
Marina posando en su terraza de París (Agencia EFE)
Conocemos la fotografía que se convirtió en icono de la juventud miliciana durante la guerra civil, ésa de una joven miliciana posando en la azotea del hotel Colón en Barcelona, tomada tras la victoria del PSUC ante la ofensiva de los rebeldes, en 1936. La joven se llamaba Marina Ginestà y murió en 2014 en París, donde residía desde hacía cuarenta años. Marina tuvo acceso a esta fotografía gracias a un documentalista de la Agencia EFE, el cual se encargó de hacerle llegar esta joya histórica.
Pero Marina no fue únicamente una joven miliciana que se encargó, en la retaguardia, de escribir artículos y de ser traductora del corresponsal ruso Mijaíl Koltsov que escribía en la revista Pravda, sino que también fue una escritora olvidada por los cánones oficiales. En vindràn d’altres… (Otros vendrán…) es una novela que Ginestà escribió entre los años 70-71, tras su regreso a Barcelona con su segundo marido, el diplomático belga Carl Werck. Es una obra autobiográfica, pues, sin duda alguna, traza la infancia de Marina –Anna en la novela– en una Barcelona revolucionaria, donde las teorías anarquistas estaban en boga. Los personajes de la novela –Joan Alzina y su esposa Valeriana, Miquel Alzina, Pilar y Germinal Giner– recuerdan mucho a la familia Ginestà que estuvo vinculada a la lucha obrera a principios del siglo XX.
Pero lo que más nos interesa de este libro por ahora son las referencias históricas de los logros del anarquismo español, así como las diferentes vertientes que se desprenden de cada uno de los personajes. Marina no dudó en inspirarse de su propia vida, pero también aporta numerosos datos históricos y se podría decir que esta novela es un verdadero tratado del anarquismo español del momento. La historia del anarquismo español tiene sus orígenes a principios del siglo XX, entre Andalucía y Cataluña, que es donde más se extendió. Los campesinos en Andalucía y los obreros industriales en Catalunya hicieron posible que el concepto anarquista pasara a la historia no como lo que nos dan a entender hoy en día –caos, terrorismo…–, sino como todo un sistema social, educativo y proletario que hizo evolucionar la sociedad.
Sin embargo, en esta obra se deja entrever la desilusión de Marina ante las luchas internas que se produjeron durante la guerra civil:
Només hi havia botigues desproveïdes de tot, alguns traficants de mercat negre, falsos d’aspecte, a qui tant els feia la fam de les famílies, la crida de Negrín a la «resistència amb pa o sense pa», la República i la democracia (per a què la democràcia? Que es menja la democràcia?). Només hi havia cua de pobres dones i de vells que esperaven hores i hores alguna problemática distribució de llenties o de llet en pols, tot i guaitant el cel amb mirades plenes d’angoixa, resignats a perdre, a la primera alarma de bombardeig, la tanda tan difícilment aconseguida. Després de la tempesta ha tornat la calma. Una calma feta de la mort d’uns quants, de l’exili d’alguns, de la presó d’uns altres, del silenci de tots. Els dols, les ferides i les llàgrimes están ben amagades, ben endins de les cases, en els cors, en el temps.
Solamente había tiendas desprovistas de todo, algunos traficantes del mercado negro, a los que les daba igual el hambre de las familias, el grito de Negrín a la «resistencia con pan o sin pan», la Republica y la democracia (¿para qué la democracia? ¿La democracia se come?). Nada más que había colas de pobres mujeres y viejos que esperaban horas y horas alguna problemática distribución de lentejas o de leche en polvo, siempre vigilando al cielo con miradas llenas de ansiedad, resignados a perder, con la primera alarma de bombardeo, la tanda tan difícilmente conseguida. Después de la tormenta ha vuelto la calma. Una calma hecha de muertos de unos cuantos, del exilio de algunos, de la prisión de otros, del silencio de todos. Los duelos, las heridas y las lágrimas están bien escondidas, bien dentro de las casas, en los corazones, en el tiempo.
Marina Ginestà, En vindràn d’altres, Premi Salvador Seguí, 1977, Edición de Manuel Periáñez Ginestà, 2014 [1976], p. 23. Traducción propia.
Esta imagen dada por el recuerdo de Anna coincide plenamente con la actitud de Ginestà tras el paso de los años. En efecto, la miliciana del PSUC supo bien tarde los asesinatos comanditados por Stalin de los jóvenes anarquistas que molestaban en su camino. Recordemos la guerra entre estalinistas y trotskistas del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) que tuvieron lugar en los llamados «eventos de mayo», en 1937. Ella misma reconocía no saber la amplitud de esta guerra fratricida cuando empezó a leer libros sobre la misma, ya en su vejez, en París (vid. prólogo de Manuel Periáñez Ginestà, En vindràn d’altres, pp. 13-14). De este modo, y según su hijo, Manuel Periáñez Ginestà, la familia Ginestà se desvinculó del estalinismo.
Por eso, esta novela y su autora deberían ser estudiados en profundidad, pues, además de mostrarnos los momentos históricos que preceden a los años convulsos del siglo XX, es una muestra de la ideología del anarquismo verdadero: el que se configuró antes del inicio del terrorismo, aquel que preconizaba una igualdad de clases y un socialismo como finalidad, con sus diversas tendencias: la sindicalista, la anarcosindicalista y la anarquista.

La joven Marina Ginestà, con su hermano, también miliciano, en Tardienta (fuente: Manuel Periáñez Ginestà)
Los personajes están dibujados de una manera realista e histórica. Tenemos a Valeriana y a su compañero Joan Alzina, este último uno de los responsables del Sindicato Único de las Artes Gráficas de Barcelona, presentado como un sindicalista que conocía muy bien las huelgas, la represión y la cárcel, sobre todo la famosa Modelo de Barcelona. Trabaja de linotipista para Tierra y Libertad. El hijo de éste, Miquel, es educado sobre las bases del anarquismo, asistiendo a la Escola Racionalista, que emerge de la Escola Moderna de Francesc Ferrer, yendo al Ateneo Enciclopédico y siendo uno de los principales sindicalistas de su empresa, la Brufau, cuando se producen los eventos de la huelga Canadiense, siendo después víctima del pistolerismo instaurado tras la victoria de las ocho horas laborales por parte de la CNT. Germinal Giner y su compañera, Asunción, sastres en casa, comparten las mismas ideas que sus vecinos y familiares, y viven también en consecuencia a su ideología –parejas que no están casadas por ejemplo– muy mal visto en la época. Del mismo modo, el hecho de ser anarquista se refleja, como hemos podido ver, en la forma de vivir, pero también en la forma de actuar para la sociedad. De este modo, la solidaridad obrera se extiende gracias al Comité Pro-Presos i Perseguits, en el que las compañeras de los sindicalistas y huelguistas encarcelados no están solas, sino que el comité, perteneciente a la CNT, les ayuda económicamente, y en el que el comité ofrece los servicios de abogados a los presos. También los libertarios tienen sus propias tiendas solidarias, como es el caso de la Unión Cooperativista, conocida como la «Coop», ofreciendo productos más baratos a partir de una participación económica de todos los cooperativistas libertarios. Pues, como decía Bakunin, «el código moral anarquista comienza a través de la asociación» (citado por Ginestà, p. 148). Gracias al asociacionismo y a la solidaridad entre los sindicalistas libertarios, se consigue lo imposible en una época en la que el obrero no tenía ningún derecho: la jornada laboral de ocho horas («… la gran vaga acabà per englobar totes les industries catalanes, com un incendi que s’estèn al bosc…»). Por decreto real, el 4 de abril de 1919. Esta referencia a la famosa huelga de La Canadiense es algo que seguramente vivió la autora en su infancia y que demuestra los logros del anarquismo.

Marina en el colegio (Agencia EFE)
En esta huelga histórica, en la que hubo un setenta por ciento de paro en Barcelona durante 44 días, fue esencial el papel del sindicato anarquista de la Confederación Nacional del Trabajo, que además consiguió mejores condiciones de trabajo, readmisiones de obreros y la liberación de sindicalistas presos a raíz de esta gran huelga. Aunque, como dice la autora, «El patronat català preparava la venjança al que considerava una humiliació» («La Patronal catalana preparaba la venganza a lo que consideraba una humillación», p. 55). Y, en efecto, tras esta huelga, el pistolerismo y la ley de fugas se puso en marcha para acabar con todos los sindicalistas cenetistas que hicieron posible esta mejora laboral. El protagonista de la novela, Miquel Alzina, es uno de los tantos asesinados por este pistolerismo, según Asunción, en 1922, «en temps de Martínez Anido, el Governador assassí» («en tiempos de Martínez Anido, el Gobernador asesino», p. 58). El lock out general de Barcelona, decretado por la Federación Patronal Española como respuesta a la huelga de los obreros, lo que se llamó «el pacto del hambre» fue el comienzo del fin de la visión anarquista de principios de siglo en España, pues esto dio lugar a los llamados grupos de acción anarquistas.
Este hecho produjo una venganza entre la clase patronal, apoyada por las fuerzas policiales que en la historia ha pasado a denominarse «pistolerismo» (la banda del barón Koening). También contaban con la ley de fugas: ésta era muy simple, se trataba de asesinar a los sindicalistas aludiendo a un delito de fuga. Pero, además, estaban los asesinatos en medio de las calles cometidos por «homes armats desconeguts que havien fugit» («hombres armados desconocidos que habían huido», p. 130). Estos asesinatos fueron favorecidos por el excomisario Manuel Bravo Portillo, ayudando así a la Federación Patronal con el grupo de asesinos llamados «Sindicato libre», el cual tiene su origen en el confidente del gobernador civil, Juan Rull (información dada por Joaquín Maurín en «Hombres e Historia. La CNT y la Tercera Internacional», en España Libre, Nueva York, el 21 de octubre de 1960). De este modo, la sangre continuó corriendo mientras que en la prensa aparecían noticias como las siguientes:
Cuando la policía intentó proceder a la detención de Fulano de Tal, elemento sindicalista peligroso, éste se dio a la fuga y la policía disparó, matándolo (Joaquín Maurín, op. cit.).

Marina Ginestà, Barcelona, 1936 (fuente: Manuel Periáñez Ginestà)
Y los sindicalistas decidieron vengarse: Bravo Portillo apareció muerto en un callejón del barrio barcelonés de Gràcia.
A partir de ese momento, el anarquismo comenzó a ser tergiversado y conocido como un grupo de terroristas, en lugar de considerarlo como lo que fue en su principio: una forma de vida en sociedad igualitaria en la que el asociacionismo y la solidaridad era lo más importante. El declive anarquista, y sobre todo de la CNT, comienza con las fracturas internas que se producen a partir de la III Internacional, después de la Revolución Rusa. En ese momento, los trabajadores se reúnen para establecer sus diversas tendencias. Miquel Alzina asiste a una de estas reuniones, al Segundo Congreso de la Central Sindical en Madrid, en el Teatro de la Comedia, hecho histórico que Joaquín Maurín explica muy bien en sus escritos. Las páginas que explican el encuentro de Miquel con los otros sindicalistas y obreros es todo un compendio de las conclusiones anarquistas que se produjeron en este Congreso. En el hotel donde se alojaba Miquel, el San Martín, había delegados de regiones españolas que Marina no inventa, pues son nombres bien conocidos: «Salvador Seguí, Joan Peiró, Andreu Nin, David Rey, Ángel Pestaña Núñez, Emili Mira, Francesc Comas…Hi havia també dos delegats valencians, Hilari Arlandis i Eusebi Carbó» (p. 107).
El delegado valenciano Arlandis representa la tendencia dura en la que propone la adhesión de todos los sindicatos españoles a la III Internacional bolchevique porque alega que hay que ayudar en la unión de los obreros, ya que pensaba, como muchos, que la dictadura era transitoria y que después vendría el estado libertario. Salvador Seguí y Ángel Pestaña (de la delegación catalana) no quieren precipitarse y prefieren examinar antes la situación. Los bolcheviques pueden no compartir las ideas antiautoritarias. Eleuterio Quintanilla (delegado asturiano) considera que el sindicalismo revolucionario no está representado en la Revolución Rusa:
La revolució russa no ha estat duta a terme per una organització sindical, sinó per un partit. Aquest ha instal.lat un govern revolucionari encarregat d’organitzar la societat, de crear un ordre nou, de constituir un nou dret. És la concepció de la revolució de classe, la concepció marxista. Els sindicalistes sempre han combatut aquesta concepció autoritària, centralista […].
La Revolución rusa no ha sido llevada a término por una organización sindical, sino por un partido. Éste ha instalado un gobierno revolucionario encargado de organizar la sociedad, de crear un orden nuevo, de constituir un nuevo derecho. Es la concepción de la revolución de clase, la concepción marxista. Los sindicalistas siempre han combatido esta concepción autoritaria, centralista (p. 107).
Estas tesis se discuten entre los personajes: Giner considera la tesis de Arlandis, mientras que los Alzina tomaban partido por la delegación catalana. El viejo Alzina parece profetizar el futuro de la Revolución Rusa, incluso antes de la existencia de Stalin:
Si els bolxevics no consulten regularment les instàncies populars, aquesta revolució degenerarà, com tantes altres. Els sacrificis que s’imposa avui el poble rus només hauran servit per a substituir una casta de privilegiats per una altra casta de privilegiats, els autòcrates feudals pels autòcrates funcionaris.
Si los bolcheviques no consultan regularmente las instancias populares, esta revolución degenerará, como tantas otras. Los sacrificios que se impone hoy al pueblo ruso no habrán servido nada más que para sustituir una casta de privilegiados por otra casta de privilegiados, los autócratas feudales por los autócratas funcionarios (p. 109).
Las tesis anarquistas se dividen. Joaquín Maurin, fundador del POUM, habla también de esta división en sus escritos, preguntándose si no resultaba una contradicción la decisión tomada por la CNT («Hombres e Historia. El II Congreso de la CNT», España Libre, Nueva York, 1 de abril de 1960):
El Comité Nacional, como resumen de las ideas expuestas acerca de los temas precedentes por los diferentes oradores que han hecho uso de la palabra en el día de hoy, propone:
Primero. Que la CNT de España se declare firme defensora de los principios de la I Internacional sostenidos por Bakunin.
Segundo. Declarar que se adhiere provisionalmente a la Internacional Comunista por el carácter revolucionario que la informa […] (Joaquín Maurin, Revolución y contrarrevolución en España, Paris, 1966, pp. 247 y ss.).
De este modo, a pesar de que la CNT fue uno de los sindicatos mas importantes del primer tercio del siglo XX, a pesar de que la ideología anarquista fue, ante todo, una ideología basada en la educación, hoy en dia el término anarquismo está completamente tergiversado y, lo peor de todo, incomprendido. Por ello debemos agradecer a Marina, que no era anarquista, el restablecimiento de la verdad a través de esta obra magnífica que en esta ocasión les proponemos como lectura indispensable.
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