Algunas píldoras aforísticas de Unamuno

El escritor que hoy quiere ser leído ha de saber fabricar píldoras, extractos, quintaesencias.

Entre literatos es frecuente, como entre industriales, no ver en el hombre más que un productor en el sentido económico, no un hombre: tantas novelas o tantos dramas por año.

Aforismos_y_reflexiones_-_Portada_(483).jpgComenzamos aclarando que hemos suprimido, porque no pretendemos cargarnos de erudición, las numerosas reseñas de los títulos unamunianos que conforman este rimero de aforismos y demás reflexiones. Pero sí diremos, como conveniente guía para su comprensión que todas, excepto La agonía del cristianismo (1931), se enmarcan entre 1894 y 1912.

Ya en la primera página del prólogo a esta compilación, Unamuno. Aforismos y reflexionesse cita, no por casualidad, a Arthur Schopenhauer. La edición, prólogo y selección de textos corresponden a un joven Francisco Fuster (1984). Y el título de dicho prefacio es revelador: «Mar de paradojas».

Fuster avisa de que la asunción por el bilbaíno de la «necesidad de ser preciso y conciso» podría chirriar con las arrobas de sus obras completas. Sea como fuere, la cita de don Miguel que figura en el pórtico de este artículo es elogiosa para con la concisión. ¿Y no son esas tres palabras unamunianas, píldoras, extractos, quintaesencias, espléndidas definiciones del aforismo?

Quienes tengan algunas nociones de la obra de este vasco tenaz sabrán qué lugar ocupa la paradoja en ella. Aclaramos que dicho término ha de ser tomado en su acepción de «contradicción». ¿Qué escritor no se ha contradicho? Y hoy, ¿quién no se desnuda, aunque sea a través de simples tuits, y no sólo por lo que dice, sino por lo que omite?

El primer aforismo que vamos a transcribir resulta antipático para la mentalidad actual:

La paradoja suele ser el modo más vivo y más eficaz de transmitir la verdad a los torpes y a los más distraídos y, sobre todo, al pueblo.

Sin embargo, encontramos un Unamuno, a pesar del párrafo precedente, socialista a su manera en varias de esas píldoras, de esos jugos o zumos concentrados, si jugamos con su segundo apellido vasco (Jugo) adjudicándole el significado castellano. José Antonio Ereño ha estudiado la incubación del socialismo en el bilbaíno entre 1890 y 1893, al que define «más como una sensibilidad moral ante la cuestión social que como noción ideológica clara, […] más como un ‘elan’ que como programa muy definido, más como voluntad, en definitiva, que como razón». Lo decimos porque a sentencias como la siguiente les supura una mentalidad abierta a lo social. Veamos, si no, su idea de que la civilización fue engendrada por los vagos, léase desocupados (ociosos):

La civilización empezó cuando, sujetando un hombre a otro a la esclavitud, le obligó a trabajar para los dos, y libre él de tener que esforzarse por su parte para ganar el pan, pudo mirar a las estrellas y preguntarse: «¿Por qué darán así vueltas? ¿Por qué saldrán ahora por aquí y mañana por allá?».

Asimismo, es plausible su posición reprobatoria ante la humildad afectada, que suele indicar soberbia disfrazada, la más refinada de las soberbias:

… éste debe ser nuestro hito: ¡sé sincero! Y si por dentro te tienes en algo, no lo ocultes por estudiada humildad, que cuando es estudio la humildad deja de serlo.

Subraya una frase atribuida a Voltaire que le resulta horrible («Si Dios no existiera, habría que inventarlo»), para concluir que «el único demonio que existe [es] el Dios inventado por los que en lo íntimo de su corazón no creen en él». No sabemos si este aforismo es un torpedo contra aquel clero de entonces, contra el propio Voltaire o, quizá, contra ambos, por rara que resulte la última opción, sabida la nula simpatía entre el rompedor francés y la Iglesia. Recordamos, de paso, que dos obras de Unamuno estuvieron en el Índice de Libros Prohibidos.

Pasamos a su concepto, también propio de una sensibilidad progresista, de la intrahistoria. Resumiendo, viene a decirnos que hay una Historia pomposa y oficial, la de las grandes batallas, otros hechos y personajes, la retratada (y falsificada) en libros y periódicos, en tanto que nadie se ocupa de la intrahistoria, de las innumerables vidas que con su constante y callado laboreo son, digamos, la parte principal pero oculta del iceberg. Apuntamos sólo este pasaje:

[…] sobre la inmensa Humanidad silenciosa se levantan los que meten bulla en la Historia. Esa vida intra-histórica, silenciosa y continua como el fondo mismo del mar, es la sustancia del progreso, la verdadera tradición, la tradición eterna, no la tradición mentida que se suele ir a buscar al pasado enterrado en libros y papeles y monumentos y piedras.

Hombre tenido por muy contradictorio, contraataca:

[…] las almas que no se contradicen deben de andar muy cerca de ser simples con la simplificación de los elementos químicos […]. Cuanto más simple un cuerpo, más inalterable es.

Ahora vamos a otra afirmación reflejo de un Unamuno precursor, casi clarividente. Leamos la cita y comentémosla:

Los diarios íntimos son los enemigos de la verdadera intimidad. La matan. Más de uno que se ha dado a llevar su diario íntimo empezó apuntando en él lo que sentía y acabo sintiendo para apuntarlo.

Si hubiera vivido en el tiempo del televisor seguro que habría tomado sus quijotescas lanza y adarga contra esos programas donde se inducen situaciones hilarantes a fin de grabarlas y enviarlas a alguna cadena (verbigracia, hace años a Vídeos de primera). Igual sucede con quienes hoy viven «de contarla»es decir, de contar sus presuntos amoríos y desamores fabricados como anzuelo para gente sin criterio. Bien, pues, salvadas las distancias, es lo mismo que delataba Unamuno hace un siglo sobre los diarios «íntimos».

Hay una parte del volumen prolija en valoraciones sobre varios autores. Sólo destacaremos unas pocas píldoras, o misiles, según. Así, elogia a Kierkegaard frente a Nietzsche. Del alemán señala que su miedo a morirse «le hizo inventar lo de la vuelta eterna», a más de «arremeter contra el cristianismo, ya que no lograba ser cristiano». En contraste, «Kierkegaard fue un hombre demasiado sincero para haberse popularizado». Por Nietzsche lo único que siente es cierto «cariño y admiración»; pero, ojo, «hijos de piedad uno y otro».

Destaca su predilección por Rousseau:

He querido siempre a Rousseau; le he querido tanto que se me ha hecho odioso Voltaire. […]; he querido siempre a esa pobre alma atormentada, que, a pesar de profesar, por defensa propia, el optimismo, es el padre del pesimismo.

Del autor de Madame Bovary afirma:

Flaubertes una de mis viejas debilidades. […], este enorme Flaubert, este puro artista, está henchido de entusiasmo por el arte y, a la vez, de escepticismo, de íntima desesperación.

Sobre Víctor Hugo nos encontramos con unas pinceladas de claroscuro. Así, tras celebrar que «fue un poeta de poderosísima imaginación y de un portentoso poder de metáfora», rebaja el vino señalando que «cuando quiere meterse en honduras, rara vez logra sino ensartar los más molidos lugares comunes del progresismo nuevo». Entendámosle: cuando pretende filosofar.

Terminamos: hay materia sobrada en esta breve compilación para proseguir. Pero, como se dice, para muestra, un(os) boton(es).

6 comentarios en “Algunas píldoras aforísticas de Unamuno

  1. La paradoja tiene la virtud de crear conflictos cognitivos, reconforta a unos pocos y refuta a muchos otros, en unos pocos reunirá simpatías, en otros muchos, resistencia y frustración. Depende de la madurez cognitiva del lector. Se repite una vez más, muchos son los llamados, y muy pocos los escogidos…

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  2. ¡Muy buena tu píldora/extractos/quintaesencias del «correntilleo» por el mundo del aforismo en/de Unamuno…
    Un repaso/ entrelazado exquisito entre el pensamiento y la época…

    En resumen… Gracias…/ Julio, -atrayente e interesante post/ que invita a leer-
    ¡Un saludo
    Lucio

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    • Buenos días, Lucio,
      Gracias, como siempre, por tus inconfundibles comentarios, que creo que sabría reconocerlos tuyos aunque no hubiera icono con tu nombre. Sin modestia impostada, que ya digo en el texto que me parece las más refinada de las soberbias, pienso que el artículo no merece tanto elogio. No obstante,te repito mi agradecimiento.
      Saludos

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