Gustavo Adolfo Bécquer: exquisitez, melancolía, tristura

En Bécquer, fallecido el 22 de diciembre de 1870, encontramos, como en tantos otros escritores, un periodista que además componía versos y redactaba en prosa (así sus célebres y melancólicas rimas y leyendas, convertidas tras su muerte en Rimas y leyendas, como veremos. Una prosa, aclaremos, nada prosaica en el sentido peyorativo del término. Claro, el periodismo es el dinero cercano, aunque escaso en épocas con muy elevado índice de analfabetismo. El propio Unamuno se presentaba por las Redacciones, con su característico estilo directo vasco, nada impostado, digamos que espetando a ver qué había de lo suyo, por lo de su numerosa prole con un hambre canina.

Volviendo al sevillano, no sólo sus crónicas, las de actualidad y las de tonalidad histórica y descriptiva de paisajes y paisanajes, sino incluso las leyendas y hasta las rimas (no todas) las fue publicando en prensa, y no pocas veces sin firmarlas. De manera que la labor de agavillar en formato de libro sus dispersas colaboraciones la debemos a sus amigos, reunidos a tal plausible fin tras su muerte.

Joven falleció Gustavo Adolfo (36), con la misma edad de Lord Byron, similar a la de Espronceda (34), y “viejo” frente a Keats (25), Larra (27; éste, suicidado), Novalis (28), y P. B. Shelley (29), entre otros menos (re)conocidos. Siempre es conveniente y respetuoso anteponer las iniciales P. B. si nos referimos al hombre Shelley, pues no se debe olvidar que con el mismo apellido vivió, sufrió y escribió una mujer, Mary, precisamente su esposa, que de él tomó el apellido, según uso anglosajón.

Además de en la juventud, casi entraba en el pedigrí del romántico perfecto morir de tuberculosis: así los propios Bécquer, Keats y Novalis. Hay una especie de aureola de prestigio, de reputación sobre los poetas románticos muertos en la flor de la edad. La verdad es que esta peregrina idea tiene más de gesto que de auténtica substancia. La realidad era más prosaica, aunque sea ésta una palabra poco a tono cuando tratamos de poetas exquisitos, de creadores. A excepción de quienes disfrutaban de una posición desahogada, por nacimiento noble o por pertenecer a la burguesía, la vida de aquellos líricos consistía en una problemática lucha contra la penuria económica, con el acompañamiento a veces, como ha quedado reflejado, de la enfermedad.

Hablando de creaciones, la primera eran ellos mismos: cuando hoy contemplamos retratos pictóricos y fotografías de aquellos aurigas del verbo, de aquellos buscadores de belleza, ésta la encontramos, antes de leerlos, en sus propias imágenes. Sus ropajes, sus largas cabelleras, les daban una prestancia que se esfumó después, sobre todo en el siglo XX, tiempo de una fea uniformidad en la vestimenta y cabello masculinos.

Bécquer vivió en cohabitación con la tuberculosis durante, valga la expresión, muchos de sus pocos años. Y fue un fumador empedernido. Sufrió una gran decepción tras su llegada a Madrid, adolescente. Si seguimos el prólogo «Semblanza de Bécquer», debido a los hermanos Álvarez Quintero en una primorosa edición de las Obras Completas del poeta, leeremos esto:

Madrid, para Gustavo Adolfo, lejos de ser aquel paraíso imaginado en su ansia ideal y en su delirio adolescente, fue primero la desilusión y el desencanto, y luego la abrumadora y prosaica lucha por la vida.

poemas-de-gustavo-adolfo-becquer.jpg

Y si transcribimos las palabras del propio Bécquer, las de su primera impresión sobre la capital, comprenderemos el desencanto de su jovencísima y soñadora alma, su desconsuelo ante el claroscuro entre el paraíso que pensaba encontrar en la Villa y Corte y la deslucida realidad, de forma que nos habla de:

… un Madrid sucio, negro, feo como un esqueleto descarnado, tiritando bajo su inmenso sudario de nieve.

Entonces volverá sus ojos hacia la querida, luminosa y chispeante Sevilla de su niñez y adolescencia.

Los hermanos Álvarez Quintero inciden en un aspecto de la personalidad becqueriana que denota grandeza y resolución del ánimo, a pesar de los pesares:

Su delicado espíritu sabía sufrir resignadamente, sin un gemido, sin una queja. Era pudoroso de su infortunio y de su dolor. […] Y como todo en su vida fue dolor, escondió su vida a las miradas de los demás.

Y recurren a un verso del bardo para expresar la ocultación del nervio doloroso de su vida, aquél que dice «Como guarda el avaro su tesoro».

Sobre sus inmortales rimas, iniciación en la poesía de tantas generaciones de españoles e hispanoamericanos, señalan los entusiastas prologuistas:

Las rimas, la más alta cima de su gloria, nacieron, como todo cuanto escribió, del ensueño y de la verdad, fundamento de su vida entera.

1280px-Firma_de_Gustavo_Adolfo_Bécquer.png

No podemos obviar que generaciones de adolescentes se han asomado a la literatura de la mano de Rimas y leyendas, que hay un momento en la vida de tantos jóvenes en que literatura y romanticismo vienen a ser términos sinónimos.

Hablamos párrafos arriba de los aprietos económicos del poeta. Enlazando este asunto con el de su muerte a los 36 años, entristece conocer que fuera precisamente cuando tanto su hermano Valeriano como él comenzaban a sentir los efluvios del  éxito (un éxito moderado, pero suficiente para ellos), les llegara la muerte en 1870: el 23 de septiembre a su queridísimo Valeriano y el 22 de diciembre, ya quedó escrito, a él. Así ha sido en tantos casos. Peor incluso: sin siquiera atisbar los inicios del reconocimiento, otros murieron ninguneados en diciembres sin lumbre o en tórridos agostos, convertido el desdén sufrido, tras pasar al otro lado,  en alabanzas, cuando no en algo más: ditirambos. Terminemos con estos dolientes versos:

¿A dónde voy? El más sombrío y triste
de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas.

En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.

Se equivocó. Hoy son millones quienes, especialmente en España e Hispanoamérica, lo recuerdan. Dicen que el tiempo pone a cada quien en su lugar. Pena que lo haga, cuando lo hace, con retraso.

Anuncio publicitario

5 comentarios en “Gustavo Adolfo Bécquer: exquisitez, melancolía, tristura

  1. Buenos días,
    Siempre hay alguna cosilla que arreglar. He olvidado cerrar paréntesis en la 5ª línea, tras «veremos». Más se perdió en Cuba.
    Aunque uno no crea en la felicidad, puede hacer alguna excepción:
    Gabonak, Urte Berri On (Feliz Navidad, Feliz Año Nuevo).

    Me gusta

    • Buenos días,
      Su primer párrafo es una realidad desde «in illo tempore». En cuanto al segundo, entiendo que Vd. quiere decir que muchas vidas creativas muertas en la flor de la edad, no han sido vidas malogradas, frustradas Y que, por el contrario, otras personas que alcanzan una dilatada existencia en carne mortal viven, si se me permite la expresión, sin vivir.
      Saludos

      Le gusta a 2 personas

¿Algo que decir?

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s