La sabiduría de las místicas

Llevo una antorcha en una mano y un cubo de agua en la otra: con estas cosas voy a prender fuego al Cielo y a apagar las llamas del Infierno, para que los que viajan hacia Dios puedan arrancar los velos y ver el propósito real.

Rābiʿah al-Baṣrī

Un libro imprescindible sobre mística femenina. Así podemos referirnos sin lugar a dudas a este volumen escrito por Mirabai Starr, exprofesora de Filosofía y Religiones del mundo en la Universidad de Nuevo México, publicado en Kairós. Como leemos en la contraportada, se trata de una «invitación a que despiertes tu mística interior mientras te empapas de la sabiduría» de distintas pensadoras que, por unas razones u otras, han pasado en ocasiones injusta y violentamente desapercibidas e incluso apartadas del canon del pensamiento universal: Teresa de Ávila, Hildegarda von Bingen, la santa sufí Rabia Basri, Matilde de Magdeburgo o la propia María Magdalena.

Como apunta la autora en las primeras líneas del texto, en forma de necesaria reivindicación, «las mujeres no siempre se sienten cómodas en el seno de las instituciones religiosas tradicionales; y eso es probablemente porque la estructura del edificio con que se han construido las religiones organizadas de este mundo y su mobiliario ha sido diseñada sobre todo por y para los hombres. Estas estructuras están hechas para encajar y sostener un paradigma que controlan los hombres«. Y continúa, en palabras que celebran el cuerpo de la mujer: «No tenemos ningún deseo de cubrirnos con el manto del rey. Antes preferimos despojarnos de esas vestiduras y andar por ahí desnudas; sustituir la corona de joyas por una corona de margaritas; alabarnos las unas a las otras por nuestra belleza y sabiduría, y encender hogueras. Antes preferiríamos seguir en el anonimato que vernos ordenadas en tradiciones que no encajan con nuestras curvas».

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En el caso de las numerosas místicas tratadas en este libro, que lo convierten en una auténtica enciclopedia, amena y enriquecedora, «la vida contemplativa no consiste tanto en trascender las ilusiones de la existencia mundana o de conseguir un estado de perfecta ecuanimidad, sino en estar plenamente presente, en la medida de lo posible, ante las realidades de la experiencia humana». Plenificarse, de alguna forma, en el instante presente, aquí y ahora, explorando y agotando todas las posibilidades espirituales de cuanto nos ofrece el mundo.

«Me gusta pensar -escribe Starr- que todas estamos rodeadas por un anillo invisible de antepasadas que nos aman, anillo que conforman nuestras madres y nuestras abuelas y bisabuelas, además de otras mujeres sabias que ya no viven y a las que honramos como mentoras». Un hilo que fluye desde el fondo de una invisible tradición que, precisamente, este libro visibiliza y reivindica. Y es que, leemos, «hay algo en nuestras almas que reconoce la dinámica del exilio y el regreso. Recordamos que nuestra fuente es el Amor. Y padecemos el espejismo de haber sido arrancados de nuestras raíces álmicas. Anhelamos regresar a casa«. Tal es la razón, explica Mirabai Starr, de que haya pasado su vida en constante compañía de místicos de todas las tradiciones espirituales: esa inagotable pero necesaria búsqueda del origen que es, también y a la vez, meta.

Además de reunir y desarrollar un amplio y muy completo catálogo de las místicas más reseñables de la historia del pensamiento y de las religiones (lo que hace de este texto un documento único y novedoso), el libro contiene algunas guías o pautas al final de cada capítulo en las que se invita al lector a profundizar en su experiencia de lo Absoluto, del componente espiritual del universo, tarea que, a fin de cuentas, a todos nos une. Una lectura tan provechosa como necesaria.

Un día, Avalokiteschvara, el Buda de la compasión, estaba en lo alto de la cima de una montaña contemplando el valle que se extendía a sus pies donde los seres humanos se afanaban con sus sufridos trabajos. Tenían quemaduras y gemían de dolor, avanzaban y retrocedían, nacían y morían, y volvían a nace para volver a hacer las mismas cosas. El Buda no podía soportarlo. Tenía los ojos llenos de lágrimas, y se echó a llorar. Una de estas lágrimas cristalizó y se convirtió en Tara, la bodhisattva de la compasión. Tara se levantó, miró alrededor y le salió un juramento: «Me esforzaré en liberar a todos los seres mientras existan. Y siempre lo haré siendo una mujer».

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