La sutilidad de lo extraordinario: George Meredith y el espíritu de lo cómico

George Meredith espíritu comediaSe ha abordado en múltiples ocasiones la naturaleza de la comedia así como sus posibles usos más o menos descabellados, más o menos inquietantes, para el devenir tanto individual como social. Desde ser considerado como un azote incuestionable del orden establecido, hasta ser concebido como un elemento catártico indispensable para la redefinición de la personalidad del sujeto, el espíritu de la comedia ha sido leído, a lo largo de los siglos, desde diferentes dimensiones que, en algunas ocasiones, se superponían paradójicamente entre sí. La comedia ha sido tratada desde vertientes extremadamente críticas, desde perspectivas más afines a su desarrollo, pero en todos los casos sin llegar a ningún consenso explícito sobre sus límites y naturaleza. Y es que no puede ser de otra forma al ser un concepto ambiguo, complejo, escurridizo y, como tal, dotado de una carga de sentido imposible de subsumir en una única teoría o en una simple definición. Por ese motivo es tan importante la conferencia pronunciada en 1877 por George Meredith en la London Institution, y que ahora edita de forma majestuosa Ediciones del Subsuelo, en la que intenta aproximarnos lacónicamente, pero sirviéndose de una enorme profundidad analítica, a la esencia de lo cómico.

En ella Meredith busca cartografiar la comedia desde la mayoría de sus vértices. Heredero de Thomas Reid y su Escuela Escocesa, Meredith asienta la comedia tanto en la inteligencia del sujeto como en el sentido común del mismo. Anticipándose a lo que años más tarde defenderá Bergson en su célebre estudio de la comedia y la risa, de lo que se trata es de alejarse de una concepción que aproxima peligrosamente la comedia a la locura, de desligar lo cómico de la sinrazón. Más bien acontece todo lo contrario, según Meredith: en la comedia se requiere la cordura, se interpela a la inteligencia. De ahí que lo cómico deba encararse hacia la sonrisa, más que al estruendo de la risa o la hilaridad de la burla. Dicho en otros términos:

La risa volverá, pero será del orden de la sonrisa, hermosamente atemperada, mostrando la luz del sol mental, la riqueza de la mente más que la enormidad ruidosa. Su aspecto común es el de la observación relajada, como si examinara un campo completo y tuviera tiempo para saltar en sus márgenes, sin la agilidad del impulso (p. 70).

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Esto debe ser de esta forma ya que la (son)risa y la comedia tienen una finalidad social (de nuevo se percibe el rumor de Bergson…). Meredith apunta constantemente que más allá de requerir la inteligencia y el sentido común, la comedia cumple un cometido social que busca, por un lado, una mayor integración y desarrollo del individuo pero, por otro, quiere contemplar al sujeto en toda su complejidad. La comedia de Aristófanes, Meandro, Rabelais, Cervantes o Molière ensancha la mirada, observa al individuo desde situaciones que rompen con el marco dominante, adquiriendo, de esta forma, una percepción más compleja de su entidad. Esta cuestión, por ejemplo, se ve claramente en el tema del ridículo. Ser capaz de observar(nos) desde lo que no somos a primera vista, desde aquel rincón que parece más alejado de lo que presuntamente nos define, poder ver(nos) en la ridiculez de lo que somos y de lo que nos rodea, genera una concepción poderosamente más profunda y rica de la realidad social e individual. Como afirma Merdith:

Podemos estimar nuestra capacidad para la percepción cómica si somos capaces de detectar lo ridículo en quienes amamos sin amarlos menos y aún más si somos capaces de vernos a nosotros mismos ridículos a los ojos queridos y aceptamos la corrección que proponen de nuestra imagen (p. 63).

De esta manera, el espíritu de lo cómico no tiene exclusivamente una dimensión rupturista, como piensan algunos autores, sino también transformadora, revolucionaria, si se permite en el contexto de Meredith emplear este concepto. La capacidad de reírnos, de dar con lo ridículo, grotesco o diferente en nosotros y en nuestro entorno, hace que mute nuestra manera de ser de la misma manera que cambia nuestra autoimagen, expresado en términos de la psicología humanista de Rogers. Asimismo, el entorno cambia, se transforma para ser un espacio más vivo, sutil y abierto a lo diferente. La comedia, en definitiva, vivifica la existencia y le aporta el suplemento de diferencia que le permite, en consecuencia, mudar la piel de la cotidianidad para abrazar finalmente la sutilidad de lo extraordinario.

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