tiempo. No entraré en historias como que «se le pasa el arroz», porque una soltera no entra en ese paradigma. Es el paradigma de las mujeres-criadoras del otro grupo.
Por supuesto que en algún momento puede apetecerte cambiar de grupo, pero es algo contradictorio e inviable. Hablamos de dos grupos de mujeres afirmadas en su postura y afirmativas, aunque la mala conciencia tiene cabida (claro que sí) en uno y otro lado.
Sufre tanto la mujer soltera que desea una familia que la que, por momentos, desearía no tener hijos en casa y entregarse al placer… No abortar y haber abortado. Son las posturas ante una misma situación, y cargas con ellas, con las dos, cuando te entra la mala conciencia por la decisión que no tomaste.
Aunque, como digo, es muy diferente porque el tiempo de la mujer-criadora lo absorben los hijos, igual que su mala conciencia.
Se da por hecho que la teoría feminista no hubiera nacido de no ser por una gran carga emocional en este sentido. Las mujeres-criadoras-sufridoras, tras muchas generaciones aguantando, dicen basta y se lanzan al mundo masculino. A ver si pueden pasarlo tan bien como lo hacen sus compañeros: sin normas, entrando y saliendo cuando quieren, teniendo proyectos, independencia… pero, ¡ay! La sociedad castiga a las mujeres que son egoístas. Apostar por tu proyecto significa que tienes que darlo todo por él, hasta tu último esfuerzo, para compensar socialmente toda la energía que no dedicas a los hijos. Demostrar que no eres una vaga para no perder la carrera contra el otro grupo. Porque unas tienen la moral de su parte; las otras tienen el misterio y el morbo. Son las brujas.
Una bruja trabaja siempre sola, no deja que nada se anteponga a sus objetivos de crecimiento personal. Se cuida y se mantiene atractiva y joven, pues es el pago que tiene que hacer a la sociedad para mantenerse aceptada y libre.
Convertirse en una «siempre-atractiva-siempre-potencialmente-disponible», y feliz. Porque ha escogido dedicar toda su a vida a sí misma y no a los hijos… ¡pobres criadoras!
Sin tiempo para ir a la peluquería, hacerse las uñas, estudiar un curso, tener aficiones, conocer gente nueva… La vida del hombre que tanto soñábamos. ¿Con esto pasamos a ser iguales? Me temo que no. Estos dos grupos de mujeres son, en realidad, sus dos caras, ahora mismo irreconciliables.
¿Quién quiere ser un hombre? ¡Sólo nos queríamos libres! Y ahora parece que nos hemos quedado con la dualidad puesta sobre el terreno, peleadas entre nosotras como dos modelos de mujer enemistados. En realidad, unas podrían ser más libres y las otras ser madres. Pero parece que la tradición se ha quedado con la crianza y eso es que no ha habido ruptura ninguna. Para el futuro de los hijos, nos quedamos con lo de antes, y a las nuevas feministas les dejamos la lucha social y el éxito profesional.
Es decir, los hombres consienten a las brujas que «se porten mal» y sean libres, a cambio de que aporten a la sociedad tanto como ellos. Para criar están la otras. Entiendo como mujeres criadoras, en realidad, cualquier tipo de madre entregada a sus hijos por encima de todas las cosas. Con falta de tiempo para dedicarse a sí misma o a cosas que le interesan. Ellas, en realidad, tienen el respeto social garantizado. Las «envidiadas mujeres libres», en cambio, tienen que ganárselo todos los días. Por eso, normalmente buscan el reconocimiento social a través de su trabajo.
Además, este es el grupo que piensa por las dos. Las abortadoras traen los nuevos conceptos a la ideología porque las criadoras están tan ocupadas que se acogen a las ideas de sus colegas o al ideal más antiguo. ¡Cómo no! Es el que las defiende. La tradición pone a la Virgen, asexuada, en el centro. Entregada a los hijos y al amor infinito por los demás, por encima de sí misma.
¿Cuándo ha escogido esto la chica que decidió no tener hijos? Para acercarse al ideal de la Virgen (modelo católico de la feminidad) se espera que se entregue por completo a su proyecto personal y hacer de él un arte. Que pueda crear algo tan útil para la sociedad como lo que hacen sus compañeras. Si no, se verá sencillamente como una persona egoísta. Y a ningún grupo le interesan las personas egoístas. Para compensar eso, las brujas son interesantes, atractivas y eternamente jóvenes. Porque lo viejo ni es interesante ni es bello, sino todo lo contrario, nos recuerda nuestra condición de seres finitos. Y si encima es egoísta, cruz y ralla.
A los padres de familia, claro, todo esto les queda muy lejos. Están ocupados criando a sus hijos y ya se darán cuenta del paso del tiempo cuando no puedan hacer nada para disimularlo. Aun así, socialmente, seguirán teniendo su espacio. Porque ellos sí han dado algo. Ellos han continuado la especie y alimentado el motor social para otra generación.
En cambio, los solteros… bueno. Cuando dejan de ser útiles ya no sirven de nada. Por eso las mujeres brujas se dedican en cuerpo y alma a compensar su supuesta falta de instinto maternal en forma de un proyecto interesantísimo. Siempre-interesante-siempre potencialmente disponible. ¡Ay de nosotras si dejamos de serlo! Cabría preguntarse, en cualquier caso, si no será que el modelo de maternidad basado en la Virgen está fallando y es necesario inventar (también políticamente) una nueva forma de levantar a las siguientes generaciones. Donde la madre no sea tratada como una esclava, y que para ser libre no haga falta convertirse en bruja.
La sociedad del consumo compulsivo, ha convertido a hombres y mujeres en caricaturas esperpénticas, de ahí el desmesurado interés por mejorar la imagen, la apariencia, aunque solo sea la apariencia, y esto, tiene a su vez, un costo..
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Siempre existieron ambas, muchas criadoras realizaron prodigios, Melitta Bentz,Marie Curie, Marion Donovan, Bette Nesmith…
Relacionar el exito de una mujer con la imagen y la solteria es absurdo, y un desprestigio.
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Existe por lo menos dos mundos en una persona, uno orientado hacia lo externo y otro hacía lo interno. Por lo que pueden identificarse dos formas de vivir la libertad. El mundo se enfoca mucho más en lo externo y en un hedonismo como parte principal de un sistema que se sostiene en nuestra necesidad de satisfacer el ego. Jamás ha sido fácil la crianza de otro ser humano, sin embargo hoy disponemos de mucha más herramientas para tomar decisiones a fines con nuestros ideales. El hijo llega rara vez «sin avisar». Es tal vez conveniente plantearse joven qué camino se desea seguir, y olvidar la presión social. La mujer que no desea tener hijos, no es egoísta, es sincera con su energía, lo mismo que una mujer que sí lo desea. Y en cuanto al crecimiento personal en cualquiera de los dos casos, es sumamente relativo y depende de qué tipo de persona estamos hablando.
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Todo lo que sabemos respecto de nosotros mismos , hombre o mujer por igual está carente de base sólida ,cambia constantemente , hoy además no se sostiene el modelo de crianza que el ser humano trajo hasta este presente , protegiendo a la especie , hoy el modelo es distinto aunque en transición
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